En el intercomunicador de su taller dice “F (de felicidad)”. Antes estaba en la “B (de bondad)”.
Ingreso a la quinta y desde la puerta de la “F (de felicidad)”, que está al fondo, me saluda.
MIRA: Javier Salinas: “Hay un boom de lo medieval y un boom de los juegos de mesa”
El piso del taller está cubierto de mantas y alfombras. Hay velas encendidas, una suerte de quipu en la pared y cojines y almohadas alrededor. Me dice que es su lugar sagrado. Y no solo eso, es el espacio donde realiza las entrevistas para Vulnerhables, el programa de entrevistas que tiene en Plus TV. “Son conversaciones reales con personas que inspiran”, apunta. También es el lugar donde da diversos talleres, todos relacionados con la introspección.
Micaela Llosa podría invertir sus ahorros en comprarse algo o viajar. Ella prefiere cultivar este espacio. “Chambeo en mí”, agrega.
MIRA: Javier Luna: “Donde hay un peruano con fe, aparecerá el Señor de los Milagros”
¿Dónde es mejor: en la F (de felicidad) o la B (de bondad)?
Donde uno esté, siempre va a encontrarle la justificación para que sea lo mejor.
¿En qué deberíamos pensar primero: en la bondad o la felicidad?
Creo que la felicidad no se piensa. La felicidad se siente, es un estado.
Pero para muchos (¿o todos?) la felicidad es un norte.
Es una búsqueda, pero probablemente llega de la manera en que no la has buscado.
De pronto, cae.
Cae, pero las condiciones están dadas para que puedas recibirla. Si eres una persona que alberga mucho sufrimiento y que ve sufrimiento, incluso si la felicidad le toca el timbre, no la va a ver.
¿La bondad nos puede preparar para la felicidad?
La bondad es inherente al ser humano, solo que muchas veces está tapadita.
¿Estás segura? ¿Y la maldad?
La maldad es parte de la experiencia humana, pero no creo que uno nace malo. Hay que encontrar lugares para que esa bondad pueda surgir. La maldad es “yo quiero hacerte daño” y esa consciencia viene de un lugar muy dañado de uno.
Tiempo atrás te vi vinculada a la moda, quizás más hacia afuera; hoy, estás con entrevistas íntimas, quizás más hacia adentro. ¿Son dos Micaelas? ¿Qué hizo el quiebre?
No. Los cuestionamientos de la vida siempre han estado.
Pero hay algo que te marca, ¿no?
Hay distintas etapas. Mi exploración con la moda no era hacia afuera sino más creativa; cuando terminó esa etapa de la vida, dije que de repente era el momento para empezar a mirar aquello que había estado postergando.
¿No fue a raíz de algo…?
Era una búsqueda que siempre tuve, pero no estaba lista. De pronto, se dio el espacio. Sí considero que soy una persona bastante sensible; lo que a otros no les genera dolor, a mí puede que sí.
¿Qué te genera dolor?
(Repite la pregunta, extiende la e, toma aire). Depende del momento y estado en que esté. Me duele la indiferencia; me duele el que uno esté con otra persona y que esa otra persona no se sienta vista o que yo esté contigo y no me sienta vista. Me duele cuando no tenemos la capacidad de ver al otro… Mucho de lo que somos y no somos tiene que ver con la infancia.
El libro que publicaste el año pasado, ‘Lo que me habita’ (Planeta), se lo dedicas a la niña que fuiste. ¿Qué niña eras?
Muy susceptible, muy sensible.
¿A qué eras sensible?
A todo: a los cambios, viajes, a separarme de mi madre. Mis amigas se iban a la pijamadas, pero yo no podía, tenía mucha angustia.
Qué curioso. En televisión no aparentas ser una persona de angustias, tu voz es resuelta, firme, aplomada.
Es una voz que la he ido encontrando en el camino. Pero también es una voz que duda.
O quizás tu voz es como un escudo.
No es una voz que me protege, es una voz que se conoce.
¿Y en qué momento dejaste de ser esa niña con angustias?
Cuando me convertí en adulta. Ahora, uno nunca deja de ser niño. Creo que nuestra capacidad de ser adultos es cuando podemos ver a ese niño. Sí, esa niña era como muy miedosa, pero ahora…
¿Por qué eras miedosa?
(Extiende la e). Eso no te lo voy a decir (ríe). También es importante guardarnos cosas para nosotros.
Por supuesto.
Pero sí, era una niña que tenía mucho miedo y angustia de separación y que he podido entender de dónde venía. Por eso me dedico a lo que me dedico: acompañar personas para que puedan conectar con la vulnerabilidad y puedan entender de dónde viene el dolor para ser más amables con uno mismo.
Dices que hablar nos sana. Pero hoy todos hablan en las redes sociales, tanto que ya se convierte en ruido.
Una cosa es verborrea y otra cosa es hablar.
Todos quieren tener el video viral, ser escuchados, mostrarse.
No es la culpa de uno, las redes están hechas para eso. Si no existieran las redes, de pronto no hablaríamos tanta huevada (ríe). Depende de la voluntad de cada uno. Al cuerpo hay que educarlo, saberlo llevar, a veces somos el niño que necesitamos guiar. Hablar nos sana porque es una necesidad, no hablar por hablar. Se trata de “oye, necesito a alguien que pueda sostener esto que me está pasando”… Pero las heridas cicatrizan cuando no hay que apurar en cerrarlas.
¿Por qué haces entrevistas más íntimas y no, más bien, entrevistas donde busques la declaración más explosiva que sea viral?
Todos tenemos una riqueza maravillosa que compartir. Cada ser humano tiene algo importante que decir. Me fascina conocer a la persona. De pronto, en este mundo en el que vivimos donde hay tanto estímulo y tanta pose, que a todos nos pasa, me interesa una conversación real. No busco a mis invitados pensando si me van a traer likes o no. Me interesa lo que tengas para decirme. Un intercambio honesto.
En tus redes preguntas: ¿Quién eres cuando nadie te ve? Te traslado la pregunta.
Soy una persona conectada con lo que siento. Reniego en la justa medida, agradezco en la justa medida, lloro en la justa medida y soy alegre en la justa medida.
Esa es la perfección, Micaela.
¡No! (sonríe). Yo siento la vida. Uno de mis profesores dice que muchas veces lo que nos define es el querer evitar sentir aquello que necesitamos sentir, nos pasamos la vida tratando de evitar sentir el dolor. Si estás triste, encuentra el espacio seguro para que puedas estar triste; de repente, tu lugar no es en las redes sociales, sino con un amigo o amiga, o de repente es en tu cuarto escuchando música o escribiendo.
Autoficha:
-“Soy Micaela Patricia Llosa Pinilla. Tengo 42 años. Mi padre es Lucho Llosa, el director de cine. Estudié Comunicaciones. Mis padres me han permitido encontrar mi propio camino de expresión. Me pueden seguir en Instagram en @labusqueda.pe”.
-“Tuve un programa en RPP, donde viajaba a distintas partes del Perú a buscar héroes anónimos. Me interesa conocer al ser humano. Vulnerhables está en Plus TV, se estrena los lunes a las 7:30 p.m. Siempre me ha gustado el género documental”.
-“Hice mis prácticas en Plus TV, empecé en el Jammin, hacía la cámara del Bonus Track. Me quedé en temas de moda y, a la par, se iba forjando esta curiosidad por el ser humano. Me gusta la poesía, pero aún no me siento capaz de compartir lo que escribo”.
¡Ahora disponible en Yape! Búscanos en YAPE Promos.