Uno de los primeros artículos que compartí en esta casa periodística, que muy amablemente me ha cedido un espacio, fue sobre un documental de la tierra plana que encuentran en Netflix: “Behind The Curve”. Esta película explora la teoría conspirativa de que el mundo en el que vivimos es realmente plano y que los gobiernos están encubriéndolo.

Sorpresivamente, esta organización de flat earthers no está compuesta por 3 gatos, sino por decenas de miles de personas en el mundo y el número está avanzando como bola de nieve gracias a la cortesía de la viralidad de las fake news. Hoy, en nuestra coyuntura política, este documental tiene nuevamente vigencia.

La reacción de miles de peruanos ha sido criticar el voto de Castillo con una posición de superioridad moral, como si su voto valiera más que el ajeno. Cada voto vale igual porque todos valemos igual y el camino para debatir no puede ser nunca el de menosprecio.

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En el documental en cuestión, la comunidad científica, desde su posición de autoridad intelectual, critica a aquellos creyentes de la tierra plana con sorpresa y burla. Se muestran indignados con el discurso opuesto que tildan de ridículo. El resultado: más gente se quiere sumar a la teoría conspirativa.

Ponerse en una posición de autoridad y rechazar lo que otros creen solo genera más distanciamiento y odio porque a nadie le gusta que insulten su intelecto. Esto conduce a que las discrepancias pasen del plano ideológico al plano personal y que se rechacen todas las ideas que provienen del grupo con la posición de autoridad.

Nuestra democracia está en peligro con el crecimiento de Castillo, pero la manera de ganar la batalla no es con insultos ni minimizando las opiniones o problemáticas de los demás, sino con tolerancia y con exposición de ideas. Estamos malacostumbrados a entrar a un debate para golpear al otro y no nos enfocamos en defender y sustentar nuestra posición.

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Lo mismo sucede con los antifujimoristas que estás dispuestos a hacer harakiri antes que votar por Keiko. El mejor camino para convencer a alguien son la evidencias, y estas sobran para demostrar que en un eventual gobierno de Castillo, el Perú se convierte en el Venezuela de hoy, pero no en 20 años, como les tardo a ellos, sino en 5 porque nosotros no tenemos el petróleo de ellos y además estamos en la peor crisis económica de los últimos 50 años.

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