"Deberían entender que están ya de salida, pero son tan evidentes, mostrando groseramente que no quieren dejar el poder". (Foto: Congreso)
"Deberían entender que están ya de salida, pero son tan evidentes, mostrando groseramente que no quieren dejar el poder". (Foto: Congreso)

Esta semana hemos sido testigos, una vez más, de las incongruencias e ilegalidades del Congreso, con su pretensión de imponer a la fuerza la elección de los magistrados del (TC) sin seguir el debido proceso y, peor aún, sin respetar su propio reglamento, que, por cierto, tiene rango de ley para el funcionamiento parlamentario.

El juego de intereses y la necesidad imperiosa de copar el TC con sus allegados, expuesto por varios conspicuos congresistas, han sido escandalosos. Desde la irregular imposición de una legislatura hasta la pretensión de ampliar su duración hasta el 26 de julio, cuando se sabe que por tradición ya el nuevo Parlamento elegido está en actividades preparatorias para la asunción de mando, como corresponde en cada lustro.

Deberían entender que están ya de salida, pero son tan evidentes, mostrando groseramente que no quieren dejar el poder; además, por sus acciones se desprende que no les importa ya nada, ni las consecuencias políticas y legales de sus actos, como el hecho de desconocer una medida cautelar de un juzgado constitucional, que solo les pedía cumplir con el reglamento para la elección de los magistrados del TC.

Son dos semanas que se nos vienen probablemente con más leyes inconstitucionales, con proyectos declarativos de toda índole, inclusive para crear nuevos distritos, y seguro con la insistencia de aprobar modificaciones constitucionales en una legislatura ilegal que el próximo Parlamento tendrá que revisar inmediatamente al asumir el poder. Y espero que no se olvide de las respectivas acusaciones constitucionales a varios de los promotores de estas ignominias al país.

¿El próximo Congreso llegará a tener un nivel mayor de descalificación? Todo es posible. Muchos creíamos que el del periodo 2016-2019 fue nefasto, pero este último hace méritos para seguir degradando al primer poder del Estado en plena celebración del bicentenario.

*Es una expresión americana para hacer alusión a alguien que ya está por entregar el cargo por el que fue electo y ya tiene sucesor. Se desprende del inglés “lame duck” (pato cojo).