Se han cumplido 10 años desde que la banda terrorista ETA anunciara el fin de sus actividades. O sea, desde que dejara de asesinar, extorsionar, secuestrar… En fin, de causar daño a la sociedad española.
En ese entonces, no pidió perdón. Ni reconocieron que solo a ellos se debía todo el dolor causado, materializado en el asesinato con tiro a la nuca o bombas de unos 1,000 seres humanos.
Con motivo del aniversario del anuncio del fin de la violencia, en una declaración que nos tomó desprevenidos, compareció Otegui, antiguo terrorista, hoy convertido en político que negocia con el Gobierno español, para señalar que el transcurso del tiempo ha demostrado que su decisión de abandonar las armas fue plena, y sin fisuras; para decir que creen en la paz y democracia, y para –por fin– mencionar de forma específica a las víctimas causadas por la violencia de ETA.
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Paso importante, no exento de cicaterías, porque a continuación de ese reconocimiento, Otegui empezó a abusar en su discurso del tiempo impersonal de los verbos, como si no hubieran sido ellos los sujetos activos de tanto vil asesinato.
En la hora del balance, hay que reconocer que, tras ese “cese de la violencia”, no se ha vuelto a producir ningún ataque terrorista, ni ninguna declaración que ponga en duda el anuncio. Y que, por fin, hablaron de “las víctimas que causó la ETA”, aunque sin pedir perdón. Lo que causó el rechazo de las asociaciones de víctimas.
Pero (siempre hay un pero) cuando parecía que algo empezaba a cambiar, al día siguiente, el propio Otegui recordó que no aprobará los presupuestos del Estado si no se sacan todos los presos. O sea, que todo era pura y dura estrategia.