Se viene la llamada Toma de Lima, expresión que busca motivar una gran movilización ciudadana desde la región de Puno y que, además, está autoconvocándose desde diferentes regiones. Están asumiendo protagonismo ciertos líderes locales, muchos de ellos cuestionados en sus propias regiones y con evidentes ambiciones de poder.

Pero que quede claro que esta pretensión de algunos oportunistas no deslegitima la marcha, como tampoco la convocatoria amplia que se ha hecho y que está teniendo cierta respuesta en diversos sectores del país, que muestran su disconformidad con el gobierno actual y las tropelías del Congreso.

Siempre va a haber gestión de intereses creados cuando se trata de este tipo de manifestaciones masivas. Porque es un espacio ideal para buscar protagonismo. Por eso se ve a varios candidatos y aspirantes al Congreso muy entusiastas con estas convocatorias.

La realidad evidentemente es otra y me permito hacer algunas inferencias para que se entienda lo que puede pasar el próximo 19 de julio. Lo primero es que el escenario es propicio para organizar una movilización social, por el alto nivel de desaprobación que tienen nuestras autoridades, que se han ganado a pulso el cuestionamiento de la población y prácticamente están deslegitimadas. Así lo refrendan las encuestas.

Además, el problema social de inicio de año no se ha solucionado; solo se postergó por varios factores relacionados a la necesidad de trabajar y sustentar a sus familias, además de la llegada de actividades sociales y culturales que son muy arraigadas en el sur del Perú.

Es difícil que, en estas circunstancias que vive el país, después de la pandemia y la primera oleada de manifestaciones, escale la conflictividad a los niveles vividos. Al contrario, percibo que un gran sector de la población priorizará sus actividades cotidianas, porque necesita trabajar para vivir.

Por eso resulta negligente que el premier despliegue una estrategia tratando de descalificar la movilización con las expresiones de una narcoterrorista, que aprovecha esta coyuntura para visibilizarse. Pretender relacionar a los manifestantes con el terrorismo es provocar, más bien, la conflictividad y muestra que el gobierno no entendió lo que sucedió a inicios de año y, de seguir así, estaríamos condenados a repetir el escenario caótico y de violencia exacerbada que hemos vivido.

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