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Redacción PERÚ21

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Mónica Delta,Opina.21mdelta@peru21.com

Había que parchar el gabinete tras dos bajas a consecuencia de un "rosario de equivocaciones" en el VRAE, y así lo hizo. El resultado, a primera vista, ha sido poco novedoso y con olor a corta vida. Más allá de las inmediatas críticas que han generado los nombramientos de José Urquizo –por su accidentado paso por el Ministerio de la Producción debido al tema de la merluza– y Wilver Calle –por ser uno de los firmantes de la obscena carta de sujeción al régimen fujimorista–, lo que parece evidenciar es que el mandatario prioriza su confort zone, es decir, su zona de comodidad y confianza, al escoger a sus colaboradores. El que sean sus amigos es más importante que el apostar por personas con perfiles distintos que el momento político podría estar exigiéndole dada la dimensión del reto. El tener que decidir por ministros con fuerza propia no parece estar en el radar del presidente. En el caso de Urquizo, está en las filas del nacionalismo desde el 2006 y fue un ministro con un perfil casi inexistente. Lo veremos ahora en Defensa. El Gral. ® Calle también le resultaba un viejo conocido desde su estancia en Corea, adonde llegó tras el 'Locumbazo'. Otra explicación más simple sería que el cambio de cartera de un ministro y el nombramiento de un viceministro obedeció a una decisión de coyuntura para tener un poco más de aire y llegar con menos presión hasta el 28 de julio. En cualquiera de los casos, no parecen decisiones muy meditadas por la magnitud del problema: una lucha contra el narcoterrorismo que tiene a los despiadados hermanos Quispe Palomino avanzando hacia el Huallaga, tratando de recapturar la zona de 'Artemio'. Es verdad que Humala sigue con un respaldo popular de más de la mitad de la población, pero como él mismo ha dicho: "No puedo hacer lo que quiero sino lo que hay que hacer". ¿Fue esto lo que hubo que hacer?