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Redacción PERÚ21

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Fritz Du Bois,La opinión del directordirector@peru21.com

Neil Heywood quien, pese a haber sido educado en uno de los más costosos colegios privados, no tenía nada en los bolsillos, excepto sus manos; se fue a China en busca de fortuna aceptando inicialmente un modesto cargo. Aterrizó como profesor en Chongqing, que con 32 millones de habitantes es, posiblemente, la mayor ciudad a nivel mundial, pero también es la base política del ambicioso alcalde Bo Xilay y de Gu, su mujer.

Así tenemos que, cuando los tres hicieron amistad, el inglés dejó de enseñar y empezó a representar a empresarios frente a esa gigantesca municipalidad. Luego, la relación se fue ampliando y Heywood se dedicó a ayudar a Bo a encontrar maneras de poder depositar en el exterior cientos de millones de dólares de ingresos no declarados.

Al inicio, todo parecía marchar. Bo, líder del ala izquierda más radical e hijo de uno de los nueve principales dirigentes en la época de Mao, siguió trepando en la jerarquía partidaria, y este año estaba camino al politburó repitiendo el sitial que su padre había alcanzado. Al mismo tiempo, su mujer se pasaba el día con su banquero informal contando el dinero ilegal y algo más.

Pero, al final, todo terminó mal. Los amantes se pelearon y el inglés murió envenenado. Mientras Gu está encarcelada, el ambicioso Bo ha sido destronado. Por otra parte, ha causado indignación, aun en un país como China, acostumbrado a un alto nivel de corrupción, la magnitud de lo robado.

La lección para los peruanos de este aparente lejano caso es que no podemos seguir postergando el fortalecimiento de la fiscalización a un crecientemente adinerado Estado peruano. No quisiéramos un día despertar con una historia similar, digamos, con los recursos de algún gobierno regional.