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El infierno normativo
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La intención no es lo único que cuenta. Esto es cierto en muchos aspectos de la vida, y la regulación es uno de ellos. Así como dicen que el infierno está lleno de buenas intenciones, también lo está el conjunto de normas peruanas, que más que un conjunto es un caos.
Muchas normas pueden nacer de una buena intención, pero terminan dando un resultado negativo, muchas veces contrario al esperado. Un botón de ejemplo: autorizar la devolución de aportes de la ONP de un fondo que no tiene dinero disponible y que significaría un costo fiscal muy alto.
A pesar de la ironía, hay una tremenda falta de comprensión de los alcances de las normas por parte de quienes tienen la responsabilidad de normar. Se sobrevalora y subvalora al mismo tiempo el tema regulatorio. Por un lado, creen que es una poción mágica capaz de resolver todos los problemas, y al mismo tiempo, no se dan cuenta de (o no les importa) las consecuencias que puede traer una mala regulación.
Y es que muchas veces la derivada de una buena intención es populismo puro, que tiene un discurso que afirma importarle el bienestar de los ciudadanos y empatizar con necesidades, rabias y frustraciones, pero que no ofrece ninguna respuesta o solución verdadera.
Y si bien las últimas normas emitidas que tanto le van a costar al país son responsabilidad de los congresistas, también los electores somos responsables. Este Congreso, así como el anterior, de los que con tanta razón nos quejamos, los elegimos nosotros.
No dejemos que, en las siguientes elecciones, nuestras frustraciones voten por candidatos con careta de empatía, alma populista y propuestas que van directo a los círculos del infierno normativo.
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