INTO THE WILD, Emile Hirsch, 2007. ©Paramount/courtesy Everett Collection
249/cordon press
INTO THE WILD, Emile Hirsch, 2007. ©Paramount/courtesy Everett Collection 249/cordon press

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Me gusta relacionar las películas con la vida, con nuestras vidas. No importa qué tan ajena sea la trama, si acontece en el pasado o en otra galaxia; siempre estamos ante la presencia de personas: humanos complejos con deseos que los conducen hasta lo remoto o hasta la locura con tal de conseguir lo que anhelan, y en el camino, interactúan con otros personajes igual de singulares. Estas relaciones suceden en la ficción y en la vida.

En tiempos de COVID volví a ver Hacia rutas salvajes y descubrí que guarda una relación con algo que estamos viviendo actualmente: el anhelo por la libertad. Me gustaría detenerme para describir la hermosa cinematografía de la película de Sean Penn y cómo este actor convertido en director adaptó un libro basado en la vida real para traernos este film que ha sido biblia y norte para aventureros de cuerpo y mente, pero voy a enfocarme en el aprendizaje que podemos darles a nuestras vidas.

Durante nuestro paso por este mundo hay algo que nos mantiene vivos y hacia adelante: el deseo. El deseo por algo que no tenemos, pero que queremos como nada más en el mundo. Idealizamos nuestro objetivo como la clave para nuestra felicidad. Ideamos un plan y ejecutamos acciones que nos permitan —aunque sea— acariciar esa sensación de paraíso terrenal.

Hace unos meses perdimos la libertad al estar enclaustrados en nuestras casas por la pandemia. Y en pocas semanas, las personas se vieron envueltas en desesperación. Ya sea por necesidad laboral, social o por hacinamiento. Ya no queríamos estar en nuestras casas. Pero, ¿no les pasaba a ustedes o conocidos suyos (pre-COVID) que soñaban despiertos con quedarse en sus casas y aislarse de la sociedad? Las redes están llenas de memes y actitudes antisociales, celebradas por millones como un estilo de vida. El aislamiento como mecanismo de defensa ante el incipiente cansancio social. Ese deseo no es más que una fantasía, pues ahora que lo conseguimos, ya no lo queremos.

En la cinta, Chris McCandless se va a lo más remoto del mundo para buscar iluminación y tranquilidad separado de la sociedad y acaba muriendo de hambre, sin cumplir realmente lo que buscaba. Irónicamente, la causa de su muerte fue el propósito de su vida. El romanticismo de la soledad terminó siendo más salvaje que la naturaleza misma. Este film es una fantasía para muchos, pero las fantasías deben permanecer inalcanzables, pues cuando las materializamos, pierden el sentido de deseo que nos empujaba hacia adelante inicialmente.

Existimos deseando algo que no tenemos. Hoy no tenemos la libertad de ayer. Pregúntate qué vas a hacer realmente cuando la recuperes. Este, aunque no lo creamos, es el momento de iluminación que tanto buscamos en nuestras vidas. Cierro con esta frase de McCandless: “Muchas personas viven en circunstancias infelices y, sin embargo, no tomarán la iniciativa de cambiar su situación porque están condicionadas por una vida de seguridad, conformidad”.

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