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Timoteo, Ana María y Germán, El Gato Descalzo: “Queremos que un libro de calidad sea accesible”
Son una familia entregada a democratizar el acceso a los libros, promover el hábito lector y a la difusión de las creaciones que ellos mismos confeccionan. Son profetas de la lectura. Perú21 entrevistó a la familia Atoche, padres e hijo.
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Podría ser una novela. Ella tenía una hermana casada con un peruano que vivía en Lima. Tomó el tren en Tucumán rumbo al Perú para visitarlos. En ese vagón también viajaba él, que venía de La Plata. Ambos de vacaciones. “En el transcurso del viaje la descubrí”, dice, la mira y sonríe. Ella era una estudiante de Medicina y él de Arquitectura. En el trayecto se conocieron más, pero en Lima se separaron. Él continuó su ruta a Piura y ella se quedó en Lima. Era la década del 70, sin celular, sin redes sociales. Se vieron de forma intermitente, Ana María en Tucumán, Timoteo en La Plata, a 18 horas de trayecto en tren. Terminaron sus carreras profesionales, se casaron y arribaron a Lima.
No tienen gatos, solo una escultura africana. El Gato Descalzo es una suerte de respuesta a El Gato con Botas, como símbolo de los obstáculos y carencias que afronta el libro. “Hay que sobrellevar esos obstáculos e ir para adelante”, me dice Germán Atoche, hijo de Ana María Intili y Timoteo Atoche. Pero “gato” también es la conjunción de los nombres de Germán, fundador de esta editorial independiente que oferta directamente al público las obras que produce desde hace 10 años, bajo la ejemplar y noble tarea de democratizar el acceso al libro y promover el hábito lector. Todo en manos de una médica, un arquitecto y un psicólogo.
El año pasado ganaron los Estímulos Económicos del Ministerio de Cultura para el proyecto Inclúyeme con tu Voz, dedicado a audiolibros para personas con discapacidad visual y baja visión, y que vienen trabajando. A la vez, ya son 82 los libros publicados y hay 20 más por publicar.
Esta entrevista nació con una imagen. Tres personas sentadas detrás de una mesa con libros. Padre, madre e hijo. Están en una feria, parece que contemplan sin apuro y serenos el tránsito de los asistentes. Sin levantarse de su sitio, Germán explica el contenido de una de las obras que exponen. Ana María se levanta para tomarse una foto con un niño, que se lleva un libro de su autoría. Timoteo, sentado, entrega el vuelto y empaca la obra. Y siguen repartiendo, de mano en mano, sus obras, desde sus lugares, sin la urgencia de un vendedor convencional, como profetas de la lectura.
-Aquella vez que los vi por primera vez me pregunté quiénes son...
Ana María (AM): Yo creo que la calma viene de que somos grandes lectores desde pequeños. Hemos leído casi la mayoría de los libros que tenemos y al tener ese conocimiento, te da tranquilidad cuando viene una persona, que para nosotros no es una cliente, sino una intelectual que busca o una persona sensible que quiere. No solo es importante que compre; estamos detrás de una persona que quiera aprender.
Germán (G): He tenido el ejemplo de mis papás: siempre un libro en la mano, en la casa había reuniones de poetas; para mí era normal a los 10 años acompañar a mamá a un recital de poesía. Entonces, la cultura es algo muy vivo. Con mi papá siempre íbamos al Centro a huaquear los libros o a comprar en Amazonas. Antes ya había intentado el camino de ser escritor. Conocía a personas que me decían que tenían algunas malas experiencias con otras editoriales. Tengo dos hermanos en Italia, y uno de ellos, el mayor, me obsequió un lector electrónico, y pensé que eso podía funcionar: publicar en formato digital; además, no tenía mucho capital, y así nace un poco la editorial. Abrí el camino y en la ruta mis papás me ayudaron.
-¿Los tuviste que animar o ellos se ofrecieron?
(G): Una simbiosis. En diciembre de 2012, mamá tenía un nuevo libro y le dije que, en vez de que se vaya con otra editorial, mejor que publique conmigo. Para el primer libro, me compré una impresora de tinta continua e imprimí en casa y me iba al Centro a imprimir las carátulas. Y ya habíamos comenzado a trabajar en ferias, en el contacto directo con el lector de a pie, como hasta ahora, y ya luego organizamos eventos. En esa línea, la editorial tiene cuatro convocatorias al año de cuentos temáticos y nos mandan sus propuestas del Perú y el extranjero, seleccionamos los más originales y creativos y se publican libros como Valen un Perú. Cuentos sobre el bicentenario, donde han participado 38 autores peruanos, de 14 a 81 años de edad, y este libro Cuentos sobre la corrupción, con autores de Perú, Argentina, México, España y Bolivia; y esta es la novela más reciente de Ana María, Esa señora llamada Luna; nuestros libros vienen especialmente ilustrados para la editorial.
-Y en el caso de usted, Timoteo, ¿cómo transita de la arquitectura al libro?
Timoteo (T): La línea de la familia es ayudarnos entre nosotros. Yo tenía una empresa de metalmecánica que iba muy bien, pero me empezó a fallar el personal y vivía estresado, hasta que me dio un infarto. Ahí dije: “Aquí paramos”. Me quedé en casa y empecé a ayudarlo. Y vimos que en la feria también hacía falta alguien que mire, cobre y organice (ríe).
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-¿El Gato Descalzo es como una segunda vida para los tres?
(AM): Para los tres, pero fundamentalmente para él (mira a su hijo), que comenzaba. Nosotros estamos resguardándolo. Las ideas son de él, los estudios son de él, él hace las traducciones, elige los temas, hace las convocatorias, la selección, la editorial es él.
-Los libros que ofrecen tienen un costo accesible, con precios a 20 soles. ¿Cómo manejan lo económico?
(G): Queremos que un libro de calidad sea accesible y que la empresa sea autogestionaria. También hacemos traducciones, que en Perú se hace poco. Hacemos investigaciones para ofrecer libros diferentes.
-Una década después, ¿qué dirían que han aprendido?
(AM): Esta experiencia es la síntesis de mi vida. Tengo la experiencia de un niñito de seis meses que su mamá le leía estando en barriga; regresaron de Jaén para agradecerme por el libro Déjame que te cuente Pinocho, una carta que le escribo a Pinocho. En las mañanas cuando se levantaba, le decían qué libro quieres, agarraba el Pinocho, y cuando el chiquito me vio, me estiró los brazos. Si a esa edad, tiene ese discernimiento, ¿te imaginas cuando tenga 20? Eso pretendemos, despertar a los niños y a este país que es tan maravilloso.
(T): El libro te abre muchas puertas, te ayuda en todos los sentidos, y lo digo siendo arquitecto. En el Perú la gente lee, pero no hay libros al acceso del bolsillo.
-¿Qué es realmente El Gato Descalzo?
(G): Una editorial independiente que cree en el Perú. Siempre quisimos ser una editorial 24/7. No siempre buscamos ir detrás de las librerías o detrás de los críticos, es importante estar con el lector.
(AM): Me siento muy peruana por hacer lo que hago. Es fácil sentarse a criticar, hay que sentarse a trabajar. Cuando llegas al corazón, el público te sigue.
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AUTOFICHAS:
“Me llamo Feliciano Timoteo Atoche Gutiérrez. Soy de Sullana, tengo 80 años. Un día me encuentro con un amigo, ‘El Loco’ Díaz, él estudiaba en La Plata. Me dijo si quería ir, él me recibiría; y me fui a Argentina para estudiar Arquitectura”.
“Soy Ana María Intili Rongetti. Tengo 72 años, nací en San Miguel de Tucumán, Argentina. Estudié Medicina, luego Psicoterapia Psicoanalítica y Literatura. Llevo publicados 12 libros, tengo poesía, microficción, cuentos, ensayos, novelas”.
“Soy Germán Atoche Intili. Tengo 39 años. Nací en Lima. Estudié Psicología; quisiera hacer una maestría en Literatura. Tengo un libro de microficción, he publicado cuentos, poemas. Espero sacar un libro de leyendas de terror”.
DATO:
El Gato Descalzo será parte de La Independiente. Feria de Editoriales Peruanas. Será en el primer piso del Ministerio de Cultura del Perú (Av. Javier Prado Este 2465, San Borja), desde este miércoles 20 de abril, de 10 a.m. a 8 p.m. Ingreso libre.
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