Escritora peruana Fietta Jarque radica en Madrid. (Foto: Pedro Jarque Krebs).
Escritora peruana Fietta Jarque radica en Madrid. (Foto: Pedro Jarque Krebs).

Su padre, lector y editor de libros, narraba cuentos por las noches, hasta que un día ella le dijo: ahora yo te cuento un cuento. Eran narraciones de la selva. Improvisaba, creaba. Pero en algún momento pensó que sería pintora. Acompañaba a las exposiciones a su madre, Ella Krebs, pintora de la generación de Fernando de Szyszlo. Un día asistió a una muestra de arte conceptual. Tendría 12 años. Llegó y la sala estaba vacía. Solo decía: “El arte ha muerto”. Miró a la fotografía, al cine y ancló en la escritura. Sobre los 20 años, quedó en segundo lugar, con su primer cuento, en la primera edición del concurso El Cuento de las Mil Palabras de la revista Caretas que ganó Edgardo Rivera Martínez, quien una década después publicó País de Jauja. El jurado eran Blanca Varela y .

En 1984 dejó el Perú, un poco por la violencia política y otro tanto por lo complejo de ejercer el periodismo. Partió a España y a los pocos meses entró al diario El País. Le tocó cubrir las apariciones de Mario Vargas Llosa, especialmente en el proceso de escribir El paraíso en la otra esquina, donde retrata a y su nieto, el pintor Paul Gauguin. Cada paso se convertía en noticia, que ella seguía. “Tenía muchas expectativas con esa novela”, me dice. La obra se publicó en 2003 y desde entonces Fietta Jarque proyectó la idea de narrar la vida de Aline, la hija de Flora y madre de Paul. Una mujer que vivió entre dos fuegos. Y casi 20 años después, publicó Madame Gauguin (Fondo de Cultura Económica, 2022), una historia entre Francia y Perú del siglo XIX.

La portada del libro tiene el rostro de Aline pintado por Paul. La disposición del cabello, la prudente mirada, la dirección de la nariz, el trazo de los labios. Y le comento a Fietta que le encuentro un parecido físico con Aline. Se sorprende y ríe. “Puede ser, ¿no? Esa observación no la he tenido hasta ahora”, me dice y vuelve a reír. ¿Fietta se parece en algo a Aline? “Ella era más bonita... Puede que algo de mi carácter sí esté en Aline, puede ser”, acepta serena desde Madrid.

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-¿Cómo ve al Perú?

Con mucha preocupación. Por más que viva en España ya casi 37 años, más de la mitad de mi vida, nunca te desconectas y mucho menos en situaciones difíciles. Sigo casi todo el día las noticias y lo difícil que es diagnosticar. Obviamente, hay un descontento generalizado, un hartazgo.

-En un pasaje del libro se incluye un dato histórico: entre 1821 y 1845 hubo 53 gobiernos, y en 1838 hubo hasta siete presidentes simultáneamente. ¿Madame Gauguin nos puede decir algo del presente?

Me interesó que el contexto nos explicara muchas cosas. El gobierno de José Rufino Echenique, en la familia donde desembocan Aline Gauguin y sus hijos, fue después de Ramón Castilla y, claro, estaba todo el tema del guano que repartían entre las élites, y eso causó otra vez una rebelión y la continuación de una guerra civil. Venimos así dando trompicones desde el inicio de la República y durante toda la batalla por la independencia.

-Entre una madre entregada a las causas sociales, un padre preso y el hijo difícil de criar, uno se queda con la sensación de qué complicado fue vivir para Aline.

Pero creo que ella no se sentía una víctima. Sí, pobre Aline, pero el retrato que procuro hacer es el de una mujer que las adversidades le van enseñando y ella sigue buscando su felicidad.

Novela histórica.
Novela histórica.

-Al inicio hasta, tal vez, detestaba a su madre y hacia al final la termina entendiendo, incluso pensando que quizás debería ser como ella.

En esa época, en el siglo XIX, si bien ya estaban surgiendo las ideas feministas, la mayoría de la gente vivía de una manera, más bien, conservadora. Había sufrido la soledad y el abandono, y eso la hace rechazar, sobre todo en su juventud, algunas de las ideas radicales de la madre. Pero luego va entendiendo que esta herencia de ideas de independencia también le interesaba a ella y la llevaban a llevar una vida más plena.

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-Otra vez, vivía entre la fiereza de la madre y el padre que llamaba a Flora comunista, como si fuera un insulto. Y eso me lleva al presente.

¡Sí! Es una dinámica que se repite. Ahora quizás estamos viendo esta polarización en muchos sentidos en el Perú, pero también en España, en EE.UU. Yo soy una observadora; no es que no me implique, pero me gusta observar e ir pensando y tratando de analizar qué está pasando; no todo es blanco y negro.

-¿El centro es tibieza?

Cuando hay una situación crítica, te posicionas. Y yo no es que no esté posicionada; tengo mis ideas, no soy conservadora ni apegada a la tradición. Me gustan los cambios, pero me gusta saber de dónde vienen, porque la gente se enquista en sus ideas y no quiere saber más. Me siento observadora en ese sentido, me interesa saber el fondo de los conflictos.

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-¿Se declara feminista?

Sí, claro, por supuesto. Es que ahora hay muchos feminismos. Es un momento bien interesante. Tú me decías si hay tibieza, no, no creo que sea tibieza, no soy una persona cerrada. Si hay cosas nuevas, digo: “Ah, mira, me interesa”. Yo creo que hay que dejar puertas abiertas para dar un paso a adelante. Me interesa más profundizar y analizar el asunto, hablar con todas las partes y ver qué quieren decir, quizás es así por esa formación que he tenido en el periodismo.

-¿Cómo siente al Perú desde Madrid?

Me siento en los dos sitios. He tratado de hacer muchas cosas para abrir un poco el interés por la historia común. En España no conocen de la relación de España con América, no les enseñan en sus libros de historia. Nunca pensé, pero por la gastronomía..., en España todos hablan del cebiche.

-¿Se quedará en España o volverá al Perú?

He descubierto que lo ideal es estar en los dos sitios.

AUTOFICHA:

- “Mi nombre completo es Fietta Mari Ella Jarque. Lo de Fietta y Mari vienen de mi tatarabuela que era yugoslava. Y mi mamá y mi abuela se llaman Ella. El segundo apellido es Krebs. Mi abuelo paterno era español, de Pamplona. Nací en 1956, Lima. Entré a la Universidad de Lima”.

- “Quise estudiar cine, pero lo dejé. Estudié en la Ricardo Palma Traducción, que tampoco terminé. Y para periodismo me llamaron a reemplazar a una prima en la revista Oiga. Me gustó el periodismo y empecé a practicar. Sabía de temas culturales, de arte, de música”.

- “Un abuelo tenía una librería y el otro abuelo, una imprenta. Mi papá trabajó con mi abuelo y luego como editor, y era un gran lector. He publicado cinco libros y uno que no cuento: las memorias de Fernando de Szyszlo. Actualmente, también trabajo como editora de la revista Ojo Dorado del Icpna”.

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