Conversamos con el psicólogo Roberto Lerner. (Perú21/ César Campos)
Conversamos con el psicólogo Roberto Lerner. (Perú21/ César Campos)

En diciembre de hace dos años, se reportaron en los primeros casos de COVID-19 en el mundo. En el Perú apenas se escucharon, sonaron a lo lejos o no tuvieron resonancia. Pero era el comienzo de lo que luego se decretaría como pandemia. El virus que aún mantiene en suspenso a la humanidad, virus que hoy se actualiza con la peligrosa variante Ómicron, que ya llegó al país.

dice que los seres humanos necesitamos certezas, pero por lo pronto observa incertidumbre y hartazgo, que todo plan es provisorio, que vivimos un periodo circular: surgen vacunas y de repente, llega una variante, y regresamos al lugar de siempre, como si cada vez hubiera que repensar las condiciones básicas para movernos.

En el Perú vivimos en un tobogán de emociones no solo por las condiciones sanitarias, sino también por la política y porque los días de y Año Nuevo, a la vez, abren espacio para la nostalgia. Razones para conversar con el psicólogo Roberto Lerner.

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-Nos seguimos preguntando cómo seremos después de la pandemia.

A menos que no surja algo muy inesperado, yo creo que estamos hablando de que los años 20 van a estar marcados por la peste, por la pandemia. Es muy difícil predecir cómo seremos después de esto porque depende de qué edades hablamos. Pero tengo la impresión de que hay dos tipos de perfiles que están emergiendo. Uno es el perfil de las personas que van a poner el mayor énfasis en la protección: “Yo quiero que me cuiden, que me aseguren que me vacunarán, no importa si tengo que vivir más o menos encerrado”. Y no es solo un “quiero que me protejan del virus”, sino también “quiero que me protejan de las erupciones volcánicas, de las inundaciones”. Y creo que habrá otro grupo de gente que probablemente lo que va a querer es rebelarse contra las restricciones. Creo que habrá una cultura de peajes. Lo local va a adquirir una enorme importancia, justamente para protegerse mejor de lo que entra y lo que sale. La gente está molesta, no solo es el miedo.

-Hay que fortalecer más nuestro lado emocional.

Mucha gente oscila entre creer que está en el final feliz del cuento de hadas o en una tragedia griega. Tenemos que aprender a entender cómo funciona esto, cómo tomar decisiones en función de los datos epidemiológicos, del estilo que cada uno tiene para tomar riesgos, el balance entre la libertad individual y la salud comunitaria.

-Y encima tenemos la Navidad, que para unos es unión familiar, pero para otros agudiza la sensación de soledad. ¿Cómo afrontar el peso de las fiestas?

Ya sin pandemia las fiestas de fin de año son más complejas de lo que parecen. Los profesionales de la salud mental sabemos que alrededor de las dos últimas semanas del año las crisis aumentan, porque la gente se sobregira afectiva y económicamente. En este caso, para esta segunda Navidad en pandemia la gente alucinó que sería como una liberación, lo mismo el Año Nuevo, pero apareció Ómicron y de repente te encuentras con una multiplicación de contagios, con las autoridades tomando medidas restrictivas. Entonces, habrá mucha frustración y tendrás esta diferencia marcada entre los ‘protegidos’ y los ‘liberados’.

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-Una población que no miramos tanto pensando en su salud mental son los niños y jóvenes. ¿Qué está pasando con ellos?

En los niños hay habilidades cognitivas e interpersonales, sociales que no se han aprendido. En el caso de adolescentes, además, tienes la paradoja de que justo en el momento donde te desmarcas de tus padres, tienes que estar prácticamente enchufado con ellos. He visto chicos que se han graduado solitariamente del colegio y recuerdo muy bien a un chico que llorando me dijo: “He ingresado a una universidad de nivel mundial para estudiar Física, pero no estoy en la universidad”. Y la universidad, por supuesto, es mucho más que aprender los cursos. La factura en salud mental va a ser altísima, en niños y sobre todo en adolescentes y adultos jóvenes. La depresión, la ansiedad, los cuadros obsesivo-compulsivos, por un lado, y los cuadros de transgresión, por el otro, han aumentado en todos los países del mundo, y eso lo iremos viendo recién en el futuro próximo.

-¿Cómo descubrimos que un niño, adolescente o joven está con depresión?

Siempre están los cambios de conducta, el aislamiento, la falta de actividad, la dificultad para obtener placer de aquellas cosas que antes te daban placer, las afirmaciones recurrentes sobre que las cosas no tienen sentido, las preocupaciones excesivas. Todo eso será un problema bien complejo.

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-La otra pandemia, más local, podría ser la política.

La pandemia ha llevado al extremo una serie de problemas de una sociedad que está muy dividida. En las elecciones en el Perú, a la hora de la hora, la gente ha escogido a lo que menos miedo le tiene, menos rechazo. Eso hizo que las cosas vayan a una suerte de centro. Pero esta vez fueron extremos y ningún extremo especialmente apetecible. Hay una desintermediación: las redes sociales te hacen sentir que te puedes comunicar con un líder como si fuera tu mejor amigo; eso genera que no haya intermediación a través de un partido, una iglesia, un Estado, lo que genera un barullo muy grande y, finalmente, es la rabia de la gente la que termina escogiendo a personas que, no es casual, no tienen partidos ni estructuras.

-Vivimos en una suerte de anarquía.

Definitivamente. Hay una deslegitimación de la representatividad. Mi temor es que en algunos sitios tenga éxito la libertad absoluta y en otros tenga éxito la protección absoluta.

-¿Hacia qué extremo se acerca?

Soy un centrista, reformista, convencido y orgulloso de serlo. Debe haber un juego que nos permita tomar decisiones informadas. Pero para eso necesitamos educar. No creo en las soluciones mágicas. Decretar el paraíso siempre ha terminado en tragedias.

AUTOFICHA

- “Tengo 70 años, acabo de cumplirlos. Siempre he pensado que la gente que trabaja con niños y adolescentes; la gente que enseña permanentemente en colegio o universidad ve la edad de una manera un poco distinta. Obviamente, es un momento de balance”.

- “Los 70 años son un momento de cosas que ya sabes que no vas a hacer y cosas que de repente deberías haber hecho de una manera un poco distinta. Pero creo que uno tiene que ser estoico y manejarse con lo que hay y con optimismo, y no dejar de decir lo que uno piensa”.

- “Yo sigo teniendo mucha curiosidad. Actualmente, trabajo como psicoterapeuta, tengo una actividad muy intensa con pacientes y una actividad muy intensa de conferencias y seminarios. Y mantengo la tarea de comunicación, escribo. Trabajo en un libro, reuniendo mis columnas de opinión”.

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