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María Gonzales, Picarones Mary: “Con mi trabajo he educado a mis hijos, tengo mi casa”

“Mientras yo pueda trabajar, seguiré viendo el negocio para que mi marca siga para adelante”, dice. Entrevistamos a Mary.

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“Estoy aquí con mi mamá, te está escuchando”. Son las primeras palabras por teléfono de Josimar, el hijo de María Gonzales, o simplemente Mary. La creadora, junto a su esposo, de Picarones Mary, que empezó con un módulo en el Parque Kennedy de Miraflores hace 26 años y que ahora opera en su nuevo local de Surco, en el jirón Preciados 106, a una cuadra del Óvalo Higuereta.
A los 15 años Mary dejó Puquio. Su padre la trajo a Lima en 1975. Él regresó a Ayacucho para continuar sus labores en el campo y ella se quedó con sus hermanos para estudiar. Pero no acabó el colegio. Estuvo hasta tercero de secundaria. “Metí la pata”, dice cuando le pregunto por qué dejó los estudios. Se enamoró y se dedicó a trabajar. Mary siempre quiso ser comerciante, incluso en sus juegos de infancia. Tener su casa, un negocio. Empezó vendiendo canchita en un cine limeño, pero gracias a los picarones su nombre llegó a la feria gastronómica Mistura y, en 2020, al documental de Netflix Street Food: Latinoamérica.
Le pregunto a Josimar qué piensa de su madre. “Siempre le he dicho que es una mujer luchadora. Desde pequeños nos ha involucrado con el trabajo. Siempre hemos estado a su lado, ayudando”, responde el hijo que dejó la mecánica para dedicarse a los picarones.
“Lo escucho”, me dice Mary.
-Atendieron desde Villa María del Triunfo y ahora están en Surco. ¿Cómo vienen afrontando esta pandemia?
En la primera cuarentena estuvimos encerrados desde marzo hasta junio. Estábamos desesperados. Ya no había ingresos. Entonces, tuvimos que trabajar desde acá, mi casa, para entregar nomás. Lo publicamos en redes y los clientes nos llamaron, pedían. Mi hijo tiene movilidad y así hemos estado entregando los productos. Ocupamos la bodega que tenía en mi casa. Era una bodega que años atrás había quebrado. La hice arreglar y el 18 de julio abrimos. Publicamos en Facebook y la gente de Surco, Miraflores nos llamaban. “¿Mary, dónde te encuentras?”, me decían.
-¿Y por qué se mudaron a Surco?
Los mismos clientes nos pedían abrir la tienda en un lugar más céntrico. En plena pandemia, decidimos buscar un local. No sabíamos si nos iría bien o mal.
-Era un riesgo.
Teníamos miedo de invertir. “¿Ganaremos, venderemos?”, nos preguntábamos. Porque nosotros hemos trabajado en la calle y con los eventos. Pero decidimos abrir el local. Como trabajo con mis hijos y nuera, decidimos trabajar en grupo. Pero a mi Josimar le dije: “Tú te encargas, te vamos apoyar, pero ustedes dedíquense a trabajar, porque también tengo que cuidarme”. No salgo mucho a la calle. Y así en noviembre empezamos en Surco.
-¿Y cómo les está yendo?
Bien, bien no, pero sí responde. No ha caído tanto la venta, pero esta cuarentena no ayuda mucho. Atendemos para recoger en el local y delivery. Trabajamos siguiendo todos los protocolos.
-¿En algún momento no pensó en tirar la toalla y dejar el negocio de los dulces?
No, es mi trabajo. Todo el tiempo he hecho eso. Con mi trabajo he educado a mis hijos, todos son profesionales, pero más les ha gustado el negocio de los dulces. También tengo mi casa y mis hijos tienen sus departamentos.
-¿Por qué cree que le ha ido tan bien?
Por la calidad, el trabajo honrado, el trato al cliente. También hemos recibido capacitaciones en Mistura, donde he participado durante 10 años. Y gracias a mis clientes.
-¿Cuál es la clave para que un picarón salga rico?
En primer lugar, es la calidad de los productos. Y con cariño, amor y voluntad todo sale bien.
-¿Cómo aprendió a preparar los picarones?
Yo vendía canchita en un cine, circos, juegos mecánicos. Y a veces nos llevaban a cumpleaños, fiestas infantiles, colegios. Pero también nos decomisaban los coches. De todo hemos pasado. Hasta que hubo la oportunidad de entrar a Miraflores. Mi esposo vendía algodón dulce, pero este producto no lo comen todos los días. Entonces, cambiamos de giro. Conversando con mi esposo sobre qué producto vender, pensamos en anticuchos; lo intentamos, pero nos dijeron que era mucho humo. Así cambiamos a picarones. Como soy de calle, tengo amigas picaroneras, siempre miraba cómo lo estaban preparando. Pero por más amigas que tengas, no te van a enseñar su receta. Entonces, poco a poco en la casa, día a día, hemos mejorado. Probando cuál es mejor, hasta que hemos encontrado el sabor final. Los clientes dicen que soy la mejor picaronera, no lo digo yo (ríe).
-Cuéntenos el secreto de la receta, Mary.
No hay. Todo está en la maña, la mano. Fue difícil aprender. De ahí les he enseñado a mis nueras, a mis sobrinos con los que he trabajado y algunos también tienen sus negocios. Mi hijita estudió repostería y ella me enseñó a hacer otros dulces y yo le enseñé a preparar picarones.
-¿Ha sido difícil llevar el negocio con el esposo?
Cuando trabajábamos, sí (risas).
-Se peleaban.
Un poquito (ríe), una renegada.
-Pero llevan juntos varias décadas.
La clave es la confianza y comprensión más que nada. Si uno está molesto, mejor salgo, me voy a comprar, regreso y ya pasó todo.
-¿Vuelve a Ayacucho, a la tierra donde nació?
Antes de pandemia iba cada año. Mis papás tienen su casita. Aunque mi mami nos dejó hace 10 años y a mi papi lo tengo conmigo. Él tiene 87 años. Han sido testigos de lo que hemos ido logrando.
-Ha llegado a Netflix. ¿Siente que ya lo ha logrado todo?
Quizás sí. Pero mis hijos están aprendiendo. Y ya saben lo que tienen que hacer. Pero mientras yo pueda trabajar, seguiré viendo el negocio y los seguiré apoyando para que mi marca siga para adelante. Esto que vivimos, como llegar a Netflix, es un sueño. No pensé que sería famosa (ríe).
AUTOFICHA:
- “Me llamo María Gonzales Rivera de Valverde. Tengo 59 años, nací en el año 61, el 22 de octubre. Nací en el distrito de Puquio, provincia de Lucanas, en Ayacucho. Puquio querido, que está pegado a Nasca, Pampa Galeras. Pero Huamanga no conozco”.
- “He vendido canchita, después tuve mi bodega acá en mi casa y luego me dediqué a vender los picarones. También tengo un puesto en la alameda Chabuca Granda, que lo trabaja mi hija. Para eventos trabajamos con algodón dulce, canchita, picarones y más”.
- “Por ahora solamente queremos que esta pandemia se acabe. No hay planes, no podemos hacer muchos planes. Estamos viviendo el momento. Estamos en crisis. Tanta gente que sufre. Pero es una alegría que empiecen a llegar las vacunas. Que vacunen a los médicos y policías para que nos cuiden”.
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