L a exorbitante cantidad de dinero que cobrarán en este mes de diciembre los así llamados ‘padres de la patria’ –53,217.20 soles– es notoriamente chocante para la ciudadanía, en un contexto de recesión económica que afecta los bolsillos de todos los peruanos de a pie (para no hablar de la caja de las empresas).

Y no porque embolsicarse semejante suma sea un ilícito: en realidad, se han sabido proteger con un marco jurídico de autonomía presupuestal muy conveniente para sus intereses pecuniarios inmediatos. No, nos referimos a que es imposible detectar algún logro significativo –salvo honrosas y aisladas excepciones– atribuible a la actual representación, por ejemplo. O que sea claro que están realizando una labor ardua en beneficio del país o de la democracia, como para que los ciudadanos puedan decir ‘al menos están trabajando’.

Por el contrario, la línea general de conducta ha sido la de los blindajes descarados, los ‘mochasueldos’, los nombramientos jugados bajo la mesa, los arreglos non sanctos con la Fiscalía, la contrarreforma educativa, el ataque a los fondos de pensiones, los viáticos injustificados, el teletrabajo desde Miami Beach, las leyes con nombre propio... la lista de despropósitos podría ser interminable.

Y cómo no, bonificación en abril, bonificación en noviembre… una tras otra, y todas ellas ahora coronadas con este grosero “aguinaldo” navideño engordado además por asignaciones de último minuto y letra pequeña. Todos se ganaron: hasta el capellán del Parlamento recibirá su aguinaldo.

Pareciera que el Congreso vive en una burbuja, pero decir o pensar eso sería una ingenuidad: lo cierto es que los legisladores simplemente ejercen sus cargos en función de intereses particulares y de espaldas al país.

El mismo día que se conoció este nuevo abono, en el hemiciclo se desarrollaba una escena digna de cualquier esperpento de Valle Inclán: Waldemar Cerrón desgañitándose en defensa de una giftcard de 1,700 soles, pese a que, por acuerdo multipartidario y gracia de la Mesa Directiva, recibiría también una gratificación de 15,600 soles.

Que su trabajo tenga el 83% de desaprobación ciudadana no significa nada para estos representantes. Para la mayoría de los peruanos, en cambio, esta autoasignación de estipendios injustificados no es sino otro abuso más de un Congreso que será recordado como el más desfachatado y grotesco de las últimas décadas.