Roberto Antier (segundo desde la izquierda) mira sorprendido en pleno show de Les Luthiers. (Foto: Andrés Macera).
Roberto Antier (segundo desde la izquierda) mira sorprendido en pleno show de Les Luthiers. (Foto: Andrés Macera).

Debía hacer un monólogo, interpretar una canción y tocar un instrumento. Eligió el piano y “Amor sin barreras” de Bernstein. Una pieza de alta complejidad. Pero desde hace dos años no vivía con su piano porque en el departamento no había espacio. Llamó a un amigo que tenía un piano y le pidió ir a su casa. Se sentó frente al instrumento y sus manos se desplazaron con naturalidad y destreza sobre el teclado. “Me salió de una”, recuerda.

Estaba listo. Bajó, tomó un taxi, abrió la puerta con los codos para no poner en riesgo los dedos y cuando llegó, 10 minutos antes, lo estaba esperando un asistente. Micrófono en la mano izquierda y transmisor de micrófono en la mano derecha. Se los colocó. Caminó por un teatro vacío, se escuchaba el eco de sus pasos. Hasta que los vio. En una de las primeras filas estaban cinco nucas, cinco espaldas, cinco tótems, . “¿Te imaginás?”, me dice. Se pusieron de pie, cada uno con su tablilla y le agradecieron por haberse presentado, así como lo hicieron con los 3 mil que se presentaron a la prueba. “Escuchame, Mijail, no pegué una nota”, dice. Al tercer error, no le quedó otra cosa que reír y les dijo: “No saben lo lindo que sonaba esto hace 15 minutos, pero esto es audicionar frente a los Beatles, gracias igual por haberme escuchado”.

Aquel año 2000, no ingresó al histórico conjunto humorístico-musical argentino.

El martes 21 y miércoles 22 de noviembre, Les Luthiers vuelve al Perú en su gira de despedida tras 55 años de trayectoria. Presentarán Más tropiezos de Mastropiero en el Gran Teatro Nacional.

Quince años después, otra vez fue propuesto por Gerardo Gardelín, figura estelar del teatro musical. Le volvieron a preguntar y él dijo: “No busquen más, hay uno solo, se llama Roberto Antier”. Lo llamaron para la prueba de actor, pero pidió dar también la de músico. Había que sacarse el clavo.

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-En medio de una gira, ¿hay espacio para los ensayos?

Casi todos los fines de semana estamos haciendo una localidad. En 13 semanas hemos hecho 11 localidades. Pero siempre hay ajustes pequeños que van mejorando la obra y yo repaso esos ajustes.

-¿Hay espacio para improvisar?

Mi compañero Martín O’Connor, que hace de Mastropiero, y yo hemos tomado los lugares de los inolvidables actores Daniel Rabinovich (1967-2015) y Marcos Mundstock (1967-2020). Uno puede probar tal cosa y a veces avisas y a veces ocurre en el momento. Pero no hay improvisación en tanto juego o en tanto hacerle una broma al otro. Y te lo explico muy sencillo: nuestro microfonista es un pulpo, está con 200 manos subiendo y bajando; y cuando estoy dialogando con vos el tipo sabe cuándo hablo yo y cuándo respondes vos. Cuando hablo yo, a vos te cierra el micrófono, y está así en cada diálogo. Si alguno agrega algo, se lo perdió el sonidista.

-Casi un trabajo de artesanía.

De relojería…

-Cuando usted tenía 5 años, empezaba Les Luthiers…

Sí, pero no me pidieron permiso…

-¿Cuándo los descubre?

A los 13, 14 años… Con un amigo del club, mientras tomábamos el té, puso la “Serenata mariachi” del disco 4, y nos dijo escuchen esto: los dos están dando serenata a la misma mujer, pero se enteran por la mitad y termina todo a los tiros… Yo me quedé con la boca así (abre la boca), con los ojos así (abre los ojos), no podía creer lo que era. Y después puso “Bolero de Mastropiero”. Todo ese juego fue totalmente novedoso para nosotros y empecé a comprar los discos. Tiempo después fui a ver mi primer show, que costaba mucho dinero, un show muy caro Les Luthiers, de entradas costosas para un adolescente. Me saqué la última fila de pullman, allá arriba, y vi Mastropiero que nunca, en 1978, a los 15 años. Y el 81 había un programa para estudiantes de colegio secundario que se llamaba Feliz domingo, donde distintos colegios competían por un viaje de egresados. Era un programa de siete horas y había juegos de ingenio, cultura general y siempre eran los mismos, pero había uno que cambiaba todas las semanas, que se llamaba ‘Yo sé’, y ahí el concursante hacía algo que sabía: tocaba un instrumento, recitaba una poesía; bueno, yo me presenté con un sketch de Les Luthiers, con “Lazy Daisy” y ganamos el viaje a Bariloche.

Roberto Antier.
Roberto Antier.

-¿Se podría decir que fue su primera gran victoria?

Ya había tenido una compañía de teatro en el colegio que se llamó Victoria, no podría ser mi primera Victoria...

-Pero Les Luthiers también le deparó una derrota, cuando en el año 2000 no entró.

No entré por nervios.

-¿Y qué pasó al salir de ahí?

Me apareció un trabajo muy interesante: fui director de crucero en la empresa Royal Caribbean, y tenía que buscar shows para los barcos, viajar por el mundo. Eso me dejaron grabado en el contestador automático de mi casa, que estaba a cuatro cuadras de donde di la audición. El dolor me duró cuatro cuadras, porque llegué y en el contestador tenía la oferta de trabajo.

-De Les Luthiers se habla que es humor culto, refinado, inteligente, elegante. ¿Está de acuerdo?

Estoy de acuerdo, pero hay que ver dónde se aplica. Hay veces donde esa definición parece recaer en el espectador, parece que hay que ser muy inteligente, muy espabilado y muy despierto para entender los chistes de Les Luthiers, que no son para cualquiera, ahí no estoy de acuerdo, porque nos vienen a ver muchos niños, gente de distinta extracción social y cultural. Entonces, la inteligencia está en cómo fue diseñado el chiste: donde todo el mundo esperará el remate por este lado, ¡boom!, viene por otro lado. Yo creo que Les Luthiers a lo largo de los años añadió capas. Empezó como una broma de cantantes de coros universitarios que lo podía entender otro cantante universitario y de coro, pero cuando el tipo dice “la voy a traer a mi mamá”… pará, pero la mamá no conoce este código, tenemos que agregar un chiste y se fueron añadiendo capas.

-¿Cuál es su impresión del momento que atraviesa el stand up?

Yo hago stand up desde el año 95. Y como en todo, hay calidades diferentes.

-¿Hay límites para el stand up?

Cuando el standupero encuentra su clientela, sabe lo que quiere esa clientela. Hay standuperos que son despiadados, van al hueso, buscan incomodar y cuanto más ácidos son, más les gusta a la gente. Les Luthiers no es ese tipo de humor.

-¿Está mal el humor que se la agarra con una persona sin brazo o por su color de piel, por ejemplo?

Me parece que tiene una clientela que acepta pagar una entrada para escuchar ese tipo de chistes. ¿Quién soy yo para decir si está bien o mal? Ellos disfrutan eso. Hay gente que hace humor con el Holocausto, que es algo que universalmente está prohibido, vos no podés tener un esvástica en tu casa. Y pese a eso, hay tipos que hacen chistes con el Holocausto. A mí me corre frío por la espalda… Es un humor que yo no sé disfrutar, pido permiso para elegir otro tipo de humor.

-Usted ha sido público y ahora es parte de… Tal vez tiene una visión más panorámica. ¿Qué representa Les Luthiers?

Les Luthiers es una reserva de humor… Viste que ciertas artesanías se industrializan y uno dice: Pero encontré uno que lo hace como se hacía antes… que lleva más tiempo, que es más caro, podés hacer menos cantidad… Pero cada tanto uno busca aquella artesanía. Y creo que Les Luthiers es el artesano de aquel tipo de humor. Humor que lleva tiempo, los espectáculos de Les Luthiers se estrenan cada tres años porque es el tiempo que lleva. Es artesanal, de a poquitos, queda el jamón del medio. Yo siento que en mi vida actoral tuve muchos trabajos, pero aquí me han dado una embajada, porque siento que represento a la Argentina.

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