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César de María, dramaturgo: “Se disfruta menos el mundo mientras menos arte consumes”

Es autor del libro ‘Jaulas de sombra’, donde reúne monólogos teatrales. Es dramaturgo y estima que ha escrito casi 40 obras. Perú21 entrevistó a César De María.

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Es autor del libro ‘Jaulas de sombra’, donde reúne monólogos teatrales. (Foto: Martin Pauca).
Fecha Actualización
En teoría su padre era español. No se sabía mucho de él, César cree que era chileno. Murió a los 18 años de pisar el Perú y cuando César tenía 5 años. En teoría contabilizaba 65 años de edad, pero cree que eran más. Orígenes y números inciertos que une para escribir una obra de teatro sobre su padre. En realidad, se inventará un padre con los pedazos que viene recogiendo.
Y quizás esa sea su obra número 40. César De María hoy tiene más de 30 obras de teatro escritas. O casi 40. Escribe unas seis o diez a la vez. Las bocetea, las traza, las piensa gracias a los seis lapiceros de colores que lleva siempre consigo. Usa varios colores porque en algún momento tiene que cambiar de pensamiento. Unas ideas las aloja en un cuaderno y otras en un ipad-mini. De María es visual y así consta en Jaulas de sombra, su más reciente libro que reúne sustanciosos y deliciosos monólogos teatrales, en una impecable edición de Máquina Purísima. Libro que presentará mañana en la Casa de la Literatura Peruana, a las 7 p.m.
Su padre era martillero público; es decir, hacía remates. Era vendedor, tenía negocios. Se llamó Luis Clemente. Alto, enjuto y amable. Siempre le contaba historias y le pedía que escuche, que piense lo que dice, que esté atento. César De María es dramaturgo, y tal vez porque le hizo caso a su padre.
Los vendedores, como tu padre, pueden ser grandes contadores de historias.
Pero los que no compran también. El vendedor te vende una historia y el comprador tiene otra. Y la venta sale de la comunión de ambas historias.
Un vendedor y un escritor deben tener paciencia. Y tus personajes son especialmente pacientes, pero en varios casos para ‘hacer justicia’, como cortar en pedazos y cocinar a quien la violó en “La confesión de la cocinera”; por cierto, un relato maravilloso y escalofriante.
Lo escalofriante ahora es maravilloso. Vivimos una contradicción: el aprecio por las grandes tareas y, a la vez, el desprecio por lo inmoral, pero si uno ve (la serie) Breaking bad, puede decir “qué inmoral este vendedor de drogas”, pero a la vez lo defendemos y nos identificamos con él, porque quién no se ha quedado sin chamba o quién no ha necesitado dinero para un problema familiar. Tenemos la tendencia a identificarnos con las historias que hablan de lo cotidiano, pero lo llevan más allá.
Se dice que estos relatos naturalizan o normalizan la violencia o, por ejemplo, encumbran figuras del narco.
Yo creo que la normalización de la violencia no empieza en las películas, empieza en la vida. Los productos culturales narran lo que vivimos. Si pretendes hacer un producto cultural que no se acerque a lo que vivimos o que lo corrija, acaba siendo moralista y la gente tiende a no escucharte.
Hoy se ha instalado el versus entre “tibieza” y “mano dura”.
Porque es fácil polarizar. Se han vuelto discursos políticos. Los que están a favor de la mano dura, generalmente también están a favor de la poca escucha social.
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Luego de leer Jaulas de sombra, pienso: todos somos historias andantes, todos narramos. ¿Qué diferencia a los escritores?
El hecho de que queremos crear un producto, queremos que esta historia llegue más lejos, que sea reproducible para que se debata lo que estamos debatiendo tú y yo. Para que veamos con claridad el mundo que evadimos.
El monólogo “Lápices rotos” es brutal.
Te hace entender cosas que no has querido entender. Es una pretensión de los artistas querer abrirte los ojos. El enigma de la sociedad lo lee e interpreta el artista y quiere que todo el mundo entienda lo que está escondido.
A partir del libro, pienso en esta pregunta: ¿solo el arte mantiene el alma viva?
Es bien complejo. Creo que el arte aglutina la vida y la sociedad. Mirar alrededor y comprender lo que vemos no es posible sin arte. La noción de arte hace que entendamos hasta el celular que compramos. Se disfruta menos el mundo mientras menos arte consumes.
La creación vive con (y en) nosotros; sin embargo, muchas veces es vista como algo menor.
Esa conciencia el arte la despierta. El arte nos llama la atención y nos dice: “sé consciente de que hay belleza alrededor de ti y que es falso que solo esté concentrada en esta obra de teatro, en este libro o en este cuadro. Está regada por el mundo y comprenderla hace que te sientas más feliz”.
En “Hotel San Cristóbal” se trata el olvido y la memoria. ¿Para qué sirve la memoria, no es mejor el olvido?
Olvidarlo todo es imposible, al igual que recordarlo todo. En medio, uno tiene que administrar lo que olvida. La memoria es la administración del olvido, de qué te vas a acordar, la memoria te construye, la selección de recuerdos te forma, solo en recordar hay una valoración. El teatro busca que a través de ciertas historias, recuerdes momentos de la vida del país y de tu propia vida, o por lo menos entiendas cómo podrías leerlos cuando te lo cuenten.
En el libro cuentas tu deseo de hacer alguna vez teatro de armario.
Muero por una idea así. O de repente mesas teatrales en tal restaurante y te ponen un actor en cada mesa para contar una historia. Ya he visto teatro de bus. Falta una percepción del teatro como la que se tiene de la gastronomía: hay que ser anticucheros del teatro, ir a los colegios, ser un poco más ambulantes del teatro.
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AUTOFICHA:
-“Soy César Augusto De María Mestanza. Nací en Lima. A los 15 años, cuando estaba por acabar el colegio, seguía a mis amigos, y un día pasé por un teatro, Los Grillos, y vi a Sara Joffré. Me parecía bonito hacer teatro. En el colegio yo había ganado concursos de cuento, de poesía”.
-“Escribía desde los 8 años, a mis amigos les hacía crónicas. Sara Joffré me invitó a ser boletero y cuando contó la plata al final de la obra, me dijo: ‘Estás aceptado en el grupo’. Qué linda prueba. Hice un par de obras y Sara las mandó a un concurso nacional, y gané, tenía 16 años”.
-“Calculo que tengo unas 30 obras de teatro o casi 40. Estoy escribiendo varias cosas: una obra alrededor de un robot y un niño que tiene poderes por ese robot, y quiero que ese niño vuelva al pasado y lo cambie; y otra obra sobre una servilleta, Papelito aventurero. Creo que lo visual del teatro es lo más rico”.
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