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[OPINIÓN] Patricia Teullet: Recordatorio desde Argentina

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Fecha Actualización
El momento que atraviesa Argentina puede compararse con aquel que tenía el Perú en 1990: hiperinflación, devaluación y déficit fiscal causado por los resultados de empresas públicas pésimamente gestionadas y financiadas mediante emisión. En Argentina las medidas anunciadas por Milei para realizar las correcciones tendrán un costo muy alto para una población acostumbrada a vivir de subsidios y precios de servicios públicos que no reflejan los costos reales. Con una oposición que no hará nada por facilitar las cosas, es de esperar, como ya se vienen registrando, que haya protestas y manifestaciones contra un ajuste inevitable.
En el Perú, el paquete de medidas de 1990, conocido como el fujishock, incluyó la liberalización de precios orientada a eliminar el déficit fiscal y las necesidades de endeudamiento por parte del gobierno. Después del anuncio de los ajustes, el país quedó sumido en una especie de estupor: como consecuencia de muchos años de gobiernos populistas y estatistas, no había más remedio que sufrir el impacto de medidas que apuntaban a sincerar los precios, a frenar el déficit fiscal, a controlar la inflación, a una reinserción en los mercados internacionales y a una mucho menor participación del Estado en la economía.
A diferencia de lo que ocurrió en el Perú, donde el programa de ajuste por parte del gobierno de Fujimori fue inesperado (fue el previsto en el Plan de Gobierno de Vargas Llosa, candidato opositor), en Argentina, Milei ha sido absolutamente claro respecto a las medidas que será necesario implementar. Pero eso no lo hace menos difícil.
Hoy en el Perú, más de treinta años después, es importante que miremos a Argentina y recordemos que lo que hemos logrado en términos de estabilidad macroeconómica tuvo un enorme costo para la población, algo que es imprescindible no perder de vista, especialmente en un momento en el cual las tentaciones de aceptar un mayor déficit fiscal (y romper las reglas) están presentes y cuando tanto desde el Congreso como desde el Ejecutivo hay iniciativas de retorno a un populismo cuyos resultados ya conocemos.
Con un país en recesión puede resultar difícil apreciar todo lo que hemos logrado en términos de crecimiento y reducción de la pobreza. Lo inmediato pesa más. Pero recordemos, nuevamente, mirando a la Argentina: el Perú todavía tiene los fundamentos que le permiten tomar medidas puntuales y retomar el crecimiento. Sin embargo, en este momento el gobierno no parece estar en capacidad de responder con medidas que den un mínimo de confianza a los mercados y, sin ellas, es poco probable que pueda darse una suficiente recuperación del crecimiento.
¿Podría ser diferente? Debería, pero es difícil. Tenemos un Ejecutivo débil, incapaz de enfrentarse al Congreso o al poder de la informalidad o de la ilegalidad. Hay temor hasta de anunciar proyectos de inversión listos para su ejecución y eso reduce las probabilidades de recuperar la iniciativa privada como motor de crecimiento. Y la inversión pública no solo es insuficiente, sino que tiene sus propios demonios, especialmente cuando depende de los gobiernos locales y regionales.
Aunque las esperanzas de un buen desempeño en 2024 están acotadas, los resultados se esperan algo mejores que los de 2023. Una vez más, ello logrado sobre la base del sacrificio de los peruanos que pudieron sobreponerse a los ajustes de la década de los 90 que no fueron otra cosa que el pago de la factura de los desórdenes anteriores.
Cuando leamos las noticias sobre Argentina, recordemos que nosotros lo teníamos peor, y pudimos superarlo. El esfuerzo que debemos demandarnos hoy es mucho menor. Imperdonable no intentarlo.
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