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Borges o la fórmula del Aleph [CRÓNICA]
Diez escritores peruanos hablan sobre por qué leer al autor argentino a raíz del último libro de Mario Vargas Llosa, "Medio siglo con Borges".
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¿Cómo convertirse en un clásico con textos que no superan las diez páginas? Esa es una pregunta que se formulan quienes se acercan al fenómeno Jorge Luis Borges (1899-1986), como lo ha hecho recientemente el Premio Nobel Mario Vargas Llosa, que acaba de publicar Medio siglo con Borges.
Las ficciones del autor argentino parecen ahora microchips. Y, con la precisión del ajedrez, reúnen la periferia argentina y paisajes orientales remotos, plantean el problema del infinito y desdibujan la frontera entre ficción y realidad. Ello resuena hoy, tiempos de Internet, big data y realidad virtual. Conversamos con diez escritores peruanos sobre por qué leer a este inacabable autor.
“Es hijo de Las mil y una noches. Es una literatura”, anota Cronwell Jara, quien resalta su tono reflexivo, las estructuras maestras de sus relatos y su manejo exquisito del lenguaje. Jara cuenta que chocó pecho a pecho con Borges en 1978, a la entrada de una conferencia que daría el escritor en su segunda llegada a Lima. “Nos dejó pasar. Tenía una humildad sabia y sus cuentos tienen esa sabiduría”, recuerda el autor piurano, cuya obra retrata la marginalidad de la ciudad.
Se ha paseado casi por todos los márgenes del cuento, comenta Óscar Colchado Lucio, que ha trabajado con la tradición oral de las diversas regiones del Perú. “Da la impresión de que fuera un filósofo, ha introducido la reflexión dentro del relato”, agrega el narrador y poeta ancashino, que tomó un pasaje de una cabalgata de un cuento de El Aleph para una escena de su clásica novela Rosa Cuchillo.
Por su parte, la poeta y narradora Carmen Ollé lee “Otro poema de los dones” cuando se siente deprimida. “Por el amor, que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad”, reza un verso del autor universal que falleció hace 34 años.
Y el tema de género. Para Ollé, Borges introduce un personaje emblemático para abordar esta problemática de tanta actualidad. Se trata de Emma Zunz, cuyo nombre da título a uno de sus famosos cuentos, quien es víctima de la violencia machista.
En sus tiempos universitarios en San Marcos, una joven Doris Moromisato decidió que quien no había leído a Borges no podía ser su amigo. Se había convertido en su sistema mental, en su mentor intelectual. “Fuera de él, todo era básico, purita sobrevivencia”, dice. Ello llevó a que en su primer poemario, Morada donde la luna perdió su palidez (1988), usara un epígrafe del argentino para declarar la deuda que le tenía.
“Me dejó casi ciega con tanta luz. Es matemáticamente infalible”, dice la autora nikkei.
Matemática y pulsión
La fórmula Borges también ha dejado huella en autores más jóvenes. Al leer la obra del argentino, Karina Pacheco Medrano tiene la sensación de ingresar a múltiples pasadizos, portales y puertas secretas, con ventanas a otros mundos.
“Nos invita a preguntarnos sobre la palabra, la muerte, la guerra, las búsquedas obcecadas, el infinito, los laberintos, el amor, la sabiduría, los celos, la culpa, la redención”, comenta la autora de Las orillas del aire.
Juan Carlos Cortázar, cuya narrativa aborda temas LGTBI, resalta aquellos dos lados de Borges: la narrativa de deseos desbocados, como en “El sur”, “Emma Zunz” o “Hombre de la esquina rosada”, y la ficción conceptual de “El Aleph”, “Las ruinas circulares” o “Biblioteca de Babel”. Borges, en su narrativa, parece por momentos dos escritores distintos.
Sus ficciones son alucinantes, dice Martín Roldán, autor de Generación cochebomba, que retrata la convulsionada Lima de los 80 y 90, sobre aquella faceta pulsional del argentino. Cuchilleros, delitos, duelos habitan también las páginas del autor que es más conocido por sus ficciones fantásticas. De estas, Roldán rescata imágenes que le quedaron grabadas: la dignidad de Francisco Real, herido de muerte, que pide le cubran el rostro para que no vean su agonía; el aplomo del inexperto cuchillero que asume un duelo a muerte.
Con Borges descubrimos que la realidad es otra, dice Marco García Falcón, sobre aquel otro lado, el especulativo. “Descubrimos los límites y trampas de la razón, y cuánto hay de misterioso en la vida. Ofrece una nueva manera de mirar el mundo. Un lente distinto para comprender sus paradojas, reiteraciones y caminos sin salida”, anota el autor de Esta casa vacía.
¿Cómo llamarse escritor sin leer a Borges si su obra marca una inflexión en las letras mundiales?, se pregunta Claudia Salazar, autora de La sangre de la aurora (Premio Las Américas 2014), ficción histórica centrada en los años de violencia terrorista. “En sus ensayos y ficciones nos hace pensar la relación entre literatura y mundo; no son entidades separadas, sino que se alimentan e infectan”, opina.
“Vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala”, reza la descripción de aquel objeto que contiene el universo, el Aleph, en el cuento más conocido de Borges y también el favorito de la narradora Susanne Noltenius, que en su primera visita a México, fue en busca de un atardecer similar. “Esa descripción de cómo se concentra el universo en un objeto es exquisita. Su obra tiene una profundidad y un manejo de la forma insuperables”, dice la autora de Tres mujeres. “Después de escribir eso, uno puede morir en paz. Es como establecer un récord en las Olimpiadas”, anota.
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