Gabriela Wiener, que radica en España, visita Lima para presentar 'Huaco retrato'. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO/EL COMERCIO).
Gabriela Wiener, que radica en España, visita Lima para presentar 'Huaco retrato'. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO/EL COMERCIO).

Su partida ya cumplió la mayoría de edad. No se fue para reescribir el boom literario. Recuerda que migró el año que también partió Roberto Bolaño, el escritor chileno que, como ella, se afincó en y que aquel 2003 partió, sí, pero hacia la muerte o hacia la inmortalidad. Ella se fue con Jaime, su pareja. “Entre una vida precaria y sacando adelante literatura salvaje”, explica. Se fueron como unos kamikazes. Se fueron a vivir en un espacio compartido con cinco estudiantes, a quienes les doblaban la edad. Se fue cerca de los 30 años, para empezar de cero. “Andar un camino hasta volver a ser lo que eres”, me dice.

ha vuelto. Hace unos días presentó Huaco retrato (Penguin Random House), su sexto libro, en la Feria del Libro del Bicentenario y esta noche tendrá un encuentro con sus lectores, firmará libros y una conversación con la periodista Rosa Chávez Yacila. La cita es a las 7:30 p.m., librería El Virrey, en Bolognesi 510, Miraflores. Ha vuelto y en la maleta trae la tercera edición de Huaco retrato en España, su paso por la feria de Frankfurt, donde la obra fue vendida a cinco idiomas. Será editada en UK, Italia, Francia, Brasil y EE.UU. En este último país bajo la editorial Harper Collins, una de las más grandes del mundo y con casi 200 años de historia. “Nadie es profeta en su tierra”, dice sobre la notoriedad del libro donde escribe alrededor del apellido Wiener; desde la historia del explorador judío-austriaco Charles Wiener, el tatarabuelo, pasando por ella –o la protagonista–, sus cuestionamientos y contradicciones, hasta llegar al padre, el periodista Raúl Wiener, de quien escribe desde la intimidad familiar.

Estiramos el brazo al mismo tiempo para saludarnos; ella con la mano abierta, yo hago puño. Sin saber cómo saludarnos, solo quedan en pie los “hola, hola”. Primero el retrato fotográfico, al frente del escenario de esta noche, casi escondidos entre libros. Viste de negro, mira a la cámara y detrás de sus lentes hay una mirada de desconfianza, pero también de certeza por la marcha emprendida, aquella que tal vez empezó hace 18 años.

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-¿Cuando dejas el Perú ya sabías la historia de Charles Wiener, aquel antepasado racista?

Sí sabía, pero era información un poco vaga, siempre él como en un lugar de honor; y mi papá, sus hermanos siempre contaban el relato de este antepasado como muy entusiasmados por su figura, por venir de él, y eso vino como una cuestión de ser y estar en el mundo, de tener una estirpe.

-¿Era mejor tener esa estirpe, que la materna, la del huaco retrato?

Nunca hablaron de eso.

-Pese al siglo XXI, sigue instalada la idea de que si venimos de alguien blanco, europeo...

Sí merece contarse.

-Y hasta otorga seguridad familiar, emocional.

En la novela aludo un poco a eso, que puedes llamarle racismo internalizado: crecemos en una perpetua aspiración de blanqueamiento para pertenecer, para ser alguien menos despreciado, alguien menos excluido. Los marrones, cholos, indígenas y andino descendientes lo viven en su piel. La gente sufre racismo y eso se debe a su identidad, a su origen, a su aspecto. Mientras que a la persona que es blanca no le pasa eso. Entonces, desarrollas mecanismos de defensa, trabajas el doble, lees el doble, te esfuerzas el doble porque sabes que por tu carita no te van a aceptar.

Va por su tercera edición en España.
Va por su tercera edición en España.

-¿Tú hiciste todo eso?

Probablemente debo haber hecho cosas de todo tipo para pertenecer y para no ser despreciada, todas las personas que hemos sufrido racismo lo hacemos.

-¿Hoy perteneces, eres apreciada?

Para nada.

-Pero estás en Europa como una escritora que va cuesta arriba.

Pero mientras recibimos mensajes del tipo “es una cuestión de falta de autoestima”, “eres una acomplejadita”, “quiérete un poco”. Si nos quedamos en lo individual, es como decir que porque te aplaude cierta gente ya está. No es un proceso individual. Cuando quiero hablar de racismo, no quiero hablar solo de lo que me pasó a mí, sino de una cuestión estructural que está construida en siglos de dominación. Huaco retrato habla de la latencia de esa colonialidad en nuestras vidas, desde hace 500 años, y me interesa abordar cómo eso se reedita a fines del siglo XIX con el racismo científico de cara a lo que va a ser el siglo XX, donde va a ocurrir un holocausto, donde por fin se va a llamar genocidio al genocidio porque unos blancos mataron a otros que consideraron menos blancos, cuando en siglos anteriores se dieron exterminios, blanqueamientos, etnocidios sin llamarlos de esa manera. No voy a construir aquí el mito del “sí se puede, esfuérzate”.

-Aunque eso también se podría leer de lo que te ha tocado vivir y donde estás hoy.

Sería otra mentira más. La lectura es vamos hablar de estos temas, vamos hablar de que estamos teniendo una mirada acrítica y no estamos yendo a la crítica del sistema, de cómo se sostiene todo esto para que el poder siga siendo blanco. Cuando hablo de una historia mía, familiar, donde también se reproducen estas cosas, no es para hablar de una historia individual nada más, es para ponerla en el mapa respecto a cosas que están pasando en todas partes, que son heridas abiertas. Detecté que ahí había una historia, siempre supe que había una tensión y paradoja interesantes, que también me hacían reír, entre mi cara de huaco y mi apellido europeo y ese antepasado racista, saqueador, un viajero científico de aquella época, alguien que casi descubre Machu Picchu.

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-Podrías ser la venganza de los huacos, del tiempo.

Sí, claro. Pero, además, quería contar varias historias y por eso escribo Huaco retrato; como ves, no se queda solo en la historia de Charles. La protagonista del libro está en una crisis personal, en la que ha tenido que reabrir armarios, clósets, donde hay huesos, ruinas, huacos por salir, pero también colonizadores, patriarcas, machos que lo han hecho mal. Cuando esto le estalla en la cara, ella se siente dominada por sentirse colonizada; es una guerra interna, son las identidades que tenemos dentro, esto que no llega a explicarse: la mezcla entre el huaquero y el huaco en nuestra mirada del mundo, y eso quería desentrañar.

-¿Y no hay aceptación de esa condición?

Hay cuestionamiento. Ella, el personaje, está en un proceso de descolonización. Es una migrante, de una excolonia española, rodeada de una comunidad antirracista, que está impregnándose de una crítica cultural anticolonial y que intenta aplicar esas teorías a su vida. Ella también había intentado meterse en la teoría más analítica del amor, más racional, la del poliamor, la del amor libre, la que era capaz de no repetir la historia de su padre; sin embargo, tanto con unas teorías como con las otras, se ve desarmada e impotente, y es esa sensación fraudulenta de vida la que la conecta con todos esos antepasados que fueron, a su manera, también fraudes: el fraude científico de Charles, el fraude personal de su padre.

-¿El mestizaje es una forma edulcorada del racismo?

No solo del racismo. Es una forma de blanquear y romantizar un pasado de violencia, de imposición, de etnocidio.

-¿El poliamor es una forma de adelantarse al fraude de las relaciones personales?

Ella intenta no repetir la historia, neutralizarla, pero encuentra un vínculo mucho más directo con lo fraudulento de su estirpe. Intentamos remontar esas historias, cómo lo hacemos mejor, y el poliamor podía haber sido una alternativa frente a esa mal llevada relación, casi siempre de paternidades irresponsables, de parejas que han humillado, que las han desaparecido, que han tenido una doble vida. Y la protagonista quiere poner todo eso sobre la mesa.

-¿Con un afán moralista, político o solo mostrar?

Crítico. Por un lado, está el proceso personal y por otro, una mirada política de las cosas. En Huaco retrato hay esa amalgama de miradas. Pero ella no es un modelo de conducta, ni moral. Más bien, está en un momento de desfase. Ella abraza sus contradicciones, mostrarlas en carne viva; en el proceso del libro intenta rearmarse, como un proceso abierto, pero no hay una solución. Para mí era importante contar esas pequeñas historias: ¿por qué se sabe todo del gran hombre y nada de la mujer que estaba al lado? Los feminismos nos han enseñado en los últimos años a contar esas historias olvidadas y a sacudir un poco el polvo de esas memorias, de los no narrados.

Gabriela Wiener, que radica en España, visita Lima para presentar 'Huaco retrato'. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO/EL COMERCIO).
Gabriela Wiener, que radica en España, visita Lima para presentar 'Huaco retrato'. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO/EL COMERCIO).

-¿Eres la protagonista?

Tiene muchas cosas de mí.

-¿Cómo saber cuáles sí, cuáles no?

¿Para qué?

-El lector se lo debe preguntar por las coincidencias.

Sé que este libro se leerá como todos mis libros, pensando que es mi biografía. Cuando contaba cosas en Sexografías decían que me lo había inventado. Y ahora que me invento, se cree que todo es real.

-¿Aceptas que etiqueten tu obra dentro de la llamada narrativa del yo?

Llevo un montón de libros que los críticos creen que son literatura del yo. Lo acepto, pero no me gusta encasillarme.

-Quienes critican esa etiqueta dirían que podría estar cerca de la autoayuda.

Están hasta las huevas.

-¿Por qué?

¿Solo por decir que es escritura personal será eso? No habrán leído a la gran literatura personal, a Emmanuel Carrère, Joan Didion, que son grandísimos escritores. Por el género no vas a tirarte una obra, qué estupidez. En el libro hay toda una línea de cuestionar el propio género literario como un corsé. También me interesaba, en ese sentido, descolonizar la forma en que se debe supuestamente estructurar un libro. Los libros híbridos me encantan. Como dice Cristina Rivera Garza, que la admiro muchísimo, toda literatura es personal, la cosa es desindividualizarla; la gran literatura del yo es también una literatura del nosotros.

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-La protagonista se reconcilia con el padre que llevó la doble vida. ¿La autora también?

Mi padre es miles de cosas más de lo que es el padre del libro. Ella puede separar en algún momento al hombre que quiso como un padre, puede admirar al periodista político y la manera como él le inculcó su mirada política. Hay cosas que te joden y te van a doler siempre de él, y hay otras cosas, algunas, con las que te reconcilias, que se quedan en ti, que mal que bien te habitan.

-La reconciliación no tiene que ser absoluta.

No es un cheque en blanco. Por eso existen los proceso de memoria histórica, las comisiones de la verdad para hablar de las enormes violencias que hemos pasado como pueblos; la solución es hablar de estas cosas, seguir cuestionando para que no vuelva a pasar. Mi libro es una memoria de unas violencias íntimas. Muchas veces la gente recibe esas violencias y luego las reproduce, es terrible. La falta de autoamor tiene que ver con eso. No es como cuando se dice: “no te quieres a ti misma”; es que no me han querido; más bien, me han odiado. No es una justificación, pero se tiene que entender por qué esa persona desde esa fragilidad, precariedad hace lo que hace. La protagonista padeció la doble vida de su padre; y en ese sentido, siempre tuvo miedo al abandono. Su construcción de lo amoroso y afectivo está marcado por ese abandono y por la desconfianza de que en algún momento esa persona que la quiere, la va a traicionar.

-Me baso en un tramo del libro para esta pregunta: ¿eres de las escritoras que devuelven belleza, le gritan su fealdad al mundo o eres un troll?

Le grito su fealdad al mundo y por momentos su belleza.

-¿Dónde está la belleza?

En la justicia. Soy una persona que, más bien, recibe mucho odio de los trolls.

-Pero también a veces te puedes convertir en uno de ellos.

No persigo ni acoso a nadie. Otra cosa es ser una persona crítica, que denuncia a personas, al sistema, injusticias. Me siento una persona crítica; a veces radicalmente crítica, sí. Lo loco es que escribo sobre el amor, las relaciones, el deseo, la intimidad, la familia, cosas muy amorosas en realidad, y recibo odio.

Gabriela Wiener, que radica en España, visita Lima para presentar 'Huaco retrato'. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO/EL COMERCIO).
Gabriela Wiener, que radica en España, visita Lima para presentar 'Huaco retrato'. (FOTOS: ALESSANDRO CURRARINO/EL COMERCIO).

-¿Si Charles Wiener te viera, qué diría?

Me negaría (ríe). A lo mejor nos sentaríamos a conversar.

-¿Qué le dirías a tu padre?

Le abrazaría. Le diría: “Ups, papá, lee este libro, a ver qué piensas”. Es un libro que no podría haber escrito con mi padre vivo, no habría tenido los huevos. Pero creo que reiría bastante, seguro que tendría sentimientos encontrados. Pero, oye, espero que alguien que vuelve de la muerte, vuelva un poco más abierto de mente, ¿no? (ríe).

AUTOFICHA:

- “Soy Gabriela Wiener Bravo. Tengo 46 años. Nací en Lima. Mis padres nacieron en Lima, pero del lado materno son de Huaraz y Chiclayo. Estudié Literatura, pensaba trabajar de periodista y escribir. En la secundaria escribí poemas y me interesó la literatura”.

- “He publicado Sexografías, Nueve lunas, Llamada perdida, Dicen de mí y Huaco retrato. Y tengo un libro de poemas (Ejercicios para el endurecimiento del espíritu). Actualmente, escribo opinión en distintos medios, aunque han cerrado varios, es algo que va y viene”.

- “También tengo la obra de teatro Qué locura enamorarme yo de ti. Me gusta combinar la escritura con cosas más escénicas, performáticas. Seguro que primero publicaré un poemario, de ahí a lo mejor algo de performance y luego una novela. Huaco retrato ya está en su tercera edición en España”.

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