La semana pasada hablábamos de la competencia enfermiza versus la competencia sana. Por un lado, la primera lleva a las chicas en el colegio a tener problemas de autoestima, estrés y trastornos de alimentación, vínculos envenenados entre los hombres, machismo, falta de autenticidad y vulnerabilidad, y luego un sistema laboral con competencia despiadada, donde se serruchan los pisos, se explota a la gente y se pierde el balance. Por otro lado, está la competencia sana, aquella en que la amistad está por encima de la rivalidad (sin negarla), donde crecemos y mejoramos a través del esfuerzo, aprendemos del otro, y donde existe la justicia y el equilibrio.