Soledad Cunliffe, librera y triatleta. (Foto tomada con Motorola G100).
Soledad Cunliffe, librera y triatleta. (Foto tomada con Motorola G100).

No sabía leer. Y quería leer. Un día pasó por su casa un vehículo que repartía propaganda política. Agarró un volante y fingió que lo leía. Su hermana mayor vio esa escena, pensó que ya había aprendido a leer y divulgó la buena nueva en casa. Soledad tuvo que aparentar durante meses que sabía leer, mientras ganaba tiempo para hacerlo realidad.

Paraba entre techos y árboles. Se rebelaba a las injusticias y la disciplina de los padres. No tenía muñecas, no le gustaban. Tampoco le atraían los vestidos. “Creo que no quería ser niña”, me dice y ríe, viste una casaca negra de cuero y un jean del mismo color. Jugaba a crear escenarios, hacer circo y actuar para los vecinos. También esperaba que su padre llegue de viaje porque en la maleta traía libros y revistas. Ella y sus cinco hermanos vivían a 200 kilómetros al norte de Lima, en Paramonga. Entre aquellos , llegó Mi planta de naranja lima. Alguien lo leyó antes y vio que lloraba. ¿Cómo un libro podía hacer llorar a alguien? Y le tocó llorar. No lo podía creer. Tenía 9 años.

Hoy no solo continúa en el ejercicio de la lectura. Soledad Cunliffe también es triatleta. El 14 de octubre participará en el campeonato mundial de ironman en Kona, Hawái. Es una de las dos peruanas que viajará. Con ellas, ya son cuatro las peruanas que van a un ironman de mujeres en toda la historia. Serán más de tres kilómetros de natación, 180 km de bicicleta y 42 km para correr. Más de 15 horas sin pausa. Un deporte de largo aliento, como lo puede ser apostar por los libros.

Hace dos años y cuatro meses, junto a Manuel Velarde, emprendió La Rebelde, en jirón Batalla de Junín 260, Barranco. Abrió al día siguiente de que salió elegido Pedro Castillo.

Soledad Cunliffe, librera y triatleta: “Los libros nunca han sido más necesarios que ahora”
Video Javier Zapata


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-¿Qué lectura deja que una librería abra un día después de una elección presidencial?

Había mucho desconcierto. Pero también había que seguir y es un tema de creer. No sé, toda esta cantidad de gente que, de pronto, decidió irse del país y asustarse… Hemos sobrevivido a tanto y aquí estamos.

-Sería romántico decir que los libros son como una tabla de salvación para tiempos inciertos, pero a la vez apostar por ellos en momentos difíciles puede ser un suicidio.

Los libros nunca han sido más necesarios que ahora, es un momento en el que hay que leer.

-¿Por qué ahora?

Con todo este libertinaje de información, no sabes qué es cierto, qué es falso; los libros por lo menos te dan cierta certeza… La costumbre de la lectura te hace tener un pensamiento más reflexivo, más crítico, te enseña a pensar; es el momento de que la gente lea. Y te ayuda a ponerte en los zapatos de los demás. Nunca hemos vivido tiempos en los que la gente piense más en sí misma que ahora…

-No sé si soy optimista o ingenuo, pero me da la impresión de que, pese a todo, hay un buen número de lectores de libros.

Mi hija me decía la vez pasada: “Nunca se ha escrito tanto, ni se ha leído tanto”. Y claro, la gente escribe en su Facebook, se esfuerza en no escribir mal porque otra gente te está leyendo; todo el mundo hace el ejercicio de escribir algo para los otros. Pero a la vez también se está leyendo menos en el formato de libro en papel, hay mucha gente que lee en la tablet...

-¿Te atreves a hacer un balance de cómo le está yendo a La Rebelde en sus primeros dos años?

El año pasado fue mejor. Este 2023 con toda la coyuntura política… Desde diciembre (último) empezó un tiempo complicado, fue muy atípico, la gente no salía y la Navidad duró cuatro días; y después vinieron los huaicos… Y este negocio, como el del arte, inmediatamente responde a la coyuntura, es lo primero que dejan de comprar.

Soledad Cunliffe, triatleta y librera. (Foto: Javier Zapata).
Soledad Cunliffe, triatleta y librera. (Foto: Javier Zapata).

-¿Recomiendas que alguien ponga una librería?

Sí, lo recomiendo. Es difícil, hay que estar preparado para sufrirla… Y diría que lo hagan fuera de Lima; todas las librerías están en Lima, un poquito en Arequipa, otro poquito en Cusco, Trujillo y después están las librerías de los malls. Pero las librerías de barrio, las librerías independientes sí recomiendo que las pongan, porque estoy segura de que hay muchos lectores en provincias que no tienen donde comprar sus libros.

-¿Qué debe hacer alguien que quiere poner su librería?

La librería ya no es un espacio donde solo se venden libros y te sientas a esperar a que vengan los clientes. Hay que hacer actividades, hay que trabajar las redes. Hay que comportarse como una especie de centro cultural también. Las librerías tienen que verse como espacio de encuentro para la comunidad, que el barrio la empiece a sentir suya.

-¿Una librería es un negocio?

Tiene que ser de alguna manera un negocio porque, de lo contrario, no puede sobrevivir. Pero realmente si quieres poner un negocio, mejor pon un grifo (risas).

-Bueno, en una librería hay mucho combustible…

(Risas). Es un negocio, pero no es un gran negocio (ríe)…

-¿Dónde está la verdadera ganancia?

Gana el barrio, gana el librero. Esa cosa rica de tener al cliente que ya lo conoces. Los niños que vienen y entran corriendo porque ya saben la ruta.

-¿Y cuándo se pierde?

No creo que sienta que pierda. Pero a veces es frustrante cuando llega alguien, mira el libro y dice: “No, ese me lo bajo en PDF”. O cuando viene alguien y me dice: “Estoy en tal club del libro y nos han hecho leer ese, pero la profesora nos lo pasa en PDF”. Eso me parece terrible, que alguien que tiene un club de libro pase por encima de la escritora, la editorial, la librería…

-No hay pudor…

Parece lo más natural… Y no te hablo de gente de bajos recursos económicos…

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-¿Qué te rebela hoy?

Haciendo esto soy un poco rebelde (ríe). Soy rebelde con los tiempos que estamos viviendo. Trato de ser rebelde contra la indiferencia. Me parece terrible el egoísmo que se vive ahora. Me rebela la injusticia contra las niñas, desde la violencia hasta las pocas oportunidades.

-¿Escribes?

No, alguna vez he escrito algún relato, pero no está en mis planes. Me gusta leer...

-Si haces ironman, ¿por qué no atreverse a escribir?

Mis retos los gasto en el deporte (ríe).

-Tener una librería es como una maratón, ¿no?

Puede ser. Como en todo, hay que tener método, disciplina y pequeñas metas.

-¿Ser atleta te prepara para tener una librería y viceversa?

Siempre dicen que los deportes de distancia son deportes de cabeza. Saber dosificar, tener la calma para ir al paso que debes ir. Cuando nadé la Olaya son 22 kilómetros, seis horas nadando y en el mar…; entonces, me pongo en una tarea de pensar. La primera vez me puse la tarea de escribir mi biografía, pero en la cabeza, como si la estuviera escribiendo mentalmente, mientras iba nadando. Iba pensando el primer párrafo, lo iba fraseando. Y hasta que no quedaba perfecto no pasaba al otro párrafo.

-¿Cuántos párrafos hiciste?

Estaba en la adolescencia y llegué al Callao (ríe).

-Tienes a Fernando Ampuero al lado y lideras la librería. El día que te animes a publicar algo, todas las miradas estarán sobre ti.

(Risas). Hay presión… Cuando era niña soñaba con la librería y escribir. Pero con los años digo: “Es más rico leer”. Además, ¿qué voy a escribir yo? No siento el llamado de escribir.

-¿Y cuál es tu llamado con La Rebelde?

Hay que hacer algo más con respecto al fomento de libros con los niños. Sin niños que leen, no habrá adultos que lean. Hay esta onda de padres que, aunque ellos no lean, quieren que sus hijos lean, y eso me da esperanza.

-¿Qué conservas de la Soledad niña?

Las ganas de jugar (ríe)…

AUTOFICHA:

-“Soy María Soledad Cunliffe Seoane. Mi abuelo vino a Lima con el grupo de arquitectos para la remodelación de Palacio de Gobierno, era uno de los arquitectos más jóvenes y conoció a mi abuela y se casaron. Volvieron a Londres, pero vino la guerra y regresaron al Perú”.

-“La primaria la estudié en Paramonga, después en Lima. Estudié en la Agraria, no terminé y me fui a vivir a Trujillo. Me cambié a estudiar Ciencias de la Comunicación, que no lo acabé tampoco, me faltó un ciclo y me vine a vivir a Lima. He hecho mucha gestión cultural”.

-“Este miércoles (hoy) presentamos en La Rebelde el libro de Fernando Ampuero (Gato encerrado), 7 p.m. Tenemos muestras de arte. En el segundo piso hay una galería. Se vienen dos muestras de fotografía, una de Alberto Cendra (desde este sábado). Nos gustaría ser sello editorial, pero por ahora no”.

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