El sonido del mar los relaja luego de sus maratónicas jornadas en el , donde no solo analizan los resultados de las pruebas moleculares sino que también están detrás de las pistas para contribuir en la elaboración de la vacuna contra el mortal coronavirus.

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Son un total de 118 profesionales y técnicos que trabajan en turnos de 12 horas, mañana y noche. Luego de concluir su jornada son trasladados al Centro del Alto Rendimiento (CAR) de Surf –prestado de manera temporal por el–, en Punta Rocas. Allí descansan, se alimentan y hasta se entretienen, pero sobre todo se protegen del contacto con el mundo exterior para evitar contagiarse. Saben que estar en casa, viajar largas distancias en el transporte público o acudir a un mercado es un riesgo.

“A nosotros nos identifican como hacedores de pruebas, en realidad hacemos investigación. Se ha estudiado el genoma del virus en el Perú y eso nos ha permitido saber que venía de Europa y aquí ha tenido mutaciones”, explicó a Perú21 el jefe del INS, César Cabezas.

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Detalló que la decodificación del genoma se ha colocado en el banco de secuencia mundial y está al acceso de laboratorios de todo el mundo para que aporten en la elaboración de vacunas y antivirales. “Ahora todos colaboran porque esta es una lucha para preservar la raza humana, porque el virus puede mutar y atacar a toda la población”, alertó.

Perú21 los visitó y recogió cuatro historias de estos soldados de la salud.

Janett Portilla

Bióloga, microbióloga Unidad de Gestión de Calidad de Salud del INS.

FOTO: RENZO SALAZAR
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“Mi hija, de 7 años, sabe que estoy confinada para protegerme y protegerlos. Ella me llama soldado de la salud pública”, cuenta Janett, egresada de San Marcos. Y sí, lo es. Ella se encarga de vigilar y controlar los procesos, desde que se reciben las muestras hasta los resultados. Su trabajo se ha incrementado en las últimas semanas. Pasó de laborar de 8 a 12 horas diarias.

Desde hace más de una semana, al culminar su jornada, es trasladada al Centro de Alto Rendimiento de Surf, en el sur. Se siente segura y cómoda, pues tenía mes y medio durmiendo en el sofá-cama de su casa –le dolía la espalda–, por miedo a contagiar a su familia, entre ellos sus padres que son mayores de 60 años y biólogos que también trabajan para el INS, pero ahora desde casa. No sabe cuándo volverá con ellos.

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Johanna Balbuena

Bióloga molecular. Laboratorio de Diagnóstico Molecular del INS.

FOTO: RENZO SALAZAR
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Johanna se encarga del análisis de muestras moleculares –que llegan a diario de todo el país– y, además, de seleccionar las que tengan la mayor carga viral. Ella es parte del equipo que secuenció el genoma del COVID-19 en el Perú –que determinó que el virus provino de Europa– y que brinda datos para crear la vacuna y los retrovirales.

“Es la oportunidad de la ciencia. No solo esperamos que de afuera venga algo, sino también contribuimos desde aquí”, cuenta emocionada la bióloga sanmarquina. También aportó en la pandemia de la gripe H1N1 y participó en su secuenciamiento y espera que, al igual que ese virus, baje el grado de infectividad del COVID-19. En el CAR, el sonido del mar la relaja y le pide a su familia que se cuide.

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Fanny Valverde

Tecnólogo médico. Unidad de Recepción y Obtención de Muestras.

FOTO: RENZO SALAZAR
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“Es duro salir de casa a estas alturas, pero es la vocación de servicio. Es como estar entre la espada y la pared... También quisiera jugar con mi hijos”, dice Fanny, por sus pequeños de 2 y 4 años. Se quiebra, respira y añade que los profesionales de la salud se preparan para servir a la comunidad.

Cuenta que todo cambió de la noche a la mañana. En su área, ahora de 23 personas, pasaron de recibir y registrar dos muestras al día a 2,500. Almuerza rápido y sigue aunque se sofoque con los equipos de bioseguridad. En el CAR se siente menos estresada por los horarios de toque de queda y la búsqueda de transporte. Ella reflexiona que el coronavirus hizo honor a su nombre: “Se puso la corona encima de todos y nos puso como la plebe, porque ahora es el que manda”.

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José Casquero

Biólogo. Oficial de la unidad de Bioseguridad del INS.

FOTO: RENZO SALAZAR
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Tiene claro que no existe el riesgo cero de contagio, pero sí que se puede minimizar. Su labor es capacitar y supervisar que el personal cumpla las medidas de bioseguridad, así como el mantenimiento de los equipos. “Les enseñamos sobre las medidas que deben tomar para protegerse, como colocarse los equipos y cómo se retiran, que es lo más peligroso”, explica José, quien labora desde hace casi 24 años en el INS y destaca que el momento que se vive “es histórico”.

Tiene esposa y dos hijas, quienes les piden que se cuide, aunque ya saben que es un hombre de riesgos. El lunes llegó al CAR y ya las extraña. “La casa siempre es la casa”, dice, pero rescata que el aislamiento ha permitido conocer mejor a sus compañeros, cuya labor es indispensable.

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