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Cholo soy y no me compadezcas

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Alejandro Toledo, ex presidente del Perú. (USI)
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Solo quienes lo conocían de cerca y muy bien podían adivinar la tragicomedia que hoy representa Alejandro Toledo.
Detenido en los Estados Unidos, mientras se resuelve el pedido de extradición de la justicia peruana, “el cholo del etiqueta azul” debe lidiar con sus peores fantasmas. Su paranoia es perfectamente atribuible al síndrome de abstinencia, pero también a la ausencia de escrúpulos y valores. Solo él sabe en qué momento se convirtió en un despojo de lo que pudo ser y cuándo envileció su espíritu, atraído por el poder y, sobre todo, el dinero.
Una mezcla de tristeza y rabia provoca hoy recordar la historia del joven de Cabana que gracias a su habilidad en el fútbol pudo estudiar en el extranjero, graduarse de economista, y luego ser elegido presidente del Perú.
A Toledo se le apareció la virgen cuando se convirtió en el rostro de la reserva moral y la resistencia. En la opción que teníamos de torcer a la dictadura de Fujimori.
Es injusto responsabilizar a quienes lo apoyaron de sus errores. Era otro el momento, otra la historia y, seguramente, otro Toledo. Un poco más sano, aunque nunca sagrado.
Más de treinta millones de dólares fue el soborno que le cobró a Odebrecht. Hasta el momento el más alto que pagó la constructora brasileña a un ex mandatario.
Su detención es una buena noticia para una nación con tendencia al pesimismo. Que su esposa Eliane Karp, investigada también por el Ministerio Público, le haya gritado “hijo de p...” al fiscal Rafael Vela debería llenarnos de orgullo y alimentar nuestra esperanza.
El equipo especial Lava Jato nos está mostrando la peor cara de quienes debieron ser los guardianes de la república y la democracia. Es nuestra la responsabilidad de fortalecerla, aunque el resultado vaya a ser otra vez imperfecto.
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