José Antonio García Belaunde, diplomático y político peruano
José Antonio García Belaunde, diplomático y político peruano
José García Belaunde sobre su libro “Crónica y comentario de la guerra del Cenepa” y coyuntura nacional

¿Su balance del mensaje de 28?

Creo que ha sido un mensaje con aspectos positivos y zonas un tanto grises. Hizo bien la presidenta en pedir perdón. No está tan claro que el camino escogido, el de la Fiscalía para aclarar responsabilidades de las muertes después del autogolpe, conduzca a resultados prontos. Bien rescatar el Acuerdo Nacional. No está claro quiénes estarán en ese diálogo. Debe ser un foro que no repita al Parlamento en su composición. Más sociedad civil, sindicatos, empresarios, gremios profesionales, organizaciones representativas de verdad y no simples fachadas de aventureros. En política exterior ya se salió bien del temporal que desataron las izquierdas de la región por su elección como presidente y que ahora tiene claro que toca volver a la escena internacional. La Comunidad Andina, la Alianza del Pacífico y el APEC son escenarios propicios para este año. La celebración del bicentenario de Ayacucho debe culminar este proceso de reinserción diplomática. Y toca mirar menos el pasado echándole culpas y más el futuro con voluntad y esperanza. Finalmente, espero que sea el inicio del tiempo de escuchar con humildad. Hay rabia y pena que no se deben ignorar.

¿Pasadas las marchas, debería haber cambios importantes?

Debería haber ciertos anuncios y compromisos. Es evidente que la marcha ha sido una marcha pacífica. La agenda era variopinta y había para todo gusto, casi un cajón de sastre donde se podía vestir uno de frac, pero también de payaso de pueblo. Lo importante es que hay un deseo de que el Estado se acerque a la gente, de que el gobierno empiece a escuchar. Y hay una necesidad muy clara de que hay prioridades que deberíamos acordar todos. Desde la más urgente, que tiene que ver con el tema de El Niño Global, que está y que va a ser peor, hasta cosas como las flaquezas que el sistema de salud demostró durante la pandemia. Entonces, ¿cómo vamos a mejorar eso? ¿Cómo vamos a hacer con la educación? Está haciendo agua. Hay unos cuantos temas sobre los cuales podría tratarse de vincular una especie de consenso, Acuerdo Nacional o como queramos llamarlo.

Suponiendo que el Congreso dará estabilidad... Pero se vocea una vacancia y una interpretación de elecciones solo presidenciales.

A ver, una cosa es el derecho y otra la política. Las elecciones no tendrían por qué ser generales, porque si se vaca a alguien, hay que cubrir esa vacancia. Si no hay vicepresidente, asume el presidente del Congreso para convocar elecciones para cubrir la vacancia. No soy jurista ni pretendo serlo, pero me parece que es lógico. Pero esa es la lógica jurídica, no la lógica política. La lógica política es que, si se va uno, se van todos. Porque, si se va uno con 10% de aprobación y los otros tienen 8%, no va a ser lógico que se queden. El Congreso no está para hacer muchos cambios. Allí todos quieren quedarse hasta el último día, exprimiendo la última gota de esa ubre.

Se habló del bicentenario de Ayacucho. En 2021 la pandemia complicó la conmemoración.

Nos agarró mal, con pandemia y con cambio de gobierno, que es lo peor que puede ocurrir. Pero no hay mal que por bien no venga. Los peruanos no hemos sido justos con el 24. El 24 ganamos dos batallas. No es una declaratoria de independencia de un señor que toma la ciudad de Lima cuando medio país está todavía manejado por españoles, ojo. El 24 sí es. Hemos dejado pasar fechas muy importantes, como el 9 de diciembre, o próceres de la independencia como Pumacahua. Ni caso le hemos hecho. Está bien que la pandemia nos obligue a que los fastos vayan a 2024, porque el 24 es realmente la consolidación y donde hay una peruanidad que se expresa finalmente. Nunca he entendido por qué los peruanos no rescatamos más esas fechas, quizá por esa idea de que ya llegábamos tarde, ya éramos de los últimos en llegar a la independencia. Entonces, con tres años más, sentíamos que éramos menos. No sé, pero creo que está bien que se celebre el 24.

Acaba de presenciar las elecciones del 23 de julio en España. ¿Cómo analiza los resultados?

Sorprendieron a todos. Al día siguiente casi todos los columnistas hicieron un mea culpa. Se esperaba que ganara el Partido Popular con 150 escaños, y con lo que le aportara Vox llegaría fácilmente a los 176 y se hacía el gobierno. No se esperaba que no tuvieran los 150, ni menos de 140. Y que Vox cayera de 52 diputados a 33. Han triunfado los populares, o sea Feijóo, pero no pueden hacer gobierno. ¿Ha quedado segundo Sánchez? Sí, pero sí puede hacer gobierno porque el PP con Vox no puede crecer más. Nadie quiere negociar con Vox. En cambio, con el Partido Socialista y con Sánchez, sí pueden negociar. El tema es que ahí se necesita una negociación muy difícil con los más radicales independentistas, los de Puigdemont. Hay dos dificultades: su carácter independentista y el hecho de ser de derecha. Y han planteado dos cosas muy difíciles: amnistía y referéndum. No se sabe si Sánchez va a evitar que los de Puigdemont voten en contra de él. Con la abstención, Sánchez podría ser presidente de gobierno. Y si no puede, habrá nuevas elecciones en diciembre. Es un panorama muy incierto. Yo uso mucho la palabra que le escuché al vocero del Partido Popular: es un resultado endemoniado. Ha complicado todo.

Se habla de la polarización en España, Chile y Perú, pero los votantes han elegido la centroderecha y la centroizquierda.

Es que la polarización la tienen los políticos y no tanto la sociedad. La gente en este país (España) ha sido muy clara. Le ha dado 47 diputados más al PP, y al PSOE, con todo el desgaste de cinco años de gobierno, le ha dado dos diputados más. Han subido ambos, uno más que el otro. ¿Cuál es el mensaje? No queremos que los extremos determinen qué gobierno vamos a tener. Sobre lo otro, yo tengo otra lectura. En Chile, lo que fracasó fue que un grupo creyó que hacía una Constitución solo para su gente, y entonces en el referéndum le dijeron ‘no’. En el Perú, creo que, antes que el tema ideológico, está el de la estabilidad, el de tener un horizonte y no cambiar presidente cada seis meses. Cuando empezó ese proceso en Ecuador o Bolivia, aparecieron líderes carismáticos y fuertes que dieron estabilidad. Correa y Morales. No sería de extrañar que en un momento aparezca acá alguien con un discurso poco ideologizado, muy antielitista, muy anticlase política, populistón y que se lleve eso. La gente quiere estabilidad y que les resuelvan problemas, más allá de la ideología. El populismo puede ser de izquierda o derecha. Creo que por ahí va la cosa. Izquierda y derecha son términos relativos. Más importante es cuán liberales somos. Es decir, cuánto gobierno democrático serio queremos. La discusión no es si eres de izquierda o derecha, sino si eres populista o no. Vizcarra fue populista. Sagasti controló la cosa y Castillo fue ya el delirio porque era el populismo ignorante, con ministros que parecían sacados del prontuario de la Policía o del Poder Judicial, y con la rapiña desde el primer día. Fue el peor escenario, un populismo de rateros y de incompetentes absolutos.

Hablando de populismo… 25 años de la guerra del Cenepa.

Más de 25 años, sí. Es una colección de artículos que escribió Mirko Lauer, con consulta, asesoría y conversación permanente conmigo. Él tenía y tiene una columna diaria en La República. Yo era funcionario de la Comunidad Andina de Naciones. Y, como dos de los cuatro miembros de esa comunidad estaban en guerra, no era yo la persona que podía sacar su nombre a relucir en estos textos. Como en toda guerra, la verdad es la primera víctima. Pero más aún si en esa guerra una de las partes es una dictadura que pretende consolidarse en un proceso electoral. No nos olvidemos que la guerra del Cenepa es en enero y febrero, y las elecciones eran en abril del 95. Por consiguiente, era muy importante lo que se dijera en función del proceso electoral. No solo son las mentiras que se dicen al interior de cada país para levantar la moral. También son las mentiras que se dijeron para reforzar la candidatura a la reelección de Fujimori. Tratamos de encontrar la verdad entre tanta mentira.

¿La conclusión del conflicto?

Había que adivinar qué estaba pasando en el frente. Las políticas de información que se llevaban a cabo eran políticas declaradamente sesgadas, interesadas, ocultando muchas verdades. En algún momento aparece Fujimori con sus periodistas geishas, haciéndonos creer que había llegado a Tiwinza, y nunca llegó a Tiwinza. Nos hizo creer que fue una guerra que militarmente se ganó, y no fue verdad. No se ganó militarmente esa guerra.

¿Fue una derrota militar y un triunfo diplomático?

Yo creo que militarmente fue una derrota. Por eso es que vemos tanta contradicción en el proceso de llegar a la paz. Creemos que había todo un sector militar encabezado por el general Hermoza Ríos, que quería propinarle una derrota a Ecuador y reivindicarse. Por eso Fujimori tiene que sacar a Hermoza, porque es inconveniente para su proyecto. Hermoza quería ser el tercer mariscal del siglo XX, después de Cáceres y Benavides. Ahora, hubo figuras muy destacadas en la parte peruana. Uno fue el general Chiabra, que tuvo una participación militar destacadísima en el campo de batalla.

¿Por qué perdemos militarmente esa guerra?

Porque estábamos mal defendidos; los militares estaban metidos haciendo política. No estaban en la defensa nacional, sino en la reelección de Fujimori. Hubo una indefensión y por eso pasó lo que pasó. Que, después de eso, el Perú se manejó bien porque felizmente existía un tratado con países garantes que participaron activamente y facilitaron el proceso para llegar a la paz, eso también es verdad. Y que el resultado fue respetar en casi su integridad el Protocolo de Río de Janeiro de 1942 también es verdad. Y que, a partir del Acta de Brasilia del 98, se estableció un nuevo tipo de relación positiva con Ecuador, también es verdad. Fue un triunfo de la diplomacia. En eso hay que reconocer la participación del presidente Fernando Henrique Cardoso.

Usted integró el equipo que resolvió el proceso del Perú y Chile ante la Corte de La Haya. Otra frontera que debíamos cerrar.

Lo mejor que pudimos hacer fue ir a la corte, quitarle toda tensión e irritación, en la medida de lo posible, todos esos elementos de conflictividad. (Alan) García dijo que a partir de esto se abría un campo de mejores relaciones y mayor entendimiento con Chile.

Esa es la diferencia entre una dictadura y una democracia. La primera fue triunfalista, la segunda pensó en el largo plazo.

Sí. Lo importante es que, con el Protocolo de Río de Janeiro, el Acta de Brasilia del 98, el Acuerdo de límites marítimos entre Perú y Ecuador de 2010 y el fallo de La Haya de 2014, liquidamos todos los temas pendientes. Hemos entrado al siglo XXI sin temas limítrofes pendientes. Y eso hay que valorarlo, es importante. Nos permite estar tranquilos, no distraernos en carreras armamentísticas.


“Hay una tradición diplomática peruana”

Hay una estirpe diplomática peruana que quizás no se valora lo suficiente. Se tiene a Víctor Andrés Belaunde y Javier Pérez de Cuéllar en la ONU…

El doctor Alberto Ulloa, que es una figura conocida, fue uno de los juristas más sólidos. Fue canciller del Perú el año 33 y firmó con el embajador de Ecuador en Lima la llamada Acta Ulloa-Viteri, que estableció unos límites con Ecuador que fueron básicamente los que después terminaron en el Protocolo de Río de Janeiro. Básicamente lo mismo. O sea, fue un antecedente interesante, seis años antes de que se firmara el Protocolo de Río. El Perú fue, desde un principio, un país con cuatro vecinos con quienes no tenía claro cuáles eran sus límites. Y todos aspiraban a tener parte del territorio peruano. El Perú tuvo que dedicarse, desde inicios de la república, a definir y a pelear por esos límites. Y después vino la guerra con Chile. Entonces hubo que hacer un gran esfuerzo diplomático por todo el mundo tratando de llevar a Chile a cumplir con la obligación de hacer el plebiscito. Entonces sí, creo que finalmente es un país que, con todas sus dificultades y con todos los gobiernos, algunos precarios y tumultuosos, siempre ha tenido espacio para una diplomacia centrada en aquello que era fundamental: definir cuál era el perímetro territorial de la patria.

Sigamos con la tradición: Porras Barrenechea, Bustamante y Rivero en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Para no hablar de su generación…

Definitivamente, hay una tradición diplomática peruana. En el siglo XIX tuvimos un canciller de lujo que se llamaba José Gregorio Paz Soldán. Cuando venían las amenazas de las potencias europeas que querían recuperar los territorios coloniales de España, estaban buscando príncipes, uno para el norte de Perú y Ecuador, y otro para el sur de Perú y Bolivia. Ese canciller movilizó a toda América Latina en defensa de la identidad. Perú convocó esos Congresos americanos para hacer una defensa conjunta del territorio. Y luego hicimos la gran campaña por el derecho del mar. Cuando empezamos en el año 47, con el decreto del doctor Bustamante, era una locura. Y hoy día es moneda común. La campaña que se activó muy fuerte a partir de los 70. Al final del siglo XIX y todavía al principio del XX, una figura muy importante fue don Víctor Manuel Maúrtua, maestro de Belaunde y de Porras. Estaban Belaunde, Porras, Ulloa. Y ya más cerca de nosotros ha habido gente muy importante, como Carlos García Bedoya, que ha sido el maestro de muchos de nosotros, o la influencia gravitante de alguien como Juan Miguel Bákula. Dicho sea paso, este libro está dedicado a la memoria de Bákula, porque describió muy bien el tema del Ecuador. Desde el principio fue un promotor de la relación, la convivencia y la amistad que debía existir entre dos países que realmente son países hermanos. Yo he vivido en el Ecuador y puedo decir que Perú y Ecuador casi no se distinguen.

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