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La extraña muerte de una pareja ahogada en la piscina de un hotel en Vichayito

Viajaron a Piura por regalo de cumpleaños; sin embargo, un día de relajo y celebración se convirtió en lamento y misterio.

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Fecha Actualización
El 26 de febrero, Doralisa Cruzado García cumplía 57 años. Tenía previsto pasar la celebración en casa junto a sus hijos y su esposo Edgardo Ruesta Cobeñas (52), pero una de sus hijas mayores que vive en Estados Unidos decidió regalarle su primer viaje: un vuelo ida y vuelta por dos días a Piura junto a su pareja. Un viaje para que disfruten también de su relación y del amor que habían mantenido por más de 15 años. Felices por el obsequio, prepararon las maletas para disfrutar de las playas de Talara.
Fue así como ambos viajaron el domingo 25 de febrero. Desde que llegaron a tierra norteña, no dejaron de enviar fotos y videos a sus familiares de la playa donde estaban y de los platos que comían. Registraban todo. La situación aparentaba estar bien, pero lo trágico ocurriría al día siguiente, el lunes 26 de febrero, el día en que Doralisa cumplía un año más de vida.
Ambos se hospedaron en el hotel La Fragata, al sur de Vichayito. Alrededor de las 6 de la tarde, deciden ingresar a la piscina. Edgardo saca su celular y se graba con Doralisa en modo selfie. Están con la mitad de los cuerpos sumergidos y recostados al borde de la piscina. No hay palabras de por medio, solo miran a la cámara en los 49 segundos que dura el clip. Doralisa sostiene una lata de cerveza y detrás de ella hay otra igual, la cual sería de Edgardo. Un pequeño parlante con bluetooth también acompaña la escena y se escucha de fondo la canción “He vuelto por ti”, de Maelo Ruiz. Ese es el último registro que se tuvo de ellos con vida.
Dos horas y media después, a las 8:30 p.m., ese momento se convirtió en otro totalmente inquietante y estremecedor: se hallaron dos cuerpos boca abajo flotando en la piscina. Eran los de Doralisa y Edgardo. Dos trabajadores del hotel —que regresaban de cenar—, al darse cuenta de lo ocurrido, ingresaron al agua y auxiliaron a las víctimas. Intentaron reanimarlas, pero ya era demasiado tarde.
¿QUÉ OCURRIÓ?
Lo que refieren las primeras investigaciones, tras el levantamiento de los cadáveres y la necropsia realizada, es que la causa de muerte fue por insuficiencia respiratoria aguda severa, específicamente asfixia por sumersión. Además, el examen toxicológico arrojó que Doralisa tenía 0.70 g de alcohol por litro de sangre, mientras que Edgardo tenía 1.30 g de alcohol por litro de sangre. Esta información da a entender que lo que habría ocurrido fue un trágico accidente por parte de la pareja. Sin embargo, para la familia resulta sumamente extraño que hayan muerto ahogados en una piscina y asumen que hay algo más detrás del caso.
“La información preliminar que se tenía era que la pareja se había ahogado en el mar, pero, cuando se constituyeron los efectivos de la Policía al lugar, se dieron con la ingrata sorpresa de que los esposos habían ingresado a la piscina. Los exámenes dieron como resultado ahogamiento debido a la ingesta de bebidas alcohólicas. La investigación la estamos llevando a cabo con interrogatorios a todo el personal que se encontraba en servicio ese día”, dijo el general PNP Manuel Farías Zapata, jefe de la Región Policial de Piura a este diario.
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Al día siguiente, el 27 de febrero, algunos familiares de los occisos viajaron hasta Talara para identificar los cuerpos y saber lo que ocurrió. Ellos culpan al hotel y a quien estaba a cargo, Anya Peter Wolfenson (23). Se preguntan por qué no había al menos un salvavidas de turno mientras Doralisa y Edgardo estaban en la piscina. Manifiestan que no había ningún cartel que especifique la profundidad de la piscina ni de las prohibiciones. Pero, cuando llegaron hasta el lugar de los hechos, notaron que la escena había sido manipulada. Identificaron carteles de advertencia escritos a mano y que no estaban anteriormente instalados, pues así lo corroboran los videos que la pareja les envió. Lo peor de todo es que las cámaras de seguridad no funcionarían.
Según la Policía, la joven administradora alegó que pidió hasta en tres oportunidades a la pareja que no bebiera alcohol dentro de la piscina; sin embargo, se negaron. En una disputa de versiones, lo único que podría esclarecer los hechos son las cámaras de seguridad.
FRANCO, SU HIJO
Luego de casi una semana de lo ocurrido, la tristeza sigue inundando los corazones de sus seres queridos más cercanos, en especial la de Franco Suárez Cruzado (29), quien lamenta con rabia e impotencia la muerte de su madre Doralisa y de su padrastro Edgardo, a quien quería como un padre, pues lo crio desde que era un bebé. “Pido que se haga justicia por mis padres. Pido que cierren ese hotel”, implora entre lágrimas durante una entrevista con Perú21.
Franco nació con discapacidad auditiva y su madre fue su principal motor de ayuda para salir adelante en medio de una sociedad cruel que se burlaba por cómo hablaba. “Siempre he sido burla de otras personas. Siempre que yo trabajaba en otras empresas, me decían ‘perro’ por cómo hablaba. Mi mamá me decía que debía ser fuerte. Ella siempre me ayudó para superar ese dolor que tenía por la burla que hacían otras personas de mi voz”, cuenta.
Doralisa era ama de casa y Edgardo hacía taxi con su carrito y, de vez en cuando, también era albañil. Con esa humildad lograron que sus demás hijos pudieran salir al exterior y hacerse de un mejor futuro. Pero todavía debían encargarse del menor y más vulnerable, de Franco. Ambos iban a las 11 p.m. en el carro del taxi a recogerlo hasta su trabajo, un local de pizzas en Surco. Juntos se regresaban a Villa El Salvador, donde vivían. Hoy, la vida para Franco parece haberse puesto cuesta arriba. Aunque una de sus hermanas volvió del exterior para ayudarlos temporalmente, el futuro que le espera es que deberá hacerse cargo de los pagos de los servicios de la casa.
“Ellos ya duermen con Dios. Lo único que me queda es superar el dolor y aguantar hasta poder ir a ese lugar y verlos”, sentencia.
De momento, la Municipalidad de Los Órganos clausuró el hotel La Fragata por no contar con licencia de funcionamiento.
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