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El tema de hoy: Efecto búmeran
“Quisieron tender puentes con esa población que hoy los denosta, invocaron a la reconciliación (...) pero ninguno reconoció responsabilidad por sus actos”.
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Con apenas unas horas de diferencia, el presidente Pedro Pablo Kuczynski y su hoy indultado antecesor Alberto Fujimori se dirigieron al país para pronunciarse –cada cual a su estilo– sobre la controvertida gracia presidencial otorgada al líder del fujimorismo en vísperas de Navidad.
Primero lo hizo el jefe de Estado. Inseguro, casi clandestino, en un escenario impropio para un mensaje a la nación, con un discurso poco convincente y una presentación para salir del paso que le ha valido más críticas que satisfacciones.
“Esta ha sido quizás la decisión más difícil de mi vida. Se trata de la salud y las posibilidades de vida de un ex presidente del Perú que, habiendo cometido excesos y errores gravísimos, fue sentenciado y ha cumplido ya 12 años de condena”, sostuvo el mandatario en su alocución.
Lejos de aliviar tensiones, su timorata explicación sobre por qué hizo lo que dijo que no haría, su referencia a errores y excesos en lugar de crímenes y su defensa a la gestión de gobierno del indultado han terminado golpeando aun más su mellada credibilidad.
Horas después, fue Alberto Fujimori quien, desde su internamiento en la Unidad de Cuidados Intensivos de una clínica local –única en su género por su clamorosa falta de mascarillas, batas y otros equipos que evidenciarían el cuidado extremo que merece un paciente en estado de riesgo–, salió al frente de los detractores de la gracia presidencial.
“Soy consciente de que los resultados de mi gobierno de una parte fueron bien recibidos, pero reconozco que he defraudado también a otros compatriotas; a ellos les pido perdón de todo corazón”, manifestó.
Lamentó haber decepcionado a los peruanos, pero hasta ahí nomás y obvió a quienes, 25 años después, tienen todavía heridas abiertas por casos como los de La Cantuta y Barrios Altos, etc., y le reclaman un mea culpa y un pedido expreso de perdón.
Kuczynski y Fujimori quisieron tender puentes con esa población que hoy los denosta, invocaron a la reconciliación sin éxito, pero ninguno reconoció responsabilidad por sus actos y decisiones. Quizás por eso sus intervenciones han tenido más bien un efecto búmeran que será difícil, ojalá no imposible, de revertir.
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