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Colección del Bicentenario 200 años de Economía en el Perú: ‘El espíritu empresarial que trascendió el siglo XIX’

Si algo fue fundamental para sacar adelante al país, fue el alma emprendedora de peruanos de nacimiento y otros que lo fueron de corazón. Aquí algunas historias que nos acompañan hasta hoy.

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El espíritu empresarial que trascendió el siglo XIX.
Fecha Actualización
Octava entrega
Para hacer empresa se requiere un alma es­pecial que lleva a po­ner sueños, esfuerzo y recursos en un proyecto. A fines del siglo XIX, en el Perú, fue creciendo una actividad empresarial y comercial vital para la economía nacional. Esto fue inclusive más notorio luego de la Guerra del Pacífico, que acabó en 1883 y dejó un país destrozado. Los chilenos saquearon las ciudades, que­maron los campos y afecta­ron el ánimo de los peruanos. La guerra, además, tuvo altos costos durante y después del conflicto.
El Perú estaba entonces en una encrucijada donde mu­cho estaba por hacerse. En ese contexto, surgen empresas familiares que perdurarían en el tiempo y que impulsarían la economía peruana duran­te la reconstrucción nacional. En varios casos, las fortunas familiares fueron la base del tejido empresarial y cobraron mucha importancia; en otros, sin tratarse necesariamente de grandes capitales, la constan­cia y la administración de un emprendimiento bien llevado condujeron a un crecimiento. Lo relevante es que varios de esos negocios trascendieron su época, pasaron el siglo XX y algunos siguen con nosotros.
Comencemos con algunos nombres que nos resultan muy conocidos. La historia de Nicolini, que hoy perdura como una marca muy recono­cida en el mercado peruano, hoy en manos de Alicorp, co­menzó luego de la Guerra del Pacífico, cuando Luigi Nicolini Bollentini llegó al Perú. Ni la incertidumbre ni la guerra ci­vil minaron su optimismo y su visión de las posibilidades en el futuro, por lo cual invirtió en una panadería, en 1884. Años después, en 1900, creó Molino La Unión, en Lima, que poste­riormente se llamó Nicolini Hermanos. La historia de esta firma la vivimos en la mesa diaria.
Otra empresa muy apre­ciada y que data del siglo XIX es la que Arturo Field y Adol­fo Friburg fundaron en 1864: la empresa de galletas Arturo Field, con la que comenzaron el negocio de las golosinas en el país, en un momento de bonanza por el guano que im­pulsó el consumo interno y la búsqueda de nuevos produc­tos. Las galletas Field son las más antiguas registradas en el país, y luego pasaron a la pro­ducción de caramelos y chupe­tines. La firma, con el correr de los años, ha pasado por varios dueños y hoy es parte de la transnacional Kraft Foods.
La historia de Piaggio
Un personaje que resalta en esta etapa de la creación de empresas es el industrial Faustino Piaggio, originario de Italia y de una familia cuyos miembros eran armadores. Llegó al Perú en 1862 y traba­jó en los negocios de un fami­liar en el Callao. Con los años, Piaggio fue propietario de los yacimientos de petróleo de Zorritos y Los Órganos, una refinería de petróleo, embarca­ciones y una casa comercial en el puerto del Callao.
Dos fincas rústicas de más de 20,000 hec­táreas fueron parte de sus pro­piedades. También incursionó en el rubro de bienes raíces con la Compañía Inmobiliaria La Legua, que creó la zona in­dustrial del puerto del Callao. También tuvo inversiones en el Banco Italiano, y fue fun­dador y director del Banco del Perú y Londres. Fue presiden­te y principal accionista de la Compañía Salitrera La Aguada de Pisagua, propietario de mi­nas de plata y zinc a través de la Compañía Minera Nueva Italia. Asimismo, fue propie­tario del 60% de acciones de la Compañía Nacional de Cer­veza en el Perú, la misma que dio vida a la conocida cerveza Pilsen Callao, en 1863.
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La otra cervecera que abrió puertas en las últimas déca­das del siglo XIX fue Backus y Johnston. Recordemos que en Lima se vivía aún un boom de consumo de los buenos tiem­pos del guano y el salitre. El origen se remonta al año 1876, año en el que Jacobo Backus y el Ing J. Howard Johnston, ambos de nacionalidad esta­dounidense, fundan una fá­brica de hielo en el tradicional distrito del Rímac. Le pusieron el nombre de Fábrica de Hielo Sudamericana.
La actividad privada permitió consolidar la recuperación y alistarse a entrar en el siglo XX pensando en el progreso.
Johnston había nacido en la ciudad de Bath, en el estado de New Hampshire, al norte de Estados Unidos, en 1850. Por su parte, Bac­kus, quien, según el periódico Brooklyn Daily Eagle, tenía participaciones en compañías como Cerro de Pasco Mining Company o el Ferrocarril Cen­tral, había nacido en 1843, en Brooklyn. Ambos jóvenes emprendedores habían arri­bado al Perú ocho años antes, pues el empresario ferrovia­rio Enrique Meiggs los reclutó como parte del equipo de pro­fesionales que lo ayudarían a construir el ferrocarril Lima-Huancayo. Fue en ese contexto que crearon Fábrica de Hielo Sudamericana.
Esta empresa se inició como una free standing company, es decir, con base en el extranjero (principalmente Inglaterra) y el capital recaudado se invertía exclusivamente en el Perú. Fue junto con Faustino Piaggio con quien empezaron la compañía cervecera que perdura hasta ahora.
Los gremios
Esa etapa de reconstrucción también trajo el surgimiento de asociaciones que vieron que mejor actuaban en conjunto. En 1884, se formó la Junta Central de Comercio de Tacna. En 1887, surgió la Cámara de Comercio del Callao, presidida por el em­presario y agente de aduana Santiago Elizalde, conscientes de la ineficacia de la acción aislada al querer intervenir en asuntos de interés público y concerniente a su actividad.
El mismo año se creó la Cá­mara de Comercio e Industria de Arequipa, fundada por Gui­llermo Ricketts, Carlos Wagner, Emilio Petersen, José V. Rivera, Bernardo Nycander, José Egu­ren y Guillermo Morrison, José Bedín, Emilio Paulsen, Patricio C. Gibson y Carlos Colsman. La entidad se constituyó para re­presentar a los empresarios y para aportar a la reconstrucción del país.
Con las mismas motivacio­nes, en 1888, se fundó la Cáma­ra de Comercio de Lima (CCL), eligiéndose a Pedro Correa y Santiago como primer presi­dente de la institución. Fueron 73 empresarios los que se or­ganizaron entonces para crear este importante gremio con el objetivo de contribuir a la re­construcción nacional.
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El sector azucarero
En el rubro del azúcar, las fami­lias impulsaron sus haciendas de caña gracias a sus propias fortunas, que luego continua­rían creciendo significativa­mente en las siguientes déca­das, logrando alcanzar gran influencia política debido a su posición económica. Resaltan los nombres de los Aspí­llaga, en Cayaltí; los Pardo, en Tumán; los De la Piedra, en Pomalca; y los Ízaga, en Pucalá. La Compañía As­píllaga Anderson Hermanos era dueña de la Nego­ciación Agrícola Ca­yaltí y Palto. Los hermanos invertían el excedente de sus exportaciones azucareras en el sector financiero (los bancos Italiano, Popular, Internacio­nal, y las compañías de seguros Internacional y Rímac) y en el sector de bienes raíces de Lima.
Quienes también invirtie­ron sus excedentes en otras fir­mas fueron los hermanos Ola­vegoya, socios fundadores de Sociedad Ganadera del Centro S.A. (que posteriormente pasó a ser Laive S.A.). Lo hicieron en la Compañía de Seguros Rímac, la Compañía Internacional de Seguros y la Compañía de Se­guros Italia, pero su inversión más importante en este sector estuvo en el Banco Italiano, del que Domingo Olavegoya llegó a ocupar la presidencia del di­rectorio.
Florecieron entidades financieras o industrias de bienes de consumo. Las políticas favorecieron la inversión privada y su desarrollo.
Precursor textil
En otro rubro, recordemos a Textiles San Jacinto. Gio Batta Ísola, quien fue uno de los fun­dadores de la Sociedad Nacio­nal de Industrias (SNI) en 1896, abrió la compañía en 1897, junto con Giacomo Gerbolini. Ambos son considerados hoy precursores de la industria tex­til en el Perú. Trajeron expertos desde Italia que formaron la primera Escuela de Químicos en el Arte del Tinte. Más ade­lante surgirían otras empresas como La Victoria, de la familia Pardo, en 1898, que contaba con maquinaria muy moder­na.
En 1929 se fusionó con la fábrica Vitarte y formaron las Compañías Unidas Vitarte y Victoria S.A. En 1900, surgió El Progreso, propiedad de los inmigrantes ale­manes y pioneros textiles Tomás Schofield y John Bremmer. Luego se creó La Bello­ta (1900), El Inca (1903), propiedad de Inca Cotton Mill; así como La Unión (1914), El Pacífico (1915), que hacía tejidos de lana y de seda artificial; y Los Andes (1926), entre otras.
Comerciantes chinos
Varias casas comerciales chi­nas también lograron un éxito que perduró hasta el siguiente siglo. Casos notables fueron los de la Casa Comercial Wing On Chong y Cía, creada en 1872, y la Casa Comercial Hop On Wing & Cía, abierta en 1893. Sus fundadores fueron chinos que migraron con sus respec­tivos capitales con la finalidad de hacer negocios propios en otras tierras. La casa Wing On Chong fue conocida en la capi­tal hasta 1970.
De esta manera, se puede observar que las empresas que florecieron durante las últimas décadas de la primera centuria independiente fueron entida­des financieras o industrias de bienes de consumo. Para entonces, aún no hubo incur­siones de peso en el rubro de las maquinarias o de bienes de consumo duradero. El Es­tado tuvo políticas a favor de la inversión privada y el de­sarrollo empresarial, lo que permitió consolidar la recu­peración y comenzar el siglo XX pensando en el progreso. En próximas entregas, segui­remos revisando el aporte de la empresa en la historia eco­nómica del Perú.
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Hitos en la prensa y la imprenta
En la revisión del desarro­llo empresarial del siglo XIX no podemos dejar de mencionar al diario El Comercio, que fue fun­dado en 1839, pero que a partir de 1875 empezó a tener cam­bios importantes en su admi­nistración y visión. Fue fundado en 1839 por Manuel Amunáte­gui y Alejandro Villota, quienes lo dirigieron hasta 1860, cuando fallece el segundo. En 1875, Amu­nátegui, quien había continuado solo, entregó la dirección a José Antonio Miró Quesada.
El 16 de enero de 1880, el dia­rio dejó de publicarse como con­secuencia de la clausura orde­nada por el presidente Nicolás de Piérola debido a la ocupa­ción de Lima durante la Guerra del Pacífico. Tres años más tarde, el 23 de octubre de 1883, el dia­rio reanudó sus publicaciones. Tres días antes se había cerrado el doloroso capítulo de la guerra con Chile. Tras el fallecimiento de Luis Carranza Arayza, en 1898, socio y codirector de José Anto­nio Miró Quesada, la familia Miró Quesada quedó con la dirección y control del diario, como lo es hasta hoy.
Otra empresa que dejó hue­lla en el país y la vida intelectual de la capital de finales del siglo XIX y varias décadas del XX fue la Imprenta Torres Aguirre, fun­dada en 1874 por José David Torres Aguirre, la cual se man­tuvo hasta 1960. En sus inicios, la imprenta contaba con una maquinaria muy sofisticada para su época. En ella se realiza­ron impresiones de periódicos, revistas, folletos, fotograbados e impresiones offset. Durante el siglo XIX, la imprenta editó revistas como el Ateneo de Lima (1886-1908) y el periódico La Democracia (1892). También fue la casa de publicación de recono­cidos autores nacionales como Ricardo Palma, Mercedes Cabe­llo de Carbonera y Teresa Gonzá­lez de Fanning.
El prestigio de la imprenta Torres Aguirre fue tal que se le encargó la impresión de las anti­guas libretas electorales, crea­das en 1931. Estas eran el docu­mento oficial, equivalente al DNI de hoy, que usaban los mayores de edad. Durante el siglo pasado, también fue la casa editora de prestigiosas plumas como las de Luis Alberto Sánchez, José de la Riva Agüero y Osma, Augusto Aguirre Morales y Arturo Her­nández.
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Recordando a los bancos que hicieron historia
Algunos se fundaron en el siglo XIX y, con cambios de nombre y dueños, aún son parte del sistema financiero. Otros quedaron en el ayer.
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El sistema financiero tam­bién tuvo un despegue en los últimos años del siglo XIX. En 1889 fue creado el Banco Italiano con capitales de la comunidad italiana en el Perú, cuyos miembros tenían víncu­los en el sector bancario en Italia. Si a usted no le suena el nombre de esa entidad, pues sepa que es la que ya en el siglo XX pasó a ser el Banco de Crédito del Perú (BCP). El Banco Italiano fue una sociedad anónima desde sus inicios. La mitad de las acciones fueron suscritas por los socios fundadores con capital nacional, generado por los comerciantes italianos radicados en el Perú. La entidad inició sus actividades el 9 de abril de 1889 y su política crediticia se condujo por unos principios que guiaron su com­portamiento institucional en el futuro. Tuvo como primer presi­dente a don José Alberto Larco, en cuyo honor una avenida cen­tral del distrito limeño de Mira­flores lleva su nombre.
Otra entidad financiera que floreció en la posguerra fue el Banco del Callao. El enfrenta­miento con Chile lo había su­mido en una grave crisis. Con el bloqueo del puerto en 1880, tuvo que mudar sus oficinas al cen­tro de Lima y estuvo a punto de desaparecer, si no hubiera sido por la gestión de don José Payán, quien desde 1881 tomó las rien­das de la institución. Él reorgani­zó sus actividades, lo fortaleció y, en 1897, lo fusionó con el Lon­don Bank of Mexico and South America. Así, se creó el Banco del Perú y Londres con un capital de dos millones de soles (lo que hoy sería más de US$35 millones). El objetivo de la unión de ambos bancos fue traer capital extran­jero a fin de fortalecer el negocio crediticio e hipotecario, con una política de reducción de tasas de interés. Luego de un importante liderazgo en el sector financiero, el Banco del Perú y Londres fue declarado en liquidación a fina­les de la década de 1920.
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Payán fue un economista y financista de origen cubano que emigró al Perú cerca de 1875 y tuvo una gran participación en la defensa del país durante la guerra con Chile, así como en la época de la reconstrucción na­cional.
El que hoy conocemos como Interbank también tuvo sus ini­cios a finales del siglo XIX, pero entonces llevó el nombre de Banco Internacional del Perú. Comenzó sus operaciones en mayo de 1897 y su directorio es­tuvo presidido por Elías Mujica. Su primer local estuvo ubicado en la calle Espaderos (actual Ji­rón de la Unión) del Centro de Lima. En el siglo XX su acciona­riado incorporó capitales agro­industriales, de La Fabril S.A. y de W.R. Grace Co.
Hubo entidades de impor­tancia en esa época que no tuvie­ron la suerte de perdurar hasta hoy. El Banco Popular, creado en 1889 por la familia Prado, fue uno de ellos. En la década de 1970, fue expropiado durante la dictadura militar de Juan Velas­co junto con el diario La Crónica y otras empresas de dicha fami­lia, manteniéndose en el Estado hasta 1992. No pudo privatizarse por su situación y fue liquidado.
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