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El lenguaje mudo de tu pena

“Las lágrimas de Keiko son reales, no me cabe duda. Honestamente no creo que sean cosméticas, siento que son auténticas”.

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Luisa María Cuculiza puede equivocarse muchas veces, pero tiene dos virtudes imprescindibles, es leal (ciegamente por momentos) y tiene agallas. En su lealtad manifiesta lo que siente frente a lo que considera injusto con quien ella respeta y quiere. Y en ese discurso se le van unas lágrimas, porque le duele ver a un anciano siendo llevado de vuelta a prisión, un adulto mayor que para ella ha sido el mejor presidente del Perú, pues considera que nos libró del terrorismo. Todo lo que esgrime es discutible, relativo, pero sus intenciones son claras, pide unión, pide compasión, pide lo que ella entiende por justicia. Se la cree. Y le crees.
Las lágrimas de Keiko son reales, no me cabe duda. Honestamente no creo que sean cosméticas, siento que son auténticas. El tema, como ha dicho Nakazaki –quien fue abogado de su padre y ahora lo es de Kuczynski–, es que llegan muy tarde. Muy tarde para pedir que pare una guerra en la cual ella ha sido la más samurái, y por supuesto que tiene agallas… pero su lealtad es solo con ella misma. Esto se vio cuando su padre expulsó de casa a su madre y ella se paró al lado de él, como primera dama, en los noventa. Keiko sabrá en nombre de qué valores lo hizo, pero no estaba apoyando a su madre, y ciertamente tampoco a su padre. Y se volvió a ver a fines de 2017, cuando orquestó una ola de conflictos tras el indulto de su padre. La hija de los Fujimori estuvo siempre calculando su propio futuro en el poder, a cualquier precio.
Las lágrimas de Sharmelí Bustíos, la hija del periodista Hugo Bustíos, asesinado en 1988 en Ayacucho, son de rabia, de dolor, de frustración, por no poder honrar la memoria de su padre, haciéndole justicia. Ella está convencida de que ha reunido las pruebas suficientes para señalar que fue Urresti el autor intelectual de la muerte de su padre, sus sollozos son de genuina decepción y de profundo sufrimiento. Y lo que ella reclama con mayor tenacidad es que el caso de su padre, después de 30 años luchando contra viento y marea en medio del corrupto sistema de justicia, haya sido secuestrado por el circo político de turno. ¿Por qué justo esta semana?, solloza Sharmelí, dejando claro que el caso ha sido utilizado para que el acusado repunte, a pocas horas de las (malditas) elecciones, y que el Poder Judicial ha mandando nuevamente al cajón de los inservibles el expediente de una víctima.
No me maten, por favor, suplica el ex presidente. El candidato pide que voten por él. El periodista sigue muriendo.
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