Delfina Paredes reúne sus obras de teatro escritas para publicarlas en un libro.
Delfina Paredes reúne sus obras de teatro escritas para publicarlas en un libro.

Cuando habla, lo hace con una voz bañada por la ternura, una voz paciente pero tenaz. Sus palabras se atropellan por el vigor de sus recuerdos, es que quiere decirnos tantas cosas... Una voz delicadamente ronca y cálida, como de narradora de cuentos, como si su voz se quebrara por el deseo de querer contar todo lo vivido. “Lo que pasa es que me disperso mucho”, me dice por teléfono y desliza una tímida risa en tono de disculpa.

Sabiduría que se adquiere cuando se llega a los 87 años. Edad que no le resta vitalidad ni frena proyectos. Acaba de celebrar 50 años recitando a y lo hizo con dos funciones, en las que volvió a Los heraldos negros, Trilce, Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz. Y ahora está dedicada a culminar un conjunto de obras de teatro escritas por ella para reunirlas en un libro. “Y todo, siempre, con la esperanza, como dice Vallejo, de convertirnos en seres humanos”, me confía nuestra primera actriz desde su hogar.

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-Estos tiempos también nos llevan a reflexionar sobre si continuar o no, si resistir en el frente o retirarnos a los cuarteles de invierno. ¿Cuál es su caso?

La verdad es que, a mi edad, una ya no sabe. He vivido un montón. Pero hasta que tenga un poco de posibilidad y de fuerza, trataré de continuar en lo que he estado haciendo.

-¿Qué tareas pendientes tiene?

Escribo teatro. Nosotros los burócratas ganó el premio en el concurso que realizaba todos los años el teatro de San Marcos. En el 98, con la obra Qoyllurit’i gané el primer premio en el Instituto Nacional de Cultura. Y tengo escrita la obra Túpac Amaru Runa, que quiere decir “El hombre Túpac Amaru”. Y la otra es Las Cautivas, que durante muchos años, tanto Arica como Tacna, tenían ese apelativo, y he escrito una obra sobre una Tacna que está en la lucha por recuperar su peruanidad.

-¿Se siente conforme con lo que ha hecho?

No sé si las cosas que he hecho las he hecho tan bien como deberían hacerse. Las he hecho con todo cariño. Los temas que he escogido son aquellos que ocupan un lugar bien grande en mi mente y en mi corazón.

-¿Por qué dice que no está segura si lo hizo bien o no?

Seguramente, una hace muchas cosas mal y no sabe reconocerlas. Pero he tratado en lo posible. Tengo personajes a los que admiro tanto, como la señora Antonia Moreno de Cáceres; Georgette, la esposa de Vallejo; Micaela Bastidas.

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-¿Micaela Bastidas es uno de los primeros personajes que hace en el teatro?

Cuando estaba estudiando Química en el Cusco, la actuación que veía era la del cine y yo recitaba desde los tres años. Pero de pronto vi una obra de teatro y me quedé pensando esa noche, y me di cuenta de que eso era lo que yo quería hacer.

-¿Por qué estudiaba Química?

Porque cuando entré a cuarto de secundaria, tuvimos un excelente profesor. Yo estudiaba en un colegio de religiosas. El profesor se apellidaba Mendoza. Hacía la descripción del átomo, del núcleo, la unión de los átomos a través del intercambio de los electrones. Y sobre todo nos hablaba de madame Curie: “Miren, señoritas, las mujeres cuando quieren, pueden estudiarla. Fue polaca, pero se fue a Francia. Fregaba pisos y escaleras para sobrevivir, pero estaba estudiando”.

-Usted quiso ser como madame Curie.

Sí pues. Nos orientaba en el sentido de que las mujeres también podían dedicarse a la ciencia. Y después solo ingresamos tres, dos mujeres y un hombre, para Química Industrial. Pero en esa época también fui a averiguar a Radio América, subí toda temerosa y pregunté si era posible trabajar en radioteatro. Me dieron un libreto para que lo lea. Leí dos páginas y la persona que me recibió dijo: “Ya tenemos a la Luisa para esta semana”.

-Pero en casa le deben haber dicho: “¿Cómo vas a dejar la química por la actuación?”.

Yo pensaba que podía hacer las dos cosas. Pero digamos que he tenido suerte y quizás también porque mi mamá me enseñó a leer muy bien.

-¿Algo de la química le sirvió para la actuación?

Primero decidí cambiarme a educación para enseñar ciencias. Incluso, hice mis prácticas en Vitarte.

-Tardó en elegir por completo la actuación.

Así fue. Nunca había creído que una se podía ganar la vida con la actuación; como yo recitaba donde me decían, nunca nadie me pagó.

-Y llegó a escribir obras de teatro.

Nunca me he querido llamar dramaturga, pero usted no se imagina la cantidad de teatro que he escrito. Donde he ido, he tratado de conocer costumbres. También tengo una obra que la escribí en Piura. Y también empecé a escribir Todas las sangres, tengo los libretos listos.

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-Con todo lo escrito y luego de haber declamado a Vallejo, ¿no quiso ser poeta?

No sé si llamar poemas a lo que tengo escrito... He escrito en un momento en que sentía la necesidad de decir cosas. Por ejemplo, hay un poema que se llama “Arena” y es de una chica a la que están llevando a matar, están yendo por la playa; entonces, ella va recordando y le va hablando a la arena lo que está pasando. Y como utilizo términos de elementos químicos, no sé si son poemas, pero creo que todo puede entrar en una metáfora que no necesariamente sean las florecitas celestes.

-Química, profesora, actriz, dramaturga, poeta. ¿Qué más ha hecho?

Creo que mi tarea más grande es mis cuatro hijos.

-Qué privilegiados son de tenerla como madre.

Siento que tengo en mis hijos auténticos seres humanos.

-¿Cómo quisiera ser recordada de acá a 100 años?

Tendré que pensarlo; no se me ha ocurrido qué pensará de mí la gente.

-En todo caso, ¿qué quisiera que se piense de usted?

Eso depende también. Con Claudia Dammert nos conocimos cuando ingresamos al Teatro Nacional Popular en la época de Velasco. Yo estaba en el límite de edad, estaba en 37 años. Ingresé. Claudia también. Y ella era tan sincera... porque a veces en este mundo de la televisión, del teatro, como no hay mucho espacio, hay competencia a este nivel: “Retírate que mejor yo avanzo”. Nos hicimos buenas amigas con Claudia.

-Entonces, usted quisiera ser recordada como alguien que fue clara y honesta.

Sí, sí; si me recuerdan. Yo me presento así, sin ocultar nada ni tampoco hacer creer que soy mejor de lo que soy. Supongo que me recordarán.

AUTOFICHA:

- “Soy Delfina Cristina Paredes Aparicio. Tengo 87 años. Yo siempre digo mi edad y creo que soy la única (risas), no me importa, me dolería ocultar un día de mi vida; creo que la he vivido plenamente y agradezco a mis padres”.

- “Mi padre fue alcalde tres veces en Urcos. En esa época no ganaban nada. Era simplemente por ser una persona que se le conocía, porque hacía cosas. Si podía llevar algo de lo que tenía, ahí estaba. Escribía todos los días de 5 a 7 de la mañana”.

- “Nací en Mollendo, que era el segundo puerto del Perú. Como actriz recuerdo mucho a Evangelina, un personaje andino, la hice en la televisión en el 74. Y ahora no quiero distraerme mucho; por eso quiero entregar de una vez mis obras de teatro para publicarlas”.

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Aracely Quispe

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