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Miguel Ángel Vallejo, escritor: “No me gustaría un teatro que ofrezca respuestas”

Es autor del libro ‘Teatro sobre la independencia del Perú’ y profesor en la maestría de Escritura Creativa en San Marcos. Perú21 entrevistó al escritor Miguel Ángel Vallejo Sameshima.

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“Hay dos cosas que no tienen vuelta atrás en la vida: la muerte y el conocimiento”, dice. Hasta entonces, el teatro era un mundo sin compromisos, sin la mirada crítica, la puerta para desconectarse de los estudios literarios. Pero asistió a la obra de teatro Newmarket. Un suburbio muy al norte y surgió la pregunta: ¿Por qué no escribir teatro? “Quiero hacer teatro” fue la respuesta.
Performers, activistas, antropólogos, una bailarina de pole dance y Miguel Ángel Vallejo Sameshima, en ese momento un escritor con 10 libros publicados en narrativa, ensayo y memoria. Todos reunidos en un curso de teatro político, donde creó Carnaval, su primera obra de teatro con 35 años de edad. También fue el momento de volver a estudiar y el siguiente paso fue seguir el máster de Estudios Teatrales en España para continuar con un doctorado. Y así nace la tesis que hoy es libro: Teatro sobre la independencia del Perú. Procesos de inclusión y exclusión de los sujetos subordinados en el imaginario nacional (Academia Peruana de la Lengua, 2021). “Me siento nuevo en teatro”, me dice Vallejo a sus 39 años con 16 libros publicados, también profesor del taller de Dramaturgia en la maestría de Escritura Creativa de la Universidad de San Marcos.
1997, 14 de noviembre solo llegó a la segunda función porque cayó la pandemia. Perdió dinero, casi entró en quiebra. Fue su segunda obra de teatro, era 2020, 11 de marzo. “El teatro lo empecé a vivir más de viejo”, me dice, pero recuerda que en su adolescencia fue a ver Yuyachkani, Patacláun y comedias de Molière, junto a su madre y padre contadores.
-¿El teatro tiene alguna respuesta a la sensación de incertidumbre que se vive hoy?
Estamos un poco en el siglo XIX en términos políticos. Es un caos absoluto. Cualquiera puede tomar el poder muy fácilmente. No hay ninguna fe en las instituciones. Y no hay ninguna conciencia de cómo funciona una república. Los políticos ofrecen cosas que constitucionalmente no pueden cumplir. Proponen leyes que tampoco tienen que ver con la Constitución, motivados por intereses personales. Tratan de destruir la institucionalidad, destruir un sistema, lo que genera un efecto rebote y la persona de a pie también cree que todo es posible, porque tristemente todo es posible. Y eso se parece mucho al periodo formativo de la república. Con 42 años de voto universal, es increíble lo que pasa, pero tiene que ver con el miedo, el descrédito, con la desigualdad. Como no hay fe en las instituciones, se buscan las respuestas más básicas. Tienes gente que gobierna con el voto del 20%, 15%.
-Vivimos una suerte de The Walking Dead político.
Es alucinante. Pueden vacar al alcalde de Lima y a nadie le importa, porque hay peores noticias. La acusación constitucional de hace unos días habría sido una bomba atómica hace 15 años, pero ahora es “vamos a ver qué pasa”.
-¿Y el teatro dónde está en medio de todo ese ruido?
El teatro como género es una experiencia, hay convivencia. En el teatro todo puede pasar: un actor se puede romper la pierna, una actriz puede parar y decir que está harta de eso; esa idea de estar viviendo en el momento lo que está pasando en el momento es muy diferente a la literatura, al cine. Al teatro lo tienes allí, lo sientes, lo ves, lo hueles. El teatro de alguna manera te replantea, te redefine, así sea la comedia costumbrista más simple; ya el solo hecho de convivir en ese espacio es un acto de resistencia a nuestros tiempos. La sola existencia del teatro es un momento para conversar. Una obra de teatro no te resuelve el problema, pero lo pone en la discusión, y las personas que van a convivir con ese espectáculo van a salir diferentes, siempre.
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-¿Las obras de hoy narran el presente?
No es posible construir una obra mientras estamos viviendo el presente. De hecho, esto sí se ve más en stand up comedy, en algunos comediantes que, además, viven de las noticias. Pienso en Gerardo García, El Cacash.
-¿Ese podría ser un nuevo teatro?
Cuando se para frente a un público a hacer stand up comedy es un espectáculo teatral de alguna forma.
-También están espectáculos como los de Jaime Ferraro. ¿Son un buen termómetro de la realidad?
Mi primera respuesta sería no, por mi escepticismo habitual. Pero efectivamente son los que te hacen costumbrismo del día a día. Y pienso más en El Cacash porque convirtió a su personaje en un relator de noticias.
-¿Los cómicos ambulantes serían teatro?
Es un tipo de stand up comedy muy local, y que han sido y son muy interesantes para hablar de costumbrismo contemporáneo y donde se han visto reivindicaciones. Pienso en algunos particularmente interesantes como Cholo Cirilo y El Poeta de la Calle haciendo chistes racistas entre subordinados, pero el mensaje era crítico al sistema que los oprimía.
-Pero los cómicos oficiales de esa época los miraron como artistas menores.
Como improvisados, cuando aquí nunca hubo una escuela de formación. El costumbrismo es lo más común en todos los países, un fenómeno que nace con Taxista ra ra y cuyo formato sigue hasta hoy. ¿O qué cosa es Friends? Es costumbrismo estadounidense. El costumbrismo es una necesidad de la gente de sentirse representada y no es un discurso ni bueno ni malo. El costumbrismo es Eduardo Adrianzén, es Michelle Alexander. Hay una gran gama en el costumbrismo.
-En el libro te preguntas dónde empieza el teatro peruano, si en lo prehispánico o en lo virreinal. ¿Dónde?
Habría que pensar qué es teatro. Y en ese sentido, a lo prehispánico no podría considerársele teatro bajo la mirada occidental, pero claramente había espectáculos, convivialidad. Pero habría que preguntarse si una celebración tradicional es representación. ¿Una fiesta por la limpieza de acequias es representación? No tengo la respuesta.
-O la chonguinada, que es una sátira.
Una burla del minuet español. La definición de teatro como gente que representa a otros papeles sí es producto de la conquista. Pero también las primeras obras... Hay un auto sacramental donde acaban sacando cadáveres del cementerio de Lima, que es alucinante. ¿Eso es una representación o presentación para el público?
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-¿Las obras evangelizadoras eran teatro?
En formato sí y quizás quienes las organizaban tenían la visión teatral, ¿pero quienes las veían lo sentirían como teatro o no?
-Entonces, ¿dónde está el punto de partida del teatro?
Esta confusión de conceptos para mí es una gran riqueza; no es un problema, es maravilloso. Pero el teatro bajo el concepto occidental surge probablemente ya afianzado el virreinato, donde habría un teatro más dentro de ese concepto, y que tampoco es igual al teatro europeo ni tendría que serlo.
-¿Perú Negro y Yuyachkani son las cumbres de lo que se llamaría teatro peruano?
Cuatrotablas también. Del teatro de creación colectiva, que es algo muy latinoamericano, que arranca en los 70. Son 51 años de Yuyachkani y Cuatrotablas.
-El teatro de La Plaza me parece singular: por un lado parece ‘mainstream’, ‘comercial’ y por otro lado, apuesta por obras que hablan sobre el caucho, con temáticas más críticas.
San Bartolo, Hamlet con chicos con síndrome de Down. Y han hecho espectáculos al aire libre como Bicentenaria. Se puede hacer política desde el circuito de teatro comercial. O también tienes a Preludio con un musical como Todos vuelven y no es un musical para salir aplaudiendo una peruanidad vacía, y no hay nada más comercial que un musical de Preludio, y no por eso es malo o es bueno. Ahora, igual estás condicionado, porque hay cosas de las que no se puede hablar tan libremente.
-A tu segunda obra le cayó la pandemia. ¿Esa no fue razón suficiente para renunciar al teatro o, más bien, te quedaste con ganas de revancha?
Tuve la revancha sin querer. El propio elenco de 1997, 14 de noviembre se organizó para hacer una serie web. Y está ahí, en ese formato y se vende en Joinnus. Y me gusta que eso exista y que la hayan hecho suya. Ahora quiero investigar más sobre teatro. Para escribir teatro no hay un manual.
-Vuelvo a la pregunta inicial. ¿El teatro nos da respuestas para las coyunturas?
Ha sobrevivido en un país tan golpeado por la pandemia, y eso ya es un mérito, que la gente quiera reunirse. Esa es una señal de esperanza. Sobrevivir ya es importante. Es un tiempo confuso, pero creo que no me gustaría un teatro que ofrezca respuestas, me gustaría más un teatro que me haga encontrarme con ese amigo que eliminé de redes sociales en pandemia. Encontrarme con ese alguien que en algún momento vi como un enemigo y que quizás haya cambiado o quizás yo. Ese punto de encuentro se da en la convivialidad del teatro.
AUTOFICHA:
- “Tengo 39 años. Nací en Lima. Mi padre es de Oyón, mi madre es hija de japoneses nacida en Lima. Estudié Literatura en San Marcos, un máster en Estudios Literarios y Teatrales en Granada (España) y me quedé ahí para el doctorado en Lenguas, Textos y Contextos”.
- “He publicado 16 libros: dos obras teatrales, cuentos fantásticos, novela fantástica, memorias sobre mi familia, cuentos realistas, uno más mío que es Los anteojos de mi padre, un libreto de cómic Ribeyrito, historias sin plumas; un poco una miscelánea”.
- “Tengo una obra de teatro inédita, una comedia negra sobre la pandemia. Y escribo una novela realista, que tiene que ver con adicciones. También enseño en el diplomado de Gestión Cultural de la Ruiz de Montoya y en la maestría de Educación por el Arte y en el pregrado de la Universidad Ricardo Palma”.
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