Máximo Sagredo, hermano español.
Máximo Sagredo, hermano español.

Aquella tarde el Perú había logrado la clasificación al de México 70, lo que coincidió con el día de Santa Rosa de Lima. Un 31 de agosto, momento de celebración en la capital, día en que aterrizó en Lima Máximo Sagredo. En las calles todo era algarabía, los carteles cantaban “Perú campeón” y él apenas comprendía lo que ocurría en el país del que solo sabía su nombre y ubicación en el mapa. Tal vez, el Perú le estaba dando la bienvenida. Vino por siete años, cuando su edad marcaba 36, y ya contabiliza 53 años por estas tierras.

“Soy de un pueblito pequeño”, me dice sobre Valle de Oca, por donde pasa el río Oca, al norte de Burgos, a 40 kilómetros, en . A sus 13 años, o quizás 14, le propusieron, entre ellos un primo, ser parte de los hermanos de la congregación de La Salle. No dijo que sí, pero se involucró naturalmente. “Alguna vez hablando con los mayores y escuchando el juicio que ellos hacían sobre la vida religiosa, pensé ‘yo voy a ser hermano’”, recuerda Máximo, que perdió a su madre a los 10 años. Una noche le anunció a su padre, un agricultor, que quería ser hermano. “¿Lo has pensado bien?”, respondió. Él lo ratificó. “Adelante”, le dijo como si fuera una venia.

Ingresó para aspirar a ser hermano, luego estudió docencia, labor que desarrolló por 15 años en su país, hasta aquel 31 de agosto de 1969. Máximo Sagredo tiene 89 años y está jubilado, pero sigue trabajando desde las oficinas del emblemático La Salle en Breña, aulas que han formado a personajes como el escritor Mario Vargas Llosa o el historiador Alberto Flores Galindo. “Sigo divirtiéndome”, me dice el hermano de la congregación que conmemora un siglo en el Perú.

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-¿Cómo asimila el presente del Perú?

Hay crisis, pero veo una parte muy positiva: quienes aman al Perú están demostrando que verdaderamente lo aman; están en contra de lo que es inmoral y siempre a favor del Perú.

-¿Qué es estar a favor del Perú?

Que haya gobernantes aptos, positivos, que trabajen por el Perú y no por lo propio ni por el egoísmo. Todos necesitamos trabajar para la manutención. Y hay que buscar el bien de la mayoría. Por desgracia, uno se da cuenta de que no solo aquí pasa eso. Es muy doloroso lo que está pasando.

-Y a pocos días de una fecha celebratoria, como Navidad.

Aun con los problemas de la vida, las deficiencias y las caídas, hay que ver la parte positiva que has tenido en tu vida: el apoyo, superación, esfuerzo y buenas obras para los demás, y eso le da a uno la fuerza necesaria. Si reconocemos nuestros fallos, ya estamos en el buen camino para mejorar.

Máximo Sagredo, hermano español.
Máximo Sagredo, hermano español.

-¿Por qué eligió ser hermano, qué lo convenció?

No sé... Me gustaba porque, digo, es más fácil salvarse (sonríe). Pero con los años uno se da cuenta de que no se trata solo de salvarse uno mismo, sino hacer bien a los demás, dedicarse a los demás. Y eso creo que lo podemos cumplir mejor nosotros.

-¿Por qué no se volvió sacerdote?

No sé... Llevaban una vida muy sola, muy solitaria; en el pueblo los sacerdotes vivían solos. Sin embargo, los religiosos vivimos siempre en comunidad, y eso uno lo nota después como un beneficio, porque nos preserva y nos anima. Siendo hermanos, nos permitieron ser sacerdotes y la congregación nos pagaba toda la carrera, pero muy pocos lo hicieron.

-¿Por qué vino al Perú?

Vine voluntario. Me ofrecí para hacer algo especial para los más necesitados, sin saber dónde ni cómo. Y justo llegó un superior del Perú a Barcelona. Yo no sabía nada del Perú, ni tenía preferencia por ningún sitio. Ahí uno ve también la providencia de Dios, que Dios nos dirige. Vinimos tres: dos para Bolivia y a mí me dijeron “te quedas aquí”.

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-¿Qué lo atrapó del Perú?

Me han recibido como tan de la familia... Llegué, en ocho días tuve la documentación y me preguntaron si quería ir a Abancay. Vengo para donde me manden. Y me mandaron, y al día siguiente estaba dando clases.

-Usted enseñó matemática. ¿Por qué?

Uno ve la sencillez y la cohesión en las matemáticas, sobre todo cuando las has enseñado. Las matemáticas son esenciales para todo, las empleamos cada día. Pero los quebrados llegué a comprenderlos a los 70 años, antes lo hacía mecánicamente.

-¿La matemática y lo religioso tienen algo en común?

La lógica. Para ser religiosos tenemos que ser lógicos. ¿Qué pide la gente de nosotros? El bueno ejemplo. Lo que prometes lo cumples.

-¿Por qué no somos lógicos?

Todos tenemos ilógicas. Hay que ver en qué fallamos, comprender y avisar. San Juan Bautista de La Salle decía: antes de castigar a un alumno, tómate un tiempo, piensa.

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-¿Qué nos dice que una congregación como La Salle cumpla 100 años en el Perú?

Es un reconocimiento a la obra de los hermanos y seglares que han trabajado con nosotros. Se ha procurado trabajar con seriedad y honradez. Acá cumplimos 100 años, pero en el mundo más de 300. La congregación empezó con gente que no estaba preparada para nada y San Juan Bautista de La Salle, nuestro fundador, los fue formando.

-¿Cómo ve el futuro?

Yo creo que las congregaciones tenemos falta de vocaciones. No hay los suficientes nuevos hermanos, quizás porque ven la vida diferente. Pero la educación es sumamente necesaria, esencial. Lo importante es educar y educar, formar en valores.

-Hace poco tuvo COVID. ¿Le tiene miedo a la muerte?

Pues por ahora no, pero, cuando me pongo enfermo, sí (risas). No tengo miedo porque creo que Dios ve la buena voluntad.

AUTOFICHA:

- “Soy Máximo Sagredo Sagredo. Tengo 89 años. Yo estaba en la escuela del pueblo y fui a Cataluña, donde seguí la secundaria. Y después hice la carrera de Magisterio, para obtener el título de profesor. He sido profesor de primaria y secundaria, pero me gustaron las matemáticas”.

- “En Perú, estuve 20 años en el pedagógico de Abancay. Lo que más me ha gustado es enseñar a enseñar, formar a los normalistas. Hoy estoy jubilado, pero estoy llevando la administración a nivel nacional, sigo divirtiéndome nomás (ríe). Vengo a la oficina cuando puedo”.

- “A veces trabajo por la noche, ahora mismo he trabajado. Me jubilé a los 70 años, pero ahora estoy viviendo de la jubilación y lo viviré así hasta lo que Dios me dé. Hace tres semanas tuve COVID y hoy (ayer) ha fallecido una señora que me ayudaba mucho y era de mi edad; tenía 10 días menos que yo”.

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Pedro Yaranga

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