Descuido imperdonable

Si estamos hablando de una unidad de élite para combatir un cáncer tan complejo en el país como es la corrupción, pues la PNP debió estudiar a fondo las posibles vulnerabilidades de sus integrantes.

Se supo en días pasados, durante el proceso que se le sigue a la fiscal Patricia Benavides, que, en la Diviac, la unidad anticorrupción que dirigía Harvey Colchado se había infiltrado un “topo”. Es decir, un informante que servía a los intereses de la suspendida fiscal de la Nación y su hermana Emma.

Resulta que ese “topo”, el capitán Jorge Rodríguez Menacho, que devino en la mano derecha del coronel Colchado, las mantenía al tanto de los avances de las investigaciones de su equipo y a la vez hacía desaparecer pruebas en contra, por ejemplo, de las hermanas Benavides acusadas de mantener negociados con distintas redes criminales.

Como se recordará, sobre la mayor de las hermanas, Emma, pesan fundamentadas pesquisas fiscales sobre cobro de coimas y liberación irregular de narcotraficantes.

Pero lo grave, el problema fundamental, es lo ocurrido con el capitán Rodríguez Menacho. No es posible que en la entidad sus superiores no hayan tomado precauciones para proteger a este oficial, que tenía una notoria vulnerabilidad: una enfermedad incurable cuyo tratamiento es sumamente costoso y delicado.

Durante la lucha contra el terrorismo, a los oficiales del GEIN se les protegió no solo a ellos sino a todo su círculo familiar para que pudieran dedicarse a sus tareas policiales sin temer por sus seres queridos. En las divisiones antinarcóticos se protege e igualmente monitorea a los agentes con pruebas toxicológicas periódicas.

Si estamos hablando de una unidad de élite para combatir un cáncer tan complejo en el país como es la corrupción, pues la PNP debió estudiar a fondo las posibles vulnerabilidades de sus integrantes. Más si se trataba de alguien con una enorme responsabilidad, pues llevaba el control de audios y demás documentación sensible sobre el expediente de Los Cuellos Blancos, por ejemplo.

Algo que ciertamente sí hicieron los corruptores, en este caso Luis Castillo Alva y Mirtha Gonzales Yep, quienes para acercarse al oficial y poder corromperlo –ya debidamente enterados de su enfermedad– le compraban las onerosas medicinas que requería su tratamiento y se las traían del extranjero.

Se trata, pues, de un descuido descomunal e imperdonable de los altos mandos policiales, llamados a monitorear celosamente la vida y conducta de sus oficiales, incluso fuera de sus tareas en la institución.

Pareciera que en la PNP no se dieran cuenta o no se tomaran en serio lo que significa luchar contra un enemigo tan poderoso como es la corrupción en el Perú.

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