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Algo se cocinaba en Palacio y era el indulto a Alberto Fujimori [CRÓNICA]

El presidente otorgó la gracia presidencial a Alberto Fujimori, quien cumplía sentencia por delitos de lesa humanidad y corrupción. Una gran parte del país le pide explicaciones.

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Con pancartas y gritos de alegría, partidarios de Fujimori señalaron que esperaron por años este indulto. (Renzo Salazar)
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Para este 25 de diciembre se convocó a una nueva manifestación contra el indulto. (Renzo Salazar)
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Decisión tomada por PPK provocó manifestaciones en contra en el Centro de Lima y San Isidro. (Renzo Salazar)
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Desde muy temprano, seguidores de Fujimori llegaron a la clínica Centenario. (Renzo Salazar)
Fecha Actualización
Pedro Pablo Kuczynski nunca lo confirmó pero el olor era intenso. En la víspera a la Navidad algo se cocinaba en Palacio y no era pavo. Es más, el presidente de la República era uno de los cocineros principales.
A varias cuadras de la Plaza de Armas, en la clínica Centenario de Pueblo Libre, Alberto Fujimori se encontraba internado por un cuadro de hipotensión. Había ingresado en la tarde del 23 de diciembre, a solo pocos días de que una petición de indulto fuera enviada a las manos del PPK y que una Junta Médica Penitenciaria lo visitara. La primera noche en la clínica el ex presidente la pasó viendo a sus hijos por turnos. Kenji y Keiko Fujimori demostraban que ni por su padre podrían limar asperezas.
Pero un día después todo cambiaría.
Los encargados de dar las primera pistas, por supuesto, fueron los fujimoristas. No eran las once de la mañana del 24 y Bienvenido Ramírez, el legislador recordado por afirmar que leer mucho produce Alzheimer, ya utilizaba el Twitter para encender la pradera.
“La libertad no tiene precio. Es hora de empezar la época de la reconciliación y el desarrollo del país”, escribió, dando así a la jornada navideña más larga de los últimos años. Ningún otro legislador buscó dar mayores explicaciones, ni siquiera el propio Bienvenido.
La noticia, el anuncio polémico, estaría reservado para más adelante.
Tres días después de haber salvado su cabeza en el Congreso gracias a votos de un grupo disidente del fujimorismo, liderado por Kenji Fujimori, el tiempo para PPK parecía acercarse. El presidente no aparecía y de él solo se conocía que había convocado a una reunión a sus ministros y a toda su bancada. La coartada –como tantas explicaciones suyas- era poco creíble. El formalismo decía que era una reunión protocolar, previa a la Navidad. La realidad era otra, pero nadie quería aceptarlo.
Las horas avanzaban y mientras el país entero se entretenía en las compras de última hora, el rumor estaba a punto de convertirse en afirmación. Alberto de Belaunde, del partido oficialista, ya colocaba presión. “Si PPK da el indulto a Fujimori yo renuncio a la bancada”, dijo sin imaginar lo que vendría luego. Desde Palacio parecía que poco importó este primer aviso. La presión, la verdadera e importante, era otra y venía de color naranja.
Luego del mediodía Leyla Chihuan, otra legisladora de Fuerza Popular, confirmaba lo que una parte del Perú se resistía a creer. “¿Irás a la clínica a ver a Fujimori?”, le preguntó un periodista entrelíneas. “No voy a la clínica esta vez. Estoy algo lejos. Veré al ingeniero en su casa ahora que regrese”, dijo segura de su afirmación, convencida de que el futuro de Alberto Fujimori estaría en la calle y no en la Diroes. Las redes sociales estallaban, en la calle ya celebraban los seguidores del fujimorismo.
A las cinco de la tarde. uno a uno los congresistas ingresaban por la puerta lateral de Palacio. Lo hacían también los ministros de Estado. Las preocupación era evidente en algunos. En cambio, otros parecían hasta conocer el anuncio que recibirían. De Belaunde ingresaba sonriente, hasta fue vestido de forma casual, quizás imaginando que de verdad tratarían de temas menores y saldrían deseándose Feliz Navidad.
¿Acaso PPK, el que prometió en campaña no indultar a Fujimori, daría su brazo a torcer? La pregunta dejaba de ser pregunta. En pocos segundos se convertiría en afirmación.
La reunión terminaría a las 6 de la tarde. Gino Costa confirmaría que sí se tocó el tema Fujimori en la reunión. Apresuró el paso cuando se le consultó sobre la decisión tomada. Metros más allá, de Belaunde guardaba una cara de velorio. Solo horas antes había prometido su renuncia si Fujimori salía libre.
Hasta que todo se confirmó. Poco antes de las seis y media de la tarde del 24 de diciembre un comunicado de la Secretaría de Prensa confirmada el indulto humanitario a Alberto Fujimori. El ex presidente, sentenciado por delitos de lesa humanidad y corrupción, ya no volvería nunca más a Barbadillo. Alguien tendría que ir por sus cosas. Kenji Fujimori no tardaría en salir a agradecer. Lo hizo directamente a PPK. “Es un noble y magnánimo gesto”, le escribió. Estaba al costado de su padre y grabó el momento. Se confinaron en un abrazo profundo, como si la meta del hijo por fin estaría cumplida.
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Pero la alegría fujimorista se combinó con los reclamos de una gran cantidad de peruanos que consideran que Fujimori debe continuar en prisión. La Plaza San Martín se llenó de inmediato de manifestantes que consideran que el padre de Keiko y Kenji Fujimori debe continuar en la cárcel. Que hay suficientes motivos para que no goce de la gracia presidencial. La policía llegó y las broncas empezaron. Este lunes, con una nueva convocatoria encima, parece que el panorama será peor.
Y con este indulto se consumaba el capítulo más polémico de la historia del Perú en las últimas décadas. En los libros de historia estará escrito lo que ocurrió en la Navidad de 2017. Nadie podrá negar que esta gracia presidencial guarda un tufillo de pago de favor. No hubo mensaje navideño, no hubo comunicación. Solo un papel sirvió de medio para conocer la decisión de PPK, que hasta ahora no responde por su decisión tomada.