notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Llego a la cuarta y final entrega, en respuesta al encargo del director de revisar en detalle un año de ediciones del diario. No me detengo a recapitular lo hallado y mis comentarios están en las tres entregas previas. Me toca ahora hacer recomendaciones sobre la cobertura electoral de las elecciones del 2016, tanto las presidenciales como las del Congreso.

Con el riesgo de repetir un lugar común, insisto en que es un encargo difícil. En primer lugar, porque no estamos descubriendo la pólvora. Cualquiera que se aventure por el Internet encontrará decenas –si no centenas- de textos en diversos idiomas que, a lo largo de los años, de manera general y también específicamente para países de los más diversos del mundo, donde se analizan y se evalúan coberturas electorales de medios de comunicación. En segundo lugar, porque quienes hacen Perú21 son periodistas experimentados, que conocen su oficio y que no necesitan que alguien venido de fuera les repita lo que ya conocen.

Dicho lo anterior, quiero hacer una reflexión de cara a los lectores de lo que yo aspiraría que fuese la cobertura de Perú21 sobre las elecciones del 2016. Ojalá que luego de leer estas líneas sean más los lectores que coincidan conmigo que los que discrepen.

Un punto de partida es lo singularmente complicado que, por múltiples motivos, va a ser cubrir estas elecciones. En primer lugar, por el diseño institucional que tenemos para regular la vida política. Tenemos una gran cantidad de partidos políticos y muy pocos incentivos para que estos actúen en coalición. Es así altamente probable que tengamos, al menos, 10 candidatos presidenciales; por tanto, 10 listas congresales y, si se mantiene el voto preferencial, casi 1,400 campañas individuales. Es decir, el elector, incluso el elector interesado e informado, va a tener un trabajo enorme siquiera por identificar a quiénes se presentan. La gran mayoría de los electores, los que no van a seguir de cerca el proceso porque detestan la política y a sus protagonistas, llegará a votar con impresiones muy difusas acerca de por qué y por quién lo hacen.

Una segunda dificultad es que tenemos más partidos que opciones políticas. Cualquier país con vida institucional saludable le ofrece al electorado dos, a veces tres y exagerando cuatro opciones realmente diferentes para escoger. Acá lo que tenemos es decenas de caudillos que han logrado inscribir un "partido" que soporte sus aspiraciones electorales. Sus diferencias con otros no están en el qué hacer (algo que, por cierto, muchas veces no se piensa demasiado), sino en el cómo marcar diferencias, de cualquier manera, para que se fijen en ellos; las más de las veces recurriendo a la demagogia, el populismo o el simple recurso al márketing efectista. Esto que ya es fuerte en las elecciones presidenciales llega al paroxismo y hasta al ridículo en la competencia por el voto preferencial al interior de las listas congresales.

Sumémosle a la ofensa el agravio y agreguemos que, crecientemente, hay una irrupción de aventureros y criminales en la política y que no existen mecanismos institucionales adecuados y suficientes para identificarlos; y, menos aún, para evitar su participación en las elecciones (lamentablemente muchas veces con éxito).

Un último asunto a considerar es que llegamos al proceso electoral en un momento difícil para el país y de creciente desánimo para los ciudadanos.

Son varias las razones para ello. De un lado porque, luego de una década de sentir que, al menos en la economía, estábamos mejorando y que el futuro pintaba mejor en ese aspecto, hoy la situación es otra. Estamos en un mundo en crisis, se acabó el boom de nuestras exportaciones y se vienen épocas de vacas flacas, en las que incluso si se hicieran las cosas muy bien internamente, las expectativas de crecimiento serán mucho menores; y, por tanto, habrá menos crecimiento del empleo y poca reducción de la pobreza.

También, porque hemos bajado un escalón más en la crisis moral que corroe nuestra política desde hace mucho tiempo. Ello, a consecuencia de nuevos y serios casos de corrupción que afectan a varios sectores políticos y niveles de gobierno. Inusualmente hay factores internacionales en ellos, específicamente por el efecto en el Perú del proceso de lucha contra la corrupción en el Brasil (Lava Jato), que puede terminar impactándonos en medio del proceso electoral, con informaciones que podrían ser gravísimas para parte de los actores en contienda y afectar el escenario de maneras imprevisibles.

Sumémosle que cada vez es más probable que tengamos un fenómeno de El Niño muy fuerte o incluso extraordinario, con las consecuencias devastadoras que tendría para la población y para la economía. Pues añadámosle que, por primera vez en nuestra historia, se va a producir la superposición en el tiempo de las manifestaciones más graves del fenómeno de El Niño con el pico de la campaña electoral. Es decir, nuestros candidatos van a estar pidiendo el voto en medio de inundaciones, sequías y huaicos a personas que lo habrán perdido casi todo.

Son estas las elecciones reales y concretas que Perú21 y los otros medios van a cubrir en los próximos meses. No estamos, pues, ante un escenario idílico o siquiera razonable frente al cual bastan las recomendaciones que surgen de los manuales de ética del periodismo (que por supuesto, me queda claro, deben cumplirse rigurosamente), sino que el reto es mucho mayor de cara a los lectores.

¿Cómo resumir así los desafíos de Perú21 frente a estas elecciones? Intuitivamente, muchos lectores podrían responder que el diario debe ser imparcial y equitativo en su cobertura. Suena bien, pero, desde mi punto de vista, no es la mejor aproximación. Me explico.

Si entendemos imparcialidad como no tomar posición o ser neutros frente a lo que se dice y se hace en campaña, pues ese no es el rol de un diario, sino, más bien, el que corresponde al Reniec, la ONPE, al JNE y al gobierno, en su obligación de garantizar un proceso electoral justo. Creo que Perú21, y en general los medios de comunicación, tiene un papel diferente. Tienen la obligación de informar a los electores buscando la verdad y lo mejor para los peruanos (aquello que cada medio siente que es la verdad y lo mejor para los peruanos).

Tampoco pretender que se puede ser equitativo. Es decir, garantizar que todos los candidatos vayan a tener igual cobertura durante el proceso electoral. Eso es absolutamente inviable. No hay forma para que, en tres meses de campaña, un medio pueda ofrecerles a los electores o garantizarles a los candidatos que sus planteamientos serán suficiente y equitativamente difundidos en el diario. La experiencia de las elecciones municipales en Lima (mucho más sencillas de cubrir en esos términos que las que se nos vienen ahora) nos indica que algunos candidatos ni siquiera llegaron a aparecer una vez en las páginas de Perú21. Es que estamos hablando de un diario que deberá seguir cubriendo en pocas páginas todos los hechos relevantes de la vida nacional e internacional en sus más diversos aspectos. Lo electoral será un añadido sin duda importantísimo, pero acotado lo posible.

¿Qué pedirle entonces a Perú21 durante la cobertura electoral del 2016? En mi opinión: transparencia, coherencia, pluralidad y aporte.

En lo que concierne a transparencia, Perú21 debe explicarles a los lectores, con claridad, cuáles van a ser los criterios y énfasis en su cobertura electoral. Qué, quién y por qué tendrá mayor preferencia en sus páginas. Qué aspectos de la cobertura electoral consideran prioritarios y a cuáles se les dará menor atención. Garantizar a los lectores que el diario no hará pactos bajo la mesa o tendrá razones subalternas para beneficiar o perjudicar alguna candidatura. Que si en determinadas circunstancias tomaran la decisión de apoyar a alguno de los contendientes, harán pública y explícita su decisión y las razones para adoptarla. Que si, por el contrario, consideran que hay candidatos que no deberían llegar de ninguna manera a la Casa de Pizarro o al Congreso, lo harán explícito dando cuenta a los lectores de sus razones.

En segundo lugar, coherencia. Con esto me refiero a mantener el estilo y las prioridades que le han tratado de dar al diario. Nadie debe esperar que se convierta en un boletín de noticias electorales aséptico. Habiendo analizado en detalle Perú21 para este encargo, me queda claro que hay convicciones fuertes sobre algunas cosas: que exponer la corrupción, venga de donde venga, es un deber de la prensa y que hacerlo no debe estar sujeto a consideraciones políticas; que es indispensable mejorar la calidad de la democracia, reformando profundamente al Estado y sus instituciones; que apuesta por una economía abierta y de mercado, basada en la iniciativa privada y tiene una fuerte crítica a la intervención del Estado; y, finalmente, que trasluce una actitud más bien liberal en temas de valores personales. Ninguna de estas cosas tiene por qué enmascararse o cambiar en campaña electoral.

En tercer lugar, pluralismo. Es decir, que una legítima visión de las cosas no puede ser razón para que otros puntos de vista no sean cubiertos con rigurosidad, amplitud y respeto. De hecho, mi experiencia en estos meses como defensor del lector me indica que Perú21 tiene múltiples lectores y no todos comparten, ni tienen por qué hacerlo, cada uno de los puntos mencionados en el párrafo anterior. Como dije antes, el diario no puede asegurar ni imparcialidad ni cobertura equitativa para todos, pero sí tiene la obligación de cubrir el proceso electoral y las posiciones que no comparte, con los tres criterios mencionados líneas arriba.

En cuarto lugar, el diario debe aspirar a aportar cosas positivas en esta campaña electoral. Hay varias formas de hacerlo. Por ejemplo, debe investigar, hasta donde lleguen sus posibilidades, quiénes son los que aspiran a nuestro voto y cuando sea el caso exponer a los indeseables ante la opinión pública. Otra: identificar tres o cuatro temas que, a juicio del diario, sean centrales para el futuro del país y ser muy exigentes con los candidatos, en cuanto a la seriedad, consistencia y viabilidad de lo que proponen. Creo que el diario no debiera tener una actitud neutra o indiferente frente a los candidatos que, a su criterio, hagan propuestas manifiestamente demagógicas, inviables, efectistas y contraproducentes con el fin de obtener votos fáciles que luego traicionarán.

Más fácil es enunciar todo lo anterior que ponerlo en práctica en el día a día, pero creo que muchos lectores valorarán positivamente que se haga un esfuerzo sincero por cubrir las elecciones de esa manera.

(Mi agradecimiento a Iván Atilano, joven estudiante de Periodismo que entró al diario a hacer sus prácticas y cuyo primer encargo fue ayudarme en esta búsqueda. Mis mejores deseos para su futura vida profesional).

TAGS RELACIONADOS