Si aún viviera, Karol Wojtyla, el polaco de origen humilde que llegó a convertirse en el Papa , cumpliría hoy cien años. En realidad vivió hasta los 85. De ellos, los últimos 27 fueron para el pontificado que asumió en en 1978 a los 58 años. Con una edad bastante menor al promedio de sus antecesores, usó su energía y resistencia física -pues siempre le gustó hacer deporte-, su motivación evangelizadora, su carisma y práctica teatral, así como los avances de la aviación y de los medios de comunicación, para imponer un estilo diferente al alto cargo del y convertirlo en el Papa peregrino que recorrió el mundo entero reuniéndose con multitudes de fieles y con quienes no eran creyentes, pero respetaban su liderazgo. Fue una misión que cumplió hasta cuando puso y ni el atentado del que fue objeto un 13 de mayo de 1981, en plena Plaza de San Pedro, lo atemorizó. Todo lo contrario. Aunque su fortaleza fue algo minada, solo dispuso más seguridad y el uso de un vehículo blindado que quedó bautizado como el ‘papamóvil’.

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Esas giras internacionales incluyeron dos veces al ; la primera vez en una estadía de cinco días en los que visitó ocho ciudades, en febrero de 1985, y la segunda fue con ocasión del Congreso Eucarístico de los Países Bolivarianos, con lo que se quedó en Lima por casi 40 horas, en mayo de 1988.

Los 100 años de Juan Pablo II, el Papa que se sintió charapa

La primera fue una visita que aún suscita muchas emociones y dejó innumerables estampas para el recuerdo en varias regiones del país. Fueron largos meses de preparación en las postrimerías del gobierno de para recibir a un pontífice en momentos que el país sufría ya la violencia terrorista. Así, con fuerte resguardo, entre el 1 y 5 de febrero de 1985, Juan Pablo II recorrió Arequipa, Cusco, Ayacucho, el Callao, Piura, Trujillo, Villa El Salvador e Iquitos. A todos los lugares llevó un mensaje de paz y justicia, pero su arribo a la ciudad de Huamanga, donde el terror de Sendero Luminoso estaba campeando, la trascendental visita a un pueblo que se desangraba fue un hito y una voz de indignación a la vez que de consuelo. Pero también de alegría. Se reconocían en este líder de la Iglesia Católica sus dotes de gran comunicador y de saber identificarse con la cultura de cada pueblo. Por ello, una de las anécdotas inolvidables de esa gira es que cuando en la selva la gente coreaba que Juan Pablo, el Papa amigo, era también un charapa, él contestó de inmediato con un “el Papa se siente charapa”.

Su segundo arribo al Perú se produjo el 14 de mayo de 1988, en el primer gobierno de . Se iba a desarrollar en Lima el Congreso Eucarístico y Mariano de los Países Bolivarianos y Juan Pablo II presidió el acto central con una multitudinaria misa en la explanada de Plaza San Miguel. Antes fue recibido en Palacio de Gobierno. Un estricto protocolo debía cumplirse en el patio de honor y afuera en la Plaza de Armas, donde niños y familias, además de varios funcionarios del gobierno esperaban.

Sin embargo, apenas asomó la túnica alba del Papa se desató una gran algarabía y hasta los periodistas desde nuestros lugares asignados en la casa de gobierno llamábamos al pontífice a viva voz, y él respondía saludando sonriente y echando bendiciones. Una nota personal es que esa quizás sea una de mis credenciales de prensa más preciadas, la de la cobertura de aquella visita papal en mis inicios como periodista.

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Juan Pablo II no volvió al Perú a pesar de varias iniciativas y pedidos. Nueve años después, sin embargo, me tocó otra vez ser testigo de su acercamiento y vínculo con el Perú. Esta vez para dar nuevamente serenidad y consuelo. Durante la toma de la Embajada del Japón por el MRTA, el pontífice se mantuvo en oración esperando una solución pacífica a la crisis de los rehenes, un hecho que tuvo en vilo a la comunidad internacional por 126 días.

La solución no pudo ser pacífica y tras el rescate de 71 de los 72 rehenes en abril de 1997, dos meses después, el 16 de junio, el Papa recibió en Roma al entonces presidente Alberto Fujimori y a su comitiva que fundamentalmente integraban los deudos del vocal Carlos Giusti, rehén del MRTA que perdió la vida en la operación Chavín de Huántar, y de los oficiales del Ejército Juan Valer y Raúl Jiménez que también murieron liberando a los retenidos. A pesar del dolor que se sentía en el prolongado vuelo a bordo del avión presidencial, luego, en el Vaticano, los familiares de estos caídos a manos del terror sintieron cierta paz luego de la conversación que tuvieron con el Papa, una figura que, como muchos líderes, genera controversia y ha motivado ciertas críticas a su posición conservadora a la luz de hallazgos y acontecimientos posteriores, pero dejó un legado de firme defensa de la dignidad humana y de la paz.

Datos:

- Fue canonizado por el Papa Francisco el 27 de abril de 2014. Se le atribuyó su intercesión en un milagro.

- Devoto de la Virgen de Fátima, sufrió un intento de asesinato a manos de Alí Agca, un 13 de mayo, fiesta de esa virgen.

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