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Burócratas, vade retro
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Tan perniciosa como la corrupción puede ser también la indolencia de los funcionarios del Estado, de aquellos burócratas que se limitan a cumplir rutinariamente con su trabajo sin mirar más allá del horizonte de los escritorios que tienen delante, sin detenerse si quiera un segundo a pensar en las consecuencias de sus acciones o inacciones.
Si no hubiera sido por la denuncia de Perú21, esas 17 mil toneladas de alimentos almacenados en 58 mil colegios públicos del país, destinados al Programa Nacional de Alimentación Escolar Qali Warma –cuyo uso se suspendió por la pandemia, junto con las clases escolares–, podrían haberse deteriorado y terminado en algún basural. No obstante, el presidente Martín Vizcarra, quien seguramente leyó el informe, evidenciando buenos reflejos, rescató de inmediato los productos almacenados y dispuso que el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) los distribuyera, a través de los Comités de Alimentación Escolar, a los padres y/o madres de familia o apoderados de los pequeños usuarios de ese servicio alimentario, beneficiando así a alrededor de 3 millones de niños de centros educativos nacionales.
Como se dijo en el referido reportaje, hubiera sido inaudito que, justo en horas tan difíciles para el Perú, esta enorme cantidad de alimentos –menestras, fideos, harinas, arroz fortificado, leche evaporada, galletas nutritivas, leche en polvo, azúcar y proteínas de origen animal en conserva, tipo carne de res, pollo y pescado– se echara a perder.
Se hace imperativa, eso sí, una investigación a fondo para determinar las responsabilidades de que este valioso cargamento estuviese “durmiendo” en los depósitos escolares, sin que a ningún funcionario se le ocurriera proponer una alternativa de uso.
No son tiempos estos para la negligencia o la simple dejadez administrativa en las instituciones del Estado. Poner en riesgo insumos tan valiosos para los escolares peruanos, haya o no haya clases presenciales, debería ser considerado un delito. Los burócratas deben poner las barbillas en remojo y estar dispuestos a recibir sanciones ejemplares si, por su culpa, se repiten casos como este, cuya gravedad se redobla por las circunstancias que vive el país. A estas alturas, el burócrata insensible ya es un enemigo del Perú.
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