Y aquí estamos, en 2022, con el milagro de la ciencia que a menos de un año del surgimiento de una pandemia desarrolló vacunas para mitigar sus efectos, señala el columnista. (Photo by JEFF KOWALSKY / AFP)
Y aquí estamos, en 2022, con el milagro de la ciencia que a menos de un año del surgimiento de una pandemia desarrolló vacunas para mitigar sus efectos, señala el columnista. (Photo by JEFF KOWALSKY / AFP)

En 2020, la famosa frase “un mundo globalizado” dejó de serlo para convertirse en una realidad palpable para todos los habitantes de la tierra con la propagación de la primera pandemia que circuló a través de todos los continentes.

Entonces, nos contaron que ese organismo que podía enfermarnos, e incluso, matarnos, se llamaba coronavirus. No recuerdo cuándo dejamos de hablar del coronavirus para llamar a la pandemia COVID-19, aunque para los epidemiólogos fue, es y será SARS-CoV-2 con las distintas mutaciones que pueda tener. A fines de ese año, la mayoría de los seres humanos incorporamos a nuestro lenguaje diario palabras benditas como Sinopharm, Pfizer, Moderna, Sputnik –ya no los satélites artificiales soviéticos– y unos cuantos términos más que forman parte de la cultura mundial y de las conversaciones cotidianas.

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Luego vino el tema de Delta, una mutación del COVID, y luego Ómicron, menos mortal pero mucho más contagiosa, y seguimos en la historia de cómo derrotar al virus y sus mutantes, quizá porque estamos tan apurados en volver a la normalidad –si es que habrá una “normalidad” anterior al COVID– que muchos gobiernos permitieron a sus ciudadanos dejar de usar mascarillas por eso de que es incómodo. De hecho, en algunos países ‘civilizados’ el derecho a la libertad impera sobre el derecho a la salud y no se puede obligar al uso de tan sencillo adminículo.

Y aquí estamos, en 2022, con el milagro de la ciencia que a menos de un año del surgimiento de una pandemia desarrolló vacunas para mitigar sus efectos, pero por razones políticas, culturales y nuestra costumbre a la instantaneidad no tenemos paciencia para mantener las mascarillas para que nos tapen la boca y salvarnos del virus y también de estupideces que salen de algunas, empeorando la situación.

No sé por qué esto me recuerda la frase de Sigmund Freud: “La humanidad progresa. Hoy solo quema mis libros; siglos atrás me hubieran quemado a mí”.

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