Dionisio Romero Paoletti. (GEC)
Dionisio Romero Paoletti. (GEC)

Algunas de las primeras medidas en materia económica adoptadas al inicio del gobierno de Ollanta Humala fueron la ratificación de Julio Velarde como presidente del BCRP y el nombramiento de Luis Miguel Castilla como ministro de Economía, quien dejaría el cargo recién en setiembre de 2014. Que el señor Dionisio Romero justifique la entrega de 3 millones 600 mil dólares a la candidata Keiko Fujimori por temor al chavismo carece de todo sentido. Más allá de un desplome ciertamente histórico de la BVL el 6 de junio de 2011 luego de conocerse el triunfo de Gana Perú, que no ha sido el único acusado en los últimos veinte años. Ocurrió algo similar durante la crisis de 2008 y después en el contexto de la guerra comercial entre Estados Unidos y China.

Romero detalla recién ahora que dio el dinero en maletines, de a pocos, sin saber cuánto exactamente en cada oportunidad. Afirma que ella y Jaime Yoshiyama tampoco contaron los billetes.

Según su abogado, hay que agradecerle al testigo la sinceridad de su testimonio, tardío y carente de lógica alguna. Quizás se haya referido a la venda que nos ha quitado de los ojos sobre cómo entienden algunos de nuestros empresarios más renombrados su papel en la vida política del Perú.

¿Fue acaso este abultado aporte el que impidió que Humala aplicara el modelo que pregonó en 2006 vestido de polo rojo? Ciertamente, no.

¿Debemos agradecerle al señor Romero que Ollanta no intentara estatizar la banca como Alan García en la segunda mitad de los ochenta? Tampoco. Aquella vez fue la ciudadanía movilizada y liderada por el Fredemo y Mario Vargas Llosa la que bloqueó las pretensiones estatistas del joven presidente. Temores aparte, Romero ha guardado silencio cómplice, pero, claro, el pitufeo es solo una falta administrativa.

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