CHOQUES. Mientras que en la calle hay más casos de asociaciones delictivas, en la cárcel han aflorado más sus diferencias y conflictos.
CHOQUES. Mientras que en la calle hay más casos de asociaciones delictivas, en la cárcel han aflorado más sus diferencias y conflictos.

JOSÉ LUIS PÉREZ GUADALUPE Y LUCÍA NUÑOVERO CISNEROS

Al volver a la ‘normalidad’ en los penales del Perú (a fines de 2022), luego de la pandemia del COVID-19, se pudo apreciar un fenómeno novedoso en la mayoría de penales: la presencia inédita, repentina y creciente de internos venezolanos. A fines de 2023 ya habían más de 3,000 ‘chamos’ en la gran mayoría de penales del país; además, mientras que la población reclusa venezolana crecía exponencialmente, la población extranjera no venezolana disminuía, pasando de 1,574 internos en 2017 a 1,280 a finales de 2022.

CONCLUSIONES PRELIMINARES

1) Mientras que en la calle se presentan más casos de asociaciones delictivas entre estas dos delincuencias (fusión), en la cárcel, por el contrario, han aflorado más sus diferencias y conflictos (fisión). En este sentido, ya se pueden apreciar bandas binacionales que se ‘injertan’ (insertan o asocian coyunturalmente) para potenciar sus actividades criminales en la calle; y en la cárcel, también están comenzando a asociarse, tanto así que en la mitad de los penales encuestados indicaron que ya se habían presentado casos en los que los internos venezolanos se habían aliado con los peruanos para cometer actos de indisciplina. Pero cabe indicar que la ‘faitería’ peruana solamente los utiliza como fuerza de choque (solo como ‘soldados’), especialmente para el ejercicio de violencia temeraria, sin dejar que los ‘chamos’ asuman algún tipo de liderazgo en el penal.

2) El comportamiento concreto que los venezolanos puedan desarrollar dentro de los penales peruanos va a depender de cuatro variables: el número de internos en un pabellón, el perfil delictivo de los mismos, el manejo y liderazgo del delegado del pabellón, y la gestión penitenciaria del director del penal. El liderazgo del delegado del pabellón será la variable determinante porque son elegidos por la misma población, tratan de mantener a los internos de su pabellón ‘satisfechos’, tienen una llegada directa a ‘su’ población y resuelven sus problemas inmediatos, ponen orden en sus pabellones, y no permiten que se vulneren las normas internas. Además, normalmente, se mantienen por varios años en el ‘cargo’.

3) Se presenta un fenómeno complejo de acoplamiento al contexto peruano; una mezcla de ‘adecuación’ y ‘sometimiento’ a las normas carcelarias locales. Los internos peruanos sienten que es necesario obligar a los venezolanos a cumplir las reglas internas. Sobre todo por el comportamiento díscolo de los ‘chamos’, que no es más que la expresión de su cultura delictiva.

4) Otro elemento que refuerza ese ‘sometimiento’ a los venezolanos es la información que proviene de la calle. Como si fuera una especie de venganza vicaria por lo que hacen sus paisanos en la calle, desplazando a la delincuencia peruana. Como mencionaba un interno peruano, “ellos se están robando nuestro negocio”.

5) Se han vuelto a ‘aliar’ las delegaturas de los internos con los funcionarios penitenciarios (tal como sucedió durante la pandemia) para tratar de controlar a los nuevos inquilinos venezolanos.

6) Finalmente, creemos que los conflictos en las cárceles peruanas no tienen que ver, necesariamente, con las nacionalidades, sino con la modalidad delictiva y el tipo de cultura carcelaria. El rechazo que pueda existir a los presos venezolanos no es porque sean venezolanos, sino porque se rechaza cualquier persona o comportamiento que rompa el equilibrio de poderes en los pabellones (sean peruanos o extranjeros), ya que cualquier conflicto interno puede terminar, incluso, con el traslado del delegado a otro penal (‘lanchada’). Es más, hay muchos venezolanos que ‘viven su cana tranquilos’ y nadie se mete con ellos, pero también existe una cantidad importante de ‘chamos’ que, a juicio de los presos peruanos, no saben comportase dentro de las cárceles (sobre todo, jóvenes, consumidores, irrespetuosos y agresivos). El problema se agrava porque no se trata de unos cuantos ‘chamos atorrantes’, sino de conductas recurrentes de grupos significativos, como parte de una cultura delictiva que tiende a imponerse, lo que provoca una reacción inmediata de la población penal local. Paradójicamente, lo que no han logrado las fuerzas del orden en la calle sí lo han logrado los internos peruanos en la cárcel: neutralizar y someter a los delincuentes venezolanos que pretendían dominar los espacios y las actividades de su entorno.

TENGA EN CUENTA

La presente investigación aborda una problemática migratoria poco trabajada en la región. Se considera un primer acercamiento a un proceso migratorio en pleno crecimiento y ebullición. Nuevas investigaciones podrían profundizar otros temas más específicos, como las diversas segmentaciones dentro de los presos venezolanos (la población femenina, por ejemplo), los diferentes modelos de gestión, las alianzas entre los venezolanos con los internos locales o la preeminencia del ‘delegado’ de pabellón (frente a la autoridad del director del penal).