Protesta, justicia y orgullo
Protesta, justicia y orgullo

Por Piero Vásquez, abogado en derechos humanos y miembro del consejo directivo de Presente ONG.

Celebramos el orgullo LGBTIQ+ como una fiesta y es correcto. La alegría como forma de protesta es un arma poderosa de transformación. Es algo así como “a pesar de todo, aquí seguimos y sobrevivimos, celebrando”. Sin embargo ¿qué se esconde detrás de lo bailado? La agenda por los derechos humanos de las personas LGBTIQ es de las más pendientes en nuestro país y mucho tiene que ver con que algunos sectores de la población han sido efectivos en banalizarla. Lamentablemente, son pocos los contrapesos estatales que aparecen para hacerles el pare.

Un argumento recurrente es que “habiendo tantos problemas en el Perú, la agenda LGBTIQ es un capricho”. Lo que esconde esta afirmación es muy problemático, porque invisibiliza las violaciones a los derechos humanos más dramáticas que experimentamos las personas LGBTIQ: la violencia por prejuicio. El principal problema de las personas LGBTIQ en el Perú es la violencia que viene de parte del Estado o aquella que es infligida por personas particulares, tal como lo sentenció la Corte Interamericana (Azul Rojas vs. Perú). La violencia por prejuicio contra las personas LGBITQ es una manifestación de la ausencia y despreocupación del Estado, que nos despoja de toda ciudadanía. En su forma más perniciosa habilita a los terceros a actuar como un panóptico ciudadano del género, corrigiendo a través de varias formas de agresión cualquier manifestación de la diversidad sexual que se aleje de lo heterosexual y lo cisgénero, lo que en su pensamiento (estereotípico) es lo virtuoso y lo correcto.

Estas manifestaciones de violencia por prejuicio empiezan con el carro que pasa y te grita “saoooo” cuando vas de la mano con tu pareja por la calle. De modo incremental, pueden convertirse en la expulsión desde un supermercado solo porque demuestras afecto a tu novio, como le pasó a Manuel Olivera. Pueden volverse la prohibición de ingreso a una discoteca de moda con tus amigas, solo porque eres una mujer trans, como le pasó Godfrey Arbulú. Pueden tomar la forma de una señora que piensa que tiene el derecho de botarte de su calle porque estás tomando fotos con tus amigos LGBTIQ para tus redes sociales. Y aunque te defiendas ¿cómo queda tu autoestima?

¿No parece tan grave? Qué tal no poder asistir al funeral de tu pareja porque tu empresa no considera que se trata de un “familiar directo” porque tu unión familiar no es reconocida por el Estado o que el aguantarte la orina te ocasione infecciones porque en tu trabajo no hay un baño al que puedas ir como persona trans, todos casos reportados confidencialmente a Presente ONG. O cómo verías que te violen y torturen sexualmente en una comisaría en Casa Grande por ser homosexual como le ocurrió a Azul Rojas Marín (hoy mujer trans). Qué te parecería ser víctima de violación correctiva para que cambies tu orientación sexual como declararon anónimamente lesbianas en el informe “Estado de Violencia”. Qué tal que cinco tipos te masacren en presencia de dos policías, que corten tu rostro y cuerpo con picos de botella en medio de una noche muy oscura en la que nadie quiso ayudarte y que en el centro de salud nadie quiera limpiar tus heridas porque creen que tu sangre trans es infecciosa, como le pasó a Yefri Peña.

¿Más? Qué tal que el MRTA te asesine en Tarapoto en el Bar Las Gardenias por ser LGBTIQ en 1989. Y qué tal que tu país no haya cambiado nada en casi 25 años, al punto que te maten en Trujillo con cuatro balazos simplemente por expresar tu identidad de género, como le pasó a Zuleimy a sus catorce años el 2016.

El común denominador de todo esto: la impunidad y falta de protección del Estado peruano. Esta es la urgencia que reclamamos las personas LGBTIQ. Esta es la agenda impostergable. La erradicación de la violencia y la lucha contra la impunidad son obligaciones estatales de derechos humanos.

En memoria de nuestrxs muertxs le arrancamos orgullo al dolor, pero sin perder de vista lo trascendente: la celebración del orgullo también es una protesta por justicia.