Abilia Ramos es presidenta de las ollas comunes de San Juan de Lurigancho. (FOTO: RENZO SALAZAR).
Abilia Ramos es presidenta de las ollas comunes de San Juan de Lurigancho. (FOTO: RENZO SALAZAR).

Desde les comunicó a sus padres que ya estaba en la capital, detrás de uno o más sueños, o tal vez huyendo de alguna pesadilla. “Solo vamos a rogar a Dios que te vaya bien”, le respondieron a su hija de 17 años. Había dejado el pueblo donde nació para estudiar en la universidad en Cerro de Pasco. Pero no pudo porque no había dinero. Una doctora le propuso trabajar en Lima, en su casa. Aceptó, agarró su mochila y partió. Recuerda que sufrió bastante, pero más pudo el orgullo. “Sin ser nada, no regreso a ese pueblo”, se dijo a sí misma.

Abilia Ramos, con 40 años, tiene un hijo que quiere ser paleontólogo porque siempre piensa en los dinosaurios. Vive con su esposo, con quien ayuda a los más necesitados en las crestas más elevadas de los cerros del distrito que los aloja. Es dirigente vecinal y presidenta de las ollas comunes de San Juan de Lurigancho. Y días atrás fue una de las conferencistas de Inquebrantables 2021, realizado por la Universidad de Ciencias y Artes de América Latina en alianza con TED Global.

Recuerda a Quiparacra como un lugar mágico. Cerca de su casa había cataratas, vivía rodeada de plantas, sus padres criaban carneros, las truchas nadaban en el río y ella también tomaba agua del puquio, en las noches jugaba a las escondidas iluminada solo por las estrellas porque la luz eléctrica llegaba los domingos. Ceja de selva, parte de sierra. El lugar donde nació. A tres horas de Oxapampa. Pero advierte que la minería ilegal “ha malogrado todo”. Ya no es campo, es una pequeña ciudad. “Podíamos comer papa y fruta, un lugar privilegiado”, me dice la mayor de seis hermanos que también ayudó en la crianza de ellos.

MIRA: Christian Ysla: “El miedo es para atravesarlo y encontrarse algo nuevo”

-¿Cómo ha sido para las ollas comunes en pandemia?

En organización no ha sido nada difícil, porque nosotros desde los asentamientos humanos y los que vivimos en las partes altas siempre nos hemos organizado. En esta pandemia hemos juntado alimentos, cocinado para 200 personas, lo que sí ha sido difícil.

-¿Le llegó a dar COVID?

Soy enfermera técnica. He ido a poner ampollas a la gente que tenía COVID, pero no llegué a contagiarme. Solo Dios sabrá por qué. Solo le pedí a Dios: “En tus manos está mi salud”. Hemos hecho de todo, hemos ido a varios lugares a pedir alimentos; y pese a ello, no me contagié.

-¿Ha sentido la solidaridad de las personas?

Gracias a Dios hemos sentido la solidaridad de gente que ni siquiera imaginamos conocer. Hemos ido a los mercados a hacer recuperación de alimentos. Acá mismo en el barrio, los que tenían un poco más han donado. También los empresarios. Sí se ha sentido la solidaridad. El año pasado dábamos 200 menús diarios; hoy estamos sacando 80 menús diarios.

-¿Y qué se lleva usted?

No me dio COVID, mi esposo está sano, mi hijo también. Es como una segunda oportunidad de vida para nosotros. Servir a otros seres humanos que no tienen es una recompensa.

MIRA: Coqui de Tramontana: “Nuestro plan de vida es irnos a España, conquistar el mundo con M.A.S.A.C.R.E”

-Usted dice que donde nació es un lugar privilegiado. ¿Por qué migró a Lima?

Por la esperanza de ser profesional, de buscar un trabajo y cansada de trabajar en la chacra. También escapé del machismo, del terrorismo, quería que mis papás tuvieran una hija profesional. Quería conocer la gran Lima (ríe) que todos contaban, porque todos tenían dinero cuando venían a Lima, pero era solo un cuento (risas).

-¿Por qué tenía la ilusión de poder estudiar?

Siempre quise estudiar porque vi a mi tío que golpeaba a mi tía, le pegaba mucho y le controlaba hasta el sol que le daba. Entonces, pensaba “voy a estudiar porque no quiero que nadie me mantenga, quiero tener mi propio dinero, no quiero esperar que nadie me dé dinero ni la voluntad de nadie”.

-¿Se enfrentó alguna vez al tío?

Mi mamá. Yo era pequeña. Vi cómo le pegaban a mi tía embarazada. Mi mamá me decía: “Este sitio no es para ti, siempre estarás llevando almuerzos, siempre tendrás que andar doblando tu cintura porque se trabaja duro, lo único que tienes que hacer es estudiar; si estudias, vas a ganar tu dinero”.

-¿Y estuvo bien la decisión de venir a Lima?

Sí, porque me enfrenté a muchas cosas, y creo que de ahí también aprendí a luchar contra el racismo, contra las mismas personas que vienen del interior del país y te menosprecian. Aprendí a quererme, aprendí que las cosas se consiguen trabajando, aprendí que sin lucha no puedes conseguir nada y también aprendí que las cosas pequeñas te hacen feliz. No sabía ni lo que era Navidad. El primer año que pasé Navidad vi una cena tan gigante, un árbol tan gigante, y me dieron tantos regalos... Era la primera vez que recibía tantos. Eran cuatro o cinco, pero para mí eran bastantes.

MIRA: Henry Vallejo, director de ‘Manco Cápac’: “Se viene una bola imparable de cine puneño”

-¿Hubo miedo?

Sí, me pasó de todo. Quisieron abusar de mí, pero nunca me dejé. A veces tenía dos soles de pasaje y me antojaba comer muchas cosas, y me aguantaba el hambre. Cuando hice prácticas, a veces todo el día estaba sin comer. Una vez me fui a dejar mi currículo a San Borja, y me quedé sin un sol, y tuve que pedir dinero para poder regresar a San Juan de Lurigancho.

-Pese a ello, hoy es un ejemplo de tenacidad.

También empecé a pelear por las ollas comunes porque sufren la mirada invisible del Estado. Muchas señoras no saben leer ni escribir y abusan de eso. He logrado hablar en nombre de esas señoras. Pero falta más.

-¿Cómo pasará esta Navidad?

Siempre con mi esposo hemos hecho canastas y nos hemos ido a entregar a personas que no conocemos. No tendremos grandeza, pero de lo que podemos juntar hacemos pequeñas canastas y vamos por las partes más altas de los cerros y damos a otras personas. Lo mejor de eso es que mi hijito hace lo mismo que yo.

-¿Qué le gustaría que le regalen en Navidad?

Un abrazo con personas que no conozco. El abrazo te da esa fuerza que te ayuda si estás triste o cansada. Un abrazo te da energía y vuelves a caminar otra vez.

AUTOFICHA:

- “Mi nombre es Abilia Bertha Ramos Alcántara. Tengo 40 años. Nací en Pasco. Vivo en San Juan de Lurigancho. En Pasco vivía al lado del río y era bonito, pero también nos daba miedo cuando se cargaba demasiado por las lluvias, daba miedo el sonido de las piedras”.

- “Estudié para ser técnica de enfermería. Trabajé cuidando pacientes y también ayudaba en las operaciones. Pero después de eso entré a trabajar como promotora social a una ONG y luego ya me dediqué a esa especialidad, y lo hago hasta la actualidad”.

- “Mi trabajo es con los dirigentes, las señoras, los jóvenes. Llevar a capacitar a las mujeres para que ellas puedan generar su propio trabajo. Mi objetivo es que las señoras de las ollas comunes hagan su propia panadería y que ya no sea solo olla común, sino que sea un espacio para adultos mayores”.

VIDEO RECOMENDADO

Marco Loret De Mola
EL director de MatLab Perú, Marco Loret de Mola, señaló en Perú21TV, que “con la velocidad que se está vacunando”, Minsa no logrará, al cierre de año, meta de 27.2 millones de vacunados.

TE PUEDE INTERESAR

TAGS RELACIONADOS