Colectivo marcha hoy al Congreso de la República (Foto: Referencial/GEC)
Colectivo marcha hoy al Congreso de la República (Foto: Referencial/GEC)

Convencido de estar haciendo lo correcto, en su rol de macho proveedor y protector, Carlos Hualpa ayudó en una ocasión a su compañera de trabajo Eyvi Ágreda a librarse de unos ladrones, alguna vez la invitó a comer e incluso la ayudó a comprarse unas zapatillas con una tarjeta, favor que ella devolvería pagándole en cuotas. Estaba convencido, también, de que Eyvi no sería nada sin él pues ¿quién iba a defenderla? ¿Quién iba a llevarla a comer un pollo a la brasa? ¿Quién iba a ayudarla a comprarse unas zapatillas? ¿Así nomás? ¿Por su linda cara? No, princesa, pensaba Hualpa, ahora tú me debes, al menos, una miradita, ahora no te hagas la estrecha, ahora correspóndeme, yo también soy guapo, me mato yendo al gym y afanándote, de huevón no tengo un pelo.

Eyvi Agreda (1996-2018) tenía una cara preciosa. Algo que llevaba con naturalidad, sin tiempo para tanto glamour, pues había llegado a Lima a los 17 años desde Cajamarca, había estudiado administración de empresas en esta inmensa y ajena ciudad, y tenía que trabajar duro como cajera en un establecimiento de comida para ayudar a sus padres. Pero le gustaba arreglarse, resaltar su belleza en lo posible, sentirse bien. Hasta que a un enfermo emocional se le antojó que esa belleza provinciana y vulnerable tenía que ser para él o para nadie. Además, era la presa perfecta, quince años menor y tranquilita, no una perra como la mayoría. Hualpa tenía 37 años y seguía viviendo con sus padres en Carabayllo, donde los vecinos lo percibían como una persona pacífica, incapaz de matar una mosca.

El problema fue que a Eyvi (qué se ha creído la muy perra) no le gustaba el enfermito. Al comienzo había aceptado verlo como amigo, pero luego se había hartado de sentirse asediada, acosada, exigida y chantajeada por un hombre pusilánime, que a sus casi 40 seguía esperando que su madre le cortara las uñas. Carlos Hualpa empezó a desesperarse y a rezar, pues era un fiel creyente de Dios y la Virgen y ellos, mejor que nadie, sabían que él se había ganado el cielo, siendo tan caballero con la chica, tanto pendejo suelto y él un ángel. Pero pese a sus plegarias, Eyvi marcó toda la distancia que pudo, intentando librarse de él. Hasta que, harto de rezos y decepciones, el pobre Carlitos le quemó la cara, matándola. Ayer, la Fiscalía recordó el pedido de 33 años de prisión por feminicidio para Hualpa. Ayer, también, el movimiento Con Mis Hijos No Te Metas paralizó las calles para marchar hacia el Congreso contra el enfoque de género en la educación peruana. Qué manera de no verla, ignorantes de celeste y rosado.

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