Ania Paz, pianista y compositora peruana que radica en Alemania.
Ania Paz, pianista y compositora peruana que radica en Alemania.

De pronto su madre empezó a tocar el . Tal vez era el scherzo de Chopin. Había virtuosismo, energía, arrebato, fuerza, eran como ráfagas. La niña, serena y obediente, contempló esa escena. Su madre y el piano en una esquina de la sala de la casa, rodeados de ventanales que daban al jardín y un árbol de higos.

“Me conmovía demasiado el arte”, me dice sobre aquella niña que a los 3 años empezó a tocar el piano y desde los 4 ya iba con sus padres a los espectáculos de la orquesta sinfónica. Ania hoy es pianista, compositora y profesora en Universität der Künste, o Universidad de las Artes. En 2022 estrenó el aplaudido álbum Chidísimo más. También es parte del colectivo Mujeres de Iberoamérica en el Jazz y gira por Europa con su nuevo trío.

Hace poco leyó en las noticias que en Kiev no tienen ni luz ni calefacción por la guerra, pero no han dejado de hacer ningún concierto, iluminados por velas y en pleno invierno. “Me pareció hermoso ese mensaje”, me dice desde Berlín, su voz es suave y armoniosa.

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-Hace varios años te hice una entrevista y justo volvías al Perú para quedarte. Pero te volviste a ir. ¿Qué pasó?

(Risas). Fue lindo el Perú. Estuve siete años en el Perú y también fui profesora allá, primero en la UPC y después en la Católica. Clases de armonía, composición, improvisación, jazz, colaboré con asesoría de tesis, etc. Me mudé a Perú por una razón personal. Fue hermosa la oportunidad de tocar con músicos peruanos. Hice giras en Argentina, Chile, México. Pero ante la pandemia se dejaron de hacer conciertos por mucho tiempo. Como jazzista me estaba haciendo falta la interacción entre músicos, era momento para el cambio.

-¿El jazz cuánto bebe del entorno? Escucho “Tristeza en las montañas” de Chidísimo más y podría ser parte del soundtrack de hoy. ¿O el jazz es solo una abstracción?

Para mí la música es abstracta y rara vez escribo con letra. Hasta preferiría no ponerles títulos a mis composiciones porque la palabra te genera un vínculo con algo más concreto. Ahora, la música sí refleja la tristeza en las montañas, pero esa canción la compuse antes y me siento agradecida de la influencia andina que tiene, aunque siempre le pongo mi personalidad: he transformado el concepto de la melodía, le he puesto un ritmo un poco experimental, le he puesto una mezcla de sonidos que podemos llamar bitonal, y esos elementos no son característicos de la música popular.

-¿Tu música tiene patria?

Es bastante multicultural. Hace poco me hicieron una reseña en México, a raíz de mi CD –que es en honor a Perú y México– y se dijo que yo era una viajera y que esos viajes se ven en la música, y también se dijo que hago lazos de amistad.

-¿Hoy el jazz tiene patria?

Surge en Nueva Orleans y se va expandiendo. El jazz se ha vuelto un estilo bastante personalizado y, a la vez, integró muchos elementos de otros países porque desde que surgió en Nueva Orleans existía gente del Caribe, Europa, la misma ciudad era cosmopolita por el puerto. Y después ha tenido fusiones con música oriental, latina, europea. Hay un estilo más típico que promueve Wynton Marsalis y hay un estilo más abierto, que a mí me encanta. Pero es interesante la universalidad que puede tener la música. Busquemos lo que unos une, no lo que nos separa. Y la música es un puente que nos conecta, no importa de dónde seas, es universal y esa es la belleza que podemos lograr.

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-¿Hacer jazz en Berlín qué particularidad tiene? Es parte de un continente azotado por la guerra en Ucrania.

Los eventos van marcando el trabajo del artista. Así como la pandemia, la guerra nos está marcando como artistas también. Ha habido mucho apoyo a la gente de Ucrania. Pero debemos seguir y perseverar, trascender las dificultades.

-Por más que el barco se esté hundiendo la música no debe parar...

He visto de cerca el poder que tiene la música. La música puede coexistir con los momentos difíciles. Nadie puede vivir sin música. Hay hasta sanación con la música. La música es como un agua fresca en el desierto. Hay tantas películas sobre eso, como The Pianist, porque hubo músicos que por serlo sobrevivieron en los campos de concentración. La música es una necesidad.

-¿Por qué elegiste el jazz?

Estudié música clásica desde pequeña. Tocaba, componía, iba a conciertos, aunque no conocía el jazz. Pero tenía una chispa creativa dentro de mí, desde chiquita hacía las cosas siempre a mi manera. Eventualmente después, cuando estudié en Alemania, la salsa estaba de moda y empecé a tocar salsa por oído, era 1984. Tuve la oportunidad de ver en vivo a Celia Cruz, Rubén Blades, Willie Colón.

-En tu música, sin duda, está esa vena latina.

De vez en cuando toco salsa, merengue también, festejo, todos los estilos. Y después, cuando me fui a estudiar a Philadelphia para la maestría, ahí sí llegué a una ciudad llena de jazz. Estaba fascinada. Pude empezar a componer libremente, y aprender a improvisar me cambió la vida. Empecé a encontrar mi voz propia.

-Tus padres eran ingenieros civiles y tú querías estudiar matemática, ¿por qué se impuso la música?

Las matemáticas las integro a la parte de la armonía, hice un doctorado en Armonía, amo la armonía. Los números han terminado siendo parte de mí. Por eso también soy profesora, porque puedo hacer que los estudiantes conecten la parte analítica con crear. A la disciplina que enseño le llamo lógico creativa.

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-¿En la música dos más dos siempre será cuatro?

Existe una explicación matemática para todo en la vida. Y todo se puede expresar con números. Si quisiéramos, sí podríamos encontrar el dos más dos es cuatro en todo.

-¿La creación tiene una fórmula?

Los hemisferios analítico y emocional intuitivo del cerebro no están divorciados. Lo importante es entrenar los dos hemisferios para utilizar nuestro máximo potencial. A mí me fascina el aspecto analítico de la música porque me da más herramientas para la creatividad, me abre más puertas para explorar nuevas opciones. Me encanta estar tratando de crear. Pero hay que mantener el equilibrio.

AUTOFICHA:

- “Soy Ania Alexandra Paz Galván. A veces me olvido mi edad, pero creo que tengo 56 años (risas). Nací en Lima. Acabé el colegio y estudié música. Seguí especializaciones en piano, música clásica, jazz y en México he hecho un doctorado en Armonía Modal y Atonal”.

- “En Berlín dirijo un trío, que es mi proyecto principal con mis composiciones. Es un trío junto a Christoph Hillmann en la batería y Carmelo Leotta en el bajo. Tocamos en clubes de jazz y teatros. Hemos grabado nuestro primer CD que lanzaremos este año”.

- “Estoy componiendo mucho en estos días y vuelvo a ser yo misma otra vez. En la universidad enseño un curso de piano que solo existe en pocos países, lo traduciría como piano creativo, un curso con una gran tradición alemana. Aquí hay una tendencia vanguardista del jazz y de la cultura en general”.

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Pedro Yaranga

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