Cuando era un niño, Miguel Padilla Chinguel pensaba que su vida estaría siempre ligada al café. Iba a la escuela y terminó la secundaria sin dejar de apoyar a su padre. En el caserío Chimburique, distrito de La Coipa (provincia de San Ignacio, en Cajamarca), la pobreza era extrema y la agricultura era la única manera de sobrevivir. Aunque los tiempos han cambiado, un poquito, Miguel sabe lo que es sacrificar a veces una comida al día, lo que es no poder pagar una universidad para los hijos, una existencia sin comodidades. Porque la vida del caficultor en el Perú está marcada por el esfuerzo extremo y las ganancias pequeñas. La abundancia está en el campo, pero no siempre llega a los bolsillos.
Los siete hermanos Padilla crecieron en la finca, rodeados de cafetales y frutas. Muy pronto comenzaron a entender cómo se cultiva, con cuidado y dedicación, cada plantita de café. Estaban las enseñanzas del padre, del abuelo, una tradición que no se ha visto interrumpida, a pesar de las dificultades.
“Yo solo llegué a la secundaria. No había oportunidades”, cuenta, y en sus ojos parece que se instala la melancolía, esa interrogante de cómo habría sido mi vida si…, quién sabe. Pero este viernes está alegre. Ha sido cargado en hombros y el nombre de su tierra ha sido coreado. Es el mejor productor de café del Perú, según la prestigiosa Taza de Excelencia en su edición 2024, que se realizó en Tingo María. Yo diría que Miguel es un hombre que sonríe poco o que es de sonrisa difícil. Lo he visto abrumado con los halagos, algo tímido, aunque por ratos sí que se contagia de esa euforia que se vivió en la Feria Internacional de Cafés Especiales (Ficafe). De pronto, está rodeado de productores cajamarquinos que lo ponen a la altura de héroe, un héroe del café. Miguel, de 41 años, ha logrado que Cajamarca se imponga en una reñida competencia en la que se evaluaron 106 muestras de diversas regiones, como Cusco, Amazonas, Puno, Piura y Pasco.
“Estos resultados ratifican a Cajamarca como una región líder en la producción de cafés especiales. Es una fiesta para los productores cafetaleros, una alegría, porque el que ganó es el café peruano. Tenemos cafés presidenciales de más de 90 puntos”, comentó Geni Fundes, gerente de la Central de Café y Cacao, durante la premiación a Miguel, que logró un puntaje en taza de 90.54. El segundo lugar fue para el cusqueño Wilfredo Arias y el tercer puesto para su paisano David Guevara. Cajamarca brilló.
¿Cómo aprendiste a cultivar el café?
De chiquito, de niño. Mi padre fue mi gran maestro, a él le debo todo lo que sé. Crecimos cultivando el café, escuchando las enseñanzas de mi padre. Yo no fui a la universidad, me quedé con la secundaria completa y, bueno, no me arrepiento. Ser caficultor es un trabajo bonito, gratificante.
“Yo tengo 41 años, soy de San Ignacio y desde niño he crecido cultivando café. Crecí entre cafetales. Mis siete hermanos hemos seguido la huella y el ejemplo de mi padre, quien nos acompaña siempre, nos aconseja, y es un modelo a seguir hasta ahora”.
¿Y ya tienes tu finca?
Una finca pequeña, 1800 metros sobre el nivel del mar. Le puse El Mirador porque la vista es hermosa.
¿Cómo te animaste a competir en Taza de Excelencia?
No fue mi idea. Un amigo me convenció y me encomendé a Dios. Mi amigo me dijo: “Tienes buen café. Llévalo a la competencia”.
¿Qué variedades cultivas?
Tenemos geisha, caturra, bourbón. Con esos cafés competí.
¿Pensabas ganar?
No pensaba. Cuando salí de mi casa, le dije a mi esposa: “Que sea la voluntad de Dios”, y me subí al bus. Hemos viajado como 30 horas para llegar a Tingo María, el bus no avanzaba. Pero valió la pena. Mi esposa se llama Nelsy Guerrero. Ella es de Jaén y me apoya en la finca, sobre todo con el trabajo de la cocina. Este premio se lo dedico a mi familia, a mi padre, que tiene 66 años y sigue trabajando, y a mi pueblo, a Cajamarca.
¿Y cómo vendes tu café?
A través de la Cooperativa Sol & Café. Soy socio y así logramos mover nuestro café. Ahora, a mí me gustaría tener mi propia marca. Por ahora no la tengo, pero puede ser un objetivo.
¿Y tus hijos también se dedican al café?
El mayor tiene 18 años y estudia Mecánica Automotriz, el segundo tiene 14 y está en el colegio. El último ha cumplido dos años. Los chicos ayudan en la finca, pero primero son sus estudios. Quiero darles lo que no he tenido por falta de posibilidades económicas.
¿Qué significado tiene el café para ti?
El café me da para vivir, yo estoy agradecido con el café. El café es un producto que debe ser más valorado. El café peruano es muy bueno, falta promocionarlo más. Seguro que esta es una gran oportunidad. Ahora, yo quiero ampliar mis sembríos, mejorar mis procesos, seguir aprendiendo. El café para mí es familia, porque es un trabajo en familia, uno solo no podría. Cajamarca tiene muy buenos cafés y el Perú entero debe conocerlos.
¿Y cuántas tazas de café tomas al día?
Yo tomo una taza de café en la mañana, cuando me voy a la finca tempranito, y una en la tarde, y sin azúcar. Porque el café bueno hay que tomarlo sin azúcar. Lo preparamos en una cafeterita que le dicen ‘de la abuela’, esas blanquitas.
¿Hay también un cuidado del medioambiente?
Es importante no contaminar, no deforestar. Cuidamos nuestros bosques porque son ellos los que nos protegen. Yo no uso pesticidas, por ejemplo.
¿Qué sueños tienes ahora?
Dar una mejor vida a mi familia, mejor de la que yo he tenido. Quiero que mis hijos sean profesionales, que aprendan del café y llegar a mercados internacionales.
¿Hay apoyo del Estado?
Los caficultores no tenemos apoyo del Estado peruano. Hay muchos pendientes por resolver, comenzando por las carreteras y la ayuda directa que se le pueda brindar al productor. Hay que celebrar, pero también hay que trabajar en mejorar muchas cosas. Ya es tiempo de que se haga algo.
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