El presidente del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijoo. (Foto de JAVIER SORIANO / AFP)
El presidente del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijoo. (Foto de JAVIER SORIANO / AFP)

El debate de investidura en , que tuvo por protagonista a en tanto representante del partido más votado, resultó como se esperaba. O, peor aún, como se temía. Sin milagros.

Se supone que habría que decir que tampoco hubo sorpresas; que cada uno dijo lo que se esperaba. Que la derecha de Feijóo no fue capaz de atraer el voto de la derecha vasca. Y que cada diputado votó, no lo que quería, sino en puridad lo que su partido imponía. “Vivan las cadenas”, que decían los súbditos de Fernando VII.

Pero hubo sorpresas. Feijóo era hasta ayer un político casi desconocido en España. Toda su carrera, muy exitosa, la desarrolló en Galicia. Ya había sido tentado con anterioridad con la idea de dejar la política regional y pasar a la nacional, pero se resistió. Galicia era su feudo y sus políticas, de las pocas con mayoría absoluta.

La sorpresa es que ha resultado ser un excelente parlamentario. Incisivo, concreto, valiente y directo. Se ha afirmado, como líder de la oposición; lamentablemente para los suyos, no como presidente de gobierno.

También sorprendió Pedro Sánchez de cuya megalomanía creíamos saber todo. Su sorpresa fue de corte institucional. No contestó al candidato. Marchó del Congreso, y dejó en su lugar a un diputado más que grosero. ¿Mala educación institucional? Desde luego. Y afán, como siempre, de ningunear. De insultar a la ciudadanía

Él solo tiene un discurso: “Presidiré un gobierno de progreso”. Lo que todavía no ha explicado (si lo hace, también será una sorpresa) es cómo se puede presidir un gobierno progresista con partidos de la derecha independentista. Aquella cuyos postulados se aproximan más a las ideas racistas y excluyentes que a una visión inclusiva de la sociedad.

TAGS RELACIONADOS