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Vizcarra, Pedro y el lobo
“Lo que no se termina de entender es el propósito real del presidente Martín Vizcarra”.
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La reforma política avanza. A trompicones, pero avanza. En los tiempos que no debiera, porque está claro que se hubiese necesitado mucho más, pero avanza.
Y aunque es probable que no vaya a ser una solución mágica para la pobreza de nuestros partidos, es al menos un primer paso. De sus críticos se puede entender el escepticismo, pero vale también preguntarles: y entonces, ¿qué hacemos? Hemos tocado fondo, así de simple.
Lo que no se termina de entender es el propósito real del presidente Martín Vizcarra. Más confianza inspiran los discursos del premier y el ministro de Justicia. Se siente un interés real en fortalecer las reglas de juego y promover la participación ciudadana en debates largamente postergados de cara al bicentenario.
El mandatario, en cambio, juega a Pedro y el lobo con el asunto de la cuestión de confianza y la posibilidad nunca negada de que vaya a cerrar el Congreso si este “desnaturaliza” la esencia de sus reformas.
Cada vez son más las voces que advierten que no podría hacerlo en automático. Tendría, dicen, que volver a solicitar la confianza al Parlamento, y así hasta el infinitum, mientras la inestabilidad nos pasa factura.
El ministro de Economía, Carlos Oliva, ha reconocido que hay un precio que pagar por las reformas, las ha calificado como una inversión porque a la larga –asegura– la institucionalidad traerá el crecimiento. Por lo pronto, sus estimaciones se han reducido de 4.2 a 3.7 y ahí sigue Tía María sin licencia social. Un proyecto que según el MEF podría sumar un 0.2 o 0.3 al PBI.
Cuando Oliva ya había anunciado la entrada en marcha del proyecto, ante los primeros reclamos, Vizcarra se volvió a sumar al coro desautorizando o, por lo menos, bajándole el entusiasmo al ministro. Y es que el menor conflicto puede afectar su aprobación, y con eso no se juega.
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