La reina Isabel II murió la semana pasada, y con ella termina una era en el mundo, en la que transitaron variados eventos culturales; todos bajo la observación de la misma monarca. A diferencia de líderes electos, que se marchan cada cierto tiempo, los reyes y reinas están atados a la corona, a observar el desarrollo de la nación a lo largo de sus vidas. Depende del gobernante en cuestión si deciden adaptarse a los cambios que cada década trae consigo, o si deciden atarse firmemente a su concepción de la tradición.