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El ritmo del chino
“La lideresa del fujimorismo comete el error de permanecer callada hasta el extremo. No se hace política vía Twitter”.
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El indulto a Alberto Fujimori Fujimori ha traído un coletazo político de gran intensidad y que aún no termina. El pronóstico es reservado. A las sucesivas protestas, marchas y comunicados que veremos en las próximas semanas se suman las diversas demandas legales que conoceremos próximamente. Si el primer año del gobierno de PPK el incordioso tema de Chinchero nubló el panorama, luego vino el pedido de vacancia que no se ha difuminado, menos olvidado, por el cuestionado indulto a Fujimori.
En el fujimorismo se presagia una poda y una lucha fratricida que data de tiempo atrás y que no desaparecerá con la expulsión de los 10 congresistas ‘kenjistas’. Al fujimorismo no le conviene esta drástica medida, pero al parecer la suerte está echada. Muchos de los ‘kenjistas’ tienen denuncias en la Comisión de Ética. A la congresista Maritza García, hoy respaldada por los medios ‘antikeiko’, la Universidad Nacional de Piura le ha retirado títulos y grados por falsificar sus certificados escolares. Antes era el emblema de la corrupción fujimorista, hoy es una suerte de heroína. La lideresa del fujimorismo comete el error de permanecer callada hasta el extremo. No se hace política vía Twitter por más importancia que tenga ese medio.
El indulto tiene cierta precariedad, le conviene al beneficiado que Keiko tiente nuevamente la presidencia y tenga éxito para garantizarle que no vivirá en zozobra, que la gracia presidencial es irreversible. Alberto Fujimori actuó con astucia y es el factótum de su indulto. PPK se quedó en Palacio de Gobierno, pero bastante magullado. La gobernabilidad seguirá siendo muy frágil. No es un mal augurio, es la penosa realidad.
Los ‘pepekausas’ también perdieron con el indulto, su sui géneris bancada se rompió. Entre los que permanecen en ella no hay una armonía celestial. Su vocero, Gilbert Violeta, ha lanzado la desesperada idea de que el presidente converse con Alberto Fujimori y encontrar cierto equilibrio político. El deseo de dividir al fujimorismo y bajarle la llanta a Keiko Fujimori es evidente. Se olvida que ella ha trabajado duro por construir un partido y tiene liderazgo, mientras que su padre no cuenta con inscripción partidaria y menos energía para hacer política activa.
El trabajo de Mercedes Aráoz también se ve horadado. Asumió el premierato con el deseo de reconciliar. Los aliados de antaño son los enemigos de hogaño y hay parálisis gubernamental. Los otros grupos políticos han sentido igualmente la pegada del indulto, como el Apra y la izquierda. Y la clase política tiene la convicción de que aparecerán más cuestionamientos al presidente por el caso Lava Jato. Nadie salió bien de todo esto, quien baila a su ritmo es el Chino, Chino, Chino.
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