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En Fausta, todos los días es el Día del Pastelero
“Fausta, pastelería casera” nace hace aproximadamente 4 años, una tienda que comenzó como un emprendimiento en una calle de Miraflores pronto se convirtió en la sensación de la cuadra, del distrito y de toda Lima.
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Por Camila Craig
Para mi madre, Mila, y mi tatarabuela, Fausta
La pastelería esconde secretos detrás del recetario, ahí donde la gente menos se lo imagina. La pastelería se construye de gramos exactos de los mejores ingredientes, cuenta su historia de boca a boca, con apuntes a mano y algunas quemaduras de bajo grado.
Mientras algunos aprendemos viendo e imitando, Mila Huamán aprende e innova experimentando. Desde pequeña tomó interés en las historias que le contaban su padre y sus tías acerca de su bisabuela: Fausta Abal. El padre de Mila y sus hermanos habían quedado huérfanos de madre a muy corta edad y fue su abuela Fausta quien se hizo cargo.
Fausta vendía prestiños y delicadezas huanuqueñas en la Carretera Central, a los viajeros que se trasladaban por la ceja de selva. Menuda, de carácter fuerte y fácilmente reconocible por su larga cabellera blanca, era la pastelera sensación de Ambo, pequeña localidad al sur de la ciudad de Huánuco y sus dulces eran la tradición de los viajeros frecuentes.
Mila cuenta que nunca conoció a Fausta, pero que de ella heredó la minuciosidad y el sentido del emprendimiento. Sin embargo, no decidió dedicarse de lleno a la pastelería hasta que su hijo menor, Jimmy, fue diagnosticado con autismo.
“En aquel entonces yo era periodista y ningún trabajo iba a aceptar que yo me ausentara todo el tiempo para llevar a mi hijo a sus terapias…”, cuenta Mila, quien desde ese momento tornó la repostería como su propia medicina.
Hay algo profundamente enternecedor en ver a Mila amasando palitos de turrón uno por uno, cortando en círculos la masa de su adictivo alfajor de pecanas con sal de maras, doblando cada guargüero y rellenando cada limón de convento. Estos son solo algunos de los postres de Fausta que requieren de la absoluta concentración del chef, porque un huevo que falte, unos segundos de más en el horno o una harina mal pesada pueden hacer la diferencia entre la felicidad y el desastre.
“Fausta, pastelería casera” nace hace aproximadamente 4 años, pero la pasión por la repostería ha estado presente en la vida de Mila desde siempre. Una tienda que comenzó como un emprendimiento en una calle poco concurrida de Miraflores pronto se convirtió en la sensación de la cuadra, del distrito y de toda Lima.
La misión de Mila es rescatar aquellas recetas de antaño y celebrar la pastelería peruana, que como ella dice, es tan buena como nuestro repertorio salado. Pero además, sobre sus hombros carga la poderosa figura de su bisabuela que la guía en cada nueva receta, la acompaña en cada horneada solitaria y la orienta cuando piensa que la pandemia se lo ha llevado todo. Fausta es más que pastelería casera: es amor, tradición y legado.
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