Alonso Rabí, docente y escritor.
Alonso Rabí, docente y escritor.

Aquella tarde le dieron una cartulina y se puso a pintar. Pero caminó a la trastienda y encontró pilas de libros. Tenía 7 años, estaba desconcertado. “¿Puedo coger algo de aquí?”, preguntó. “Fíjate Oliverio Twist, de Charles Dickens, la edición Billiken; el libro es rojo”, le dijo su tía invidente. Ese día lo recogió de su casa, donde se quedaba solo luego del colegio porque sus padres trabajaban. La tía tenía una librería en el Parque Universitario del Centro de Lima. Se podría decir que aquel libro fue el primero que leyó y que aquel fue su primer trabajo, al que volvió, incluso, cuando fue universitario.

Estudiaba Derecho pero leía literatura todo el día. Llegó hasta cuarto año de la carrera, practicó en el Senado del catastrófico primer gobierno aprista, pero no era lo suyo. Renunció y migró a la Facultad de . En su casa se enteraron por accidente un año después, cuando ya no había nada que hacer, cuando ya publicaba artículos en periódicos. No pasarían muchos años para publicar su primer poemario: Concierto en el subterráneo, que llegó a las librerías en 1992, en el Perú del autogolpe fujimorista.

Tres décadas después, edita Ciertas formas de la soledad (Editorial Qwerty, 2023), antología de su que incluye piezas inéditas. Antes, en 2022, reeditó Animales literarios (Pez Letra Editores), conjunto de más de 40 entrevistas a escritores que realizó en su faceta de periodista, desde Mario Vargas Llosa hasta la argentina Mariana Enríquez.

Y ya alista el volumen 2 de Animales literarios. ¿Qué animal sería Alonso Rabí? Dice que el más terco de todos. “Un buey. Terco, terco; testarudo; estoy ahí, ahí”, se describe y lanza sonoras carcajadas. Estamos en su casa, es la mañana del pasado 3 de enero, otra vez en medio de un país en crisis.

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-En los primeros días del año leo en Facebook sus reflexiones sobre educación, entre el análisis y la impotencia, y tal vez algo de rabia.

Llevo más o menos 21 años dedicado a la docencia, y he visto pasar muchas cosas, muchos ‘grandes cambios’. Pero no sé si la educación peruana se ha adaptado bien para satisfacer la diversidad que tenemos. El otro día bromeaba con un amigo: Imagínate abrir una facultad de oceanografía en Tarapoto; no tiene ningún sentido. Encuentro esa desarticulación. Me preocupa que en los colegios se lea poco y mal. Y me preocupa más que, por ley, ahora los padres tengan injerencia en el currículo escolar. ¿Cuántos de esos padres leen más de un libro al año? Eso es preocupante. Está bien, la educación debe enseñar a hacer, pero eso no significa que se tenga que descuidar lo otro.

-Cuando lo he visto en televisión y ahora que leo Animales literarios, siempre tuve la sensación de que tenía al frente a un docente. ¿Usted es, sobre todo, educador?

Termino San Marcos, entro a trabajar a El Comercio y el año 2000 aparece la oportunidad de aplicar a una beca para una maestría en literatura en EE.UU. Aplico y me aceptan. Hasta ese entonces, nunca había enseñado. El trato con la beca era: la universidad te pagaba el posgrado, dictabas una clase de español y esa enseñanza te daba un sueldo con el que podías sobrevivir. Ahí descubrí la vena de educador. El primer día de clases me estaba acercando a la puerta del salón y estaba temblando.

Libro de entrevistas a escritores.
Libro de entrevistas a escritores.

-No le pasó lo mismo que al profesor suplente de Julio Ramón Ribeyro, ¿no?

(Risas). Había una beca de por medio. Mi papá me enseñó en quinto de media, él enseñaba Educación Cívica y Economía, cursos duros, pero te matabas de risa porque era un contador de historias alucinante. Cuando iba a abrir la puerta en la Universidad de Colorado, año 2001, me acordé de mi padre. Salí del salón de la universidad luego de dar la clase y lo hice con la convicción de que me acababa de iniciar en otro oficio más. Exactamente igual fue con el periodismo, adonde llegué por una recomendación y recuerdo que mi mamá me dijo que vaya con terno. Le dije que en los periódicos no usaban terno. “No, no”, insistió.

-¿Y fue en terno?

Me puse terno. Cuando me reciben, me dijeron: “¿Usted trabaja en un banco?” (risas). Yo tenía 24 años, estaba en Derecho de San Marcos. La barajé y les dije que tenía un bautizo (ríe). No estudié Periodismo, pero llevo 35 años en esto, y también es un oficio que descubrí y aprendí, y que aprendí a querer también, porque si esto no se quiere, no sale bien.

Antología poética.
Antología poética.

-Vuelvo a la pregunta: ¿es sobre todo educador?

Y estudiante (ríe). Hacer televisión no estaba en mis planes. Para Entre libros (programa que se emitió por TV Perú) con José Carlos Yrigoyen pasamos un entrenamiento actoral con Gianfranco Brero, y al inicio fue muy traumático. Todo es aprendizaje.

-En la entrevista a Peter Elmore, él dice que José María Eguren no escribe para el público sino exigiendo al público, y lo dice como algo positivo; en la entrevista a Mariana Enríquez, ella dice que la alta literatura no ha resuelto la conexión con la gente. ¿Usted dónde se ubica en esos dos extremos?

Por mi posición docente, yo buscaría un equilibrio. Góngora como escritor masivo fracasaría, porque es un lenguaje de un barroco altísimo, hermoso ciertamente, pero no sé si todos estamos listos para Góngora. Pero es interesante que Mariana Enríquez defienda a Stephen King y tiene razón, porque, finalmente, ¿para qué escribe uno? Por ejemplo, creo que Rafael Dumett con su novela El espía del inca ha logrado que nos acerquemos al mundo incaico pero ya no con la mirada colegial o dulzona de Garcilaso; lo de Dumett es poner a conversar a la historia con la imaginación. Eso enriquece mucho el acercamiento al mundo incaico.

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-Y pese a ser un libro de alrededor de mil páginas.

Claro. Es muy infrecuente que aparezcan novelas de gran extensión. Lo que ha hecho Rafael es notable. (En este siglo) no encuentro otra novela de ese nivel.

-En la entrevista a Mariela Dreyfus, usted le pregunta si se enseña o no a escribir.

Si yo fuera maestro de esto que llaman ahora escritura creativa, no te enseñaría a escribir, porque creo que esa intervención es demasiado invasiva. Yo creo más en gestionar el talento. Más que un taller de escritura, creería más en un taller de lectura, que pudiese luego desembocar en una actividad creativa. Una vez hice un experimento con mis alumnos de la universidad. Tenían que exponer un cuento: debían demostrar la solvencia académica, que era el 50%; y el otro 50% era coger el cuento y convertirlo en un objeto creativo. Un grupo trabajó el cuento “La gallina degollada” de Horacio Quiroga, y en la parte creativa hicieron una función de títeres. Adaptaron el cuento, hicieron un guion, lo manipularon, armaron su marquesina con cajas de leche, pusieron sus gallinitas y a los tres hermanos. Fabuloso. Eso es lo que hay que lograr. De ese cuento no nos vamos a olvidar nunca, porque se lo apropiaron, lo hicieron suyo.

Alonso Rabí, escritor y docente.
Alonso Rabí, escritor y docente.

-Entonces, hay que aprender a leer.

Yo diría que de ahí parte todo.

-A mediados de los 80, en San Marcos usted cambió de Derecho a Literatura. ¿Estaba escapando del mundo o quería comprometerse con el mundo a través de la escritura?

Lo político era evidente; la idea de crisis estaba desde que yo era niño, quizás la primera palabra que escuché pronunciar fue crisis, siempre, nos acompañó toda la vida. Pero yo escribía poesía y quería estudiar literatura no porque quería ser escritor sino porque me fascinaba la literatura.

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-Entonces, ¿la literatura lo aisló de ese Perú de los 80?

No me aisló, la literatura me enseñó a ver al Perú de otras maneras. No fue un escape, fue otra puerta que se abrió para empezar a ver al Perú de otra manera, para enriquecer mi mirada. No creo que haya recetas, no creo que por ser del ochenta, la poesía tenga que ser de una manera o de otra.

-¿Por qué regresar a la poesía?

Es quizás la búsqueda del dialogar con el otro.

-¿La poesía es un diálogo o es algo más personal?

En un diálogo solitario en principio. Octavio Paz hablaba mucho de la comunión, y yo creo que la poesía es un acto de comunión. Cuando uno lee a César Vallejo, de alguna manera uno se está hermanando con él. Sus poemas son como cartas, donde te habla sobre la vida, la experiencia histórica, el ser social, la solidaridad, sobre la condición humana. Yo busco eso.

Me dice que quiere entregarme Ciertas formas de la soledad, que acaba de salir de imprenta. Se levanta y vuelve al minuto con un ejemplar. Cada libro está numerado, este lleva anotado el 10. Mientras escribe una dedicatoria, lanza preguntas para saber qué estudié o el origen de mi apellido materno...

AUTOFICHA:

-“Soy Alonso María. El apellido Rabí es de origen palestino. Mi abuelo paterno inmigró al Perú en 1906, vino jovencito. El apellido materno es de origen portugués. El primer Do Carmo, hijo de portugueses, llegó a Arequipa de Ecuador en mil ochocientos treinta y algo”.

-“Tengo 58 años, nací en Lima. Acabé el colegio y estudié Derecho, para luego trasladarme a Literatura. En EE.UU. hice maestría y doctorado en Literatura Latinoamericana. He publicado cuatro poemarios y otros libros más, como Universo Mario Vargas Llosa y Archivo de recortes”.

-“Para Animales literarios montamos con dos amigos la editorial Pez Letra Editores, y es el primer libro que sacamos. Soy profesor de la Universidad de Lima. Enseño Lenguaje y Comunicación y Literatura. Eventualmente, periodismo. Y tengo el podcast en YouTube Cinema de los Sentidos”.

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